Canarias sedienta

El Archipiélago tiene el reto de establecer un modelo de consumo de agua acorde al futuro climático, en el que las sequías se agravarán y la disponibilidad de este recurso será mucho menor

Reparación de la mayor conducción de agua de regadío de la isla

Reparación de la mayor conducción de agua de regadío de la isla / Andrés Gutiérrez

Verónica Pavés

Verónica Pavés

En Canarias, el agua es un bien tan necesario como escaso e incierto. El agua es el eje central de la vida en el Archipiélago. Marca el ritmo de la sociedad garantizando el desarrollo de los principales sectores sobre los que se sustenta la economía de la isla: la agricultura y el turismo. Pero pese a su notable importancia, el agua en Canarias se pierde, se contamina y se olvida. Detrás de esta situación se encuentra la dificultad intrínseca de conseguir agua en una tierra volcánica, seca y aislada en mitad del océano, pero se agrava por la demanda de los sectores productivos y un intrincado sistema de gestión.

Un sistema que ha llevado a Canarias a recibir varios tirones de orejas de la Unión Europea por no cumplir los requisitos establecidos por la legislación vigente para la gestión del agua. El último toque de atención lo ha percibido por no haber presentado aún sus planes hidrológicos 2022-2027, pese a haber completado los trámites de consulta pública. Y mientras, el agua se agota y el tiempo apremia. El cambio climático no espera y amenaza con agravar aún más las sequías que sufre el Archipiélago y reducir la disponibilidad de este recurso a medio y largo plazo.

A día de hoy, en lo que se refiere a las existencias de agua, en términos cuantitativos, «Canarias está bien». Así lo expresa Juan Carlos Santamarta, doctor, ingeniero de Montes y profesor de la Universidad de La Laguna (ULL), que indica que aunque haya islas en las que existe una «sobreexplotación acusada» de los acuíferos – en Tenerife este índice se eleva al 140%–, en general hay suficientes recursos como para atender la demanda actual. Según el Instituto de Estadística de Canarias (Istac), en 2020 las Islas dispusieron de 288 hectómetros cúbicos de agua de abastecimiento urbano. De ellos, 211 entraron a la red de suministro y solo 141 hectómetros cúbicos fueron necesarios para suplir la demanda de hogares, sectores económicos y otros usos municipales. Por tanto, existe suficiente agua e incluso, superávit para atender a la demanda actual.

La Unión Europea advierte de sanción a España por no haber presentado aún los planes hidrológicos 2022-2027 de Canarias pese a haber culminado la consulta pública

Lo que preocupa es el futuro que empieza a vislumbrarse. Ya hay tres islas que han declarado la emergencia hídrica: El Hierro, La Gomera y Fuerteventura. De ahí que «garantizar la seguridad hídrica» a largo plazo deba ser, a ojos del economista y director del IE Centre for Water & Climate Adaptation, Gonzalo Delacámara, la pieza central de toda la política de gestión del agua de los próximos años. Algo que también deberá ir acompañado de «un cambio de paradigma en el consumo del agua», como advierte, por su parte, Santamarta.

La problemática del agua en Canarias tiene dos vertientes. Por un lado están las complicaciones intrínsecas generadas por la escasa disponibilidad del recurso natural y, por otro, aquellas que tienen que ver con cómo se proporcionan los servicios por parte de las instituciones y las empresas.

Teniendo esto en cuenta, se podría decir que el principal problema de Canarias es que llueve poco. El carácter subtropical del Archipiélago le obliga a alternar períodos de abundantes lluvias con otros de gran escasez y sequía. La media de precipitaciones en Canarias es entre 250 y 330 litros por metro cuadrado al año –poco más de la mitad del resto de España– y no es homogénea en todas las islas –en La Palma llueve más del doble que en Lanzarote–.

La lluvia se puede aprovechar de dos maneras: como recursos superficiales, a través del agua que corre por barrancos y se acumula en las presas y balsas; o drenando recursos subterráneos, mediante galerías, pozos o sondeos, que se infiltran por la roca volcánica hasta el interior de la isla. Sobre la primera, el propio terreno canario la hace muy poco viable. Y es que, además de no llover lo suficiente, Canarias –especialmente las islas occidentales– está formada por una roca que hace las veces de esponja, por lo que, la mayoría del agua de escorrentía se infiltra hacia los acuíferos antes siquiera de poder recogerla a través de un barranco o una presa. De hecho, las únicas islas donde las presas han tenido cierto éxito son La Gomera y Gran Canaria. En lo que se refiere a los barrancos, se trató de crear embalses que recogieran este agua de lluvia en Tenerife y La Palma, y la mayoría se han quedado completamente vacíos. Este agua superficial es la menos usada en Canarias y apenas supone el 7,5% del total de agua aprovechada.

Pese a no contar con grandes ríos ni lagos frente a la Península o el resto de Europa, los canarios han buscado agua hasta debajo de las piedras. Literalmente. De ahí surgen las explotaciones de acuíferos a través de galerías y pozos. «El agua subterránea es el recurso estratégico del futuro para Canarias, sobre todo en un escenario de cambio climático», indica Santamarta. A día de hoy, el agua subterránea es el recurso principal del que se nutre el Archipiélago y supone el 60% de las extracciones. No obstante, hay islas en las que este porcentaje es mucho mayor –como en La Palma donde llega a ser del 95%– y otras en las que este recurso es inexistente, como en el caso de Lanzarote y Fuerteventura. En estas últimