Viaje al futuro del turismo sostenible en Canarias

La confusa y dudosa fiabilidad de los numerosos distintivos de calidad medioambiental en el ámbito turístico no garantiza el cumplimiento de las normativas de sostenibilidad que en 2030 debe adoptar el sector vacacional

Playa de las Vistas, en Arona

Playa de las Vistas, en Arona / María Pisaca Gámez

Pepa Pallarés / Miguel Ayala

Canarias trata de avanzar a trompicones en sus pasos para convertirse en un destino cada vez más sostenible, poniendo el foco en los tres pilares de la sostenibilidad: socioeconómico, medioambiental y territorial. Todo en línea con los Objetivos de Desarrollo Sostenible y la agenda 2030 de las Naciones Unidas, metas globales que como principal referencia exterior cuentan con los denominados distintivos turísticos de calidad, una ristra de nombres y logos que, sin embargo, no garantizan al cien por cien que un establecimiento hotelero ofrezca lo que realmente dice ofrecer.

La sostenibilidad y calidad, más allá de ventajas competitivas, son pilares imprescindibles en el turismo. Tanto es así que en sólo siete años los establecimientos deben reducir un 45% su impacto medioambiental, desde la huella de carbono al aumento de zonas verdes o la reutilización del agua, entre otros factores.

La experiencia acumulada demuestra que la infraestructura y su gestión responsable es un elemento determinante en la percepción del cliente, ya que son los medios técnicos y el uso de las instalaciones los que permiten el desarrollo de la actividad turística en el destino. Que sean sostenibles o no, además, determina el interés de cada vez más visitantes que, ante las diversas opciones existentes, se suelen decantar por disfrutar de sus vacaciones en hoteles o apartamentos con una filosofía verde.

¿Pero cómo saben realmente los clientes qué establecimientos cumplen con esos requisitos y cuáles no?

En booking.com, uno de los principales portales digitales del mundo para la venta de viajes y alojamientos en el mundo, el usuario puede comprobar el nivel de sostenibilidad de un negocio de hostelería mediante un icono en forma de hoja de color verde: a más iconos, más responsable medioambientalmente hablando debe ser –el máximo son tres–.

Partiendo de esa premisa es sencillo entender, sin embargo, que al menos en el caso de España, al tener cada Comunidad Autónoma una legislación turística diferente –un hotel de cinco estrellas en Murcia, por ejemplo, no tendría la misma categoría si se rigiera según la normativa de Canarias– no sean del todo significativos o indicativos esos certificados a los cuales se suman, además, los sellos de sostenibilidad europeos y mundiales [reportaje en páginas siguientes].

Control voluntario

Actualmente ese control es voluntario mientras el empresario respete la normativa vigente: es el alojamiento quien decide si asume dicha responsabilidad medioambiental en su actividad. Si se da ese paso, el resort puede encargar un análisis y certificación a las organizaciones competentes para realizar dicho servicio, empresas por lo general privadas a las que contrata la administración para efectuar dichas tareas de supervisión y así otorgar o no los distintivos. «Quien inventa la ley inventa la trampa y a buena parte del sector turístico tampoco nos parece un método fiable del todo; hasta caprichoso me atrevería a decir. No hay que olvidar que hablamos de las millonarias sumas de dinero que genera el ahora llamado turismo verde, un gran negocio», reconoce un empresario hotelero de Gran Canaria que prefiere mantenerse en el anonimato.

Existen en la actualidad algunas certificaciones de referencia, como son las ISO, que entrega la Organización Internacional de Estandarización –International Organization for Standardization en el original–.

Este distintivo consta de un conjunto de normas de obligado cumplimiento con el propósito de ordenar la gestión dentro de las empresas en sus diferentes ámbitos y departamentos, las turísticas incluidas. Las encargadas de llevar a cabo las diferentes inspecciones son empresas evaluadoras acreditadas como Aenor (Asociación Española de Normalización y Certificación), SGS, BVQi (Bureau Veritas Quality International), BSI Group o DNV, por citar algunas.

«Hay algunas certificaciones que realmente sí otorgan prestigio, como es el caso de la ISO 14001, otorgada en España por agencias gubernamentales o entidades privadas, que realmente constatan el esfuerzo sincero y eficiente de las empresas», dice por su parte el empresario Kay González Vilbazo, afincado en Tenerife y especialista en turismo sostenible [ver entrevista en páginas siguientes].

«Otros sellos, sin embargo, no aportan ni calidad ni fiabilidad», según indica al respecto otro especialista.

Origen

Un experimentado empresario de Lanzarote recuerda «cuando saltó todo eso de los distintivos de calidad en el inicio de los años 90 del pasado siglo», cuenta. «Parecía que si no lograbas la Q de calidad para colgarla en la fachada no ibas a poder continuar con la actividad de tu hotel y que iba a venir alguien de la Unión Europea a cerrártelo», dice sobre una medida que realmente el único significado que tenía era constatar que en un establecimiento hotelero «todos los procedimientos eran de calidad y se realizaban respetando los mismos patrones; daban una lata enorme sólo para eso», admite. No fue hasta una década más tarde, ya en los 2000, cuando surgen los primeros certificados medioambientales, a los cuales hay que diferenciar muy mucho de las ecoetiquetas.

En la Guía simple para la certificación del turismo sostenible y el ecoturismo, publicada por el Centro Nacional de Ecoturismo y Desarrollo Sostenible, se define la ecoetiqueta como «un premio que se otorga a una empresa o actividad que tiene significativamente mejor desempeño en comparación con las otras empresas del sector. Solo las que se desempeñan mejor, las que muestran un desempeño ejemplar, de acuerdo con los criterios establecidos, reciben la etiqueta ecológica».

Mientras, sobre la certificación medioambiental explican que «se otorga a aquellas empresas o actividades que cumplen totalmente con un conjunto de estándares. Cualquier cantidad de empresas, o todas las empresas de un sector, pueden recibir la certificación, siempre que cumplan. La certificación», prosigue, «recompensa el cumplimiento con un conjunto de estándares básicos o mínimos, que en general requieren más de lo requerido según las regulaciones legales».

Otra fuente del sector turístico respondía esta semana con un «ni de coña» cuando se le preguntaba si Canarias iba a llegar con los deberes hechos a 2030, fecha en la cual deben estar en marcha los Objetivos de Desarrollo Sostenible que supondrán un cambió radical en la gestión de la actividad turística y que, en el caso de no cumplirse supondría, asimismo, la pérdida de cualquiera de los distintivos y sellos que ahora dan cierto halo de prestigio.

«Ni ISO, ni Green Destination ni nada de nada», añade antes de reconocer que «ahora dudo que en la cabeza de un empresario haya hueco para pensar en arbolitos cuando todavía estamos tratando de recuperarnos de los gravísimos efectos económicos derivados de la pandemia y las subidas de precios a consecuencia de la invasión rusa a Ucrania; no creo que sea el momento para semejante cambio, que además acarrea una inversión importantísima».

En el caso de Canarias, para supervisar el cumplimiento de esa agenda y de los patrones de sostenibilidad se ha puesto en marcha la Agencia de Calidad Turística de Canarias, un

órgano colegiado al que se le encomienda el impulso de la cualificación y mejora de la gestión del sector turístico.

En él participan junto a los órganos superiores de la administración turística autonómica, representantes de los entes gestores de sistemas de calidad turística y de las asociaciones empresariales del sector.

En ese sentido juega también un importante papel la Ley de Cambio Climático y Transición Energética, en vigor desde el pasado 31 de marzo de 2023, que viene a motorizar estas actividades sostenibles y a convertirlas, ahora sí, en obligatorias.

Para los consultados es evidente que las islas van a remolque de su actualización según los requerimientos que marca la Unión Europea (UE) y el «sálvese quien pueda», incluso institucional, se palpa en el ambiente. La desorganización, falta de información, observar infraestructuras públicas y privadas obsoletas o paisajismo abandonado, dan idea tanto para el canario como para el turista que visita las Islas que, salvo casos concretos, esto va a ser difícil de remontar. Mucho más, hablando del reto de la descarbonización que en casos suena a un nanomundo. Los empresarios se enfrentan a unas sanciones económicas estratosféricas si hay incumplimiento, y por ende, el fin del negocio. Las mismas sanciones recaerán en las instituciones incumplidoras.

Normativas

Hay voces como las del Colegio de Ingenieros de Canarias occidental que, con contundencia, advierten de que la normativa obligará a los titulares de este tipo de instalaciones hoteleras y extrahoteleras, equipamientos turísticos complementarios, con un número de camas, capacidad alojativa o tamaño, a determinar, a elaborar un plan de transición energética. Va dirigido a minimizar la huella de carbono que generan y articular las medidas necesarias para que la huella sea cero o negativa.

Si se pone en contexto Canarias y su actividad turística, en 2022 se recibieron 14,6 millones de visitantes, que generaron una facturación de 16.863 millones de euros. Pero también supone una generación de 1,85 millones de toneladas de CO2 en las actividades turísticas en destino (dato estimado en 2019), y de 5,4 millones de toneladas de CO2 en el total del tráfico aéreo que entra, sale y circula en Canarias”.

Estos establecimientos estarán sometidos, a partir de ahora, a inspecciones de eficiencia energética y a un régimen sancionador por incumplimiento de los preceptos de la Ley. «Todo ello genera, lógicamente, gran preocupación en el sector, aunque también se concibe como una oportunidad de mejora en el apartado de la sostenibilidad», subrayan fuentes del Colegio de Ingenieros. Las empresas titulares de instalaciones hoteleras y extra hoteleras de Canarias, especialmente las primeras, llevan ya cierto tiempo apostando por la eficiencia energética de sus establecimientos. En este sentido, indica el especialista, han ido aprovechado distintas líneas de subvenciones para financiar todo tipo de actuaciones encaminadas a fomentar dicha eficiencia.

Lo han realizado tanto desde el lado de la generación de energía (instalaciones fotovoltáicas para autoconsumo), como por el lado del ahorro energético, con especial énfasis en la disminución del consumo de combustibles fósiles como el gas y el gasoil –instalaciones de captación y aprovechamiento de energía solar térmica, instalación de bombas de calor e instalación de calderas de biomasa, todas ellas para la producción de agua caliente sanitaria o de piscinas, entre otros usos.

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En 2030 la actividad hotelera debe haber reducido en un 45 por ciento su impacto medioabiental para cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU.

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Certificación de referencia que entrega la Organización Internacional de Estandarización a las empresas. La actividad turística de calidad queda reconocida con el 9001 mientras que el 14001 es el relativo a la sostenibilidad.

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La actividad turística en Canarias genera anualmente en torno a 1,85 millones de toneladas de CO2, además de las 5,4 millones que aporta el tráfico aéreo de las islas.

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El primer distintivo que en la actividad turística tuvo relevancia fue la Q de calidad, en los 90 del siglo XX, que garantizaba la misma praxis a la hora de prestar cualquier servicio en el hotel.

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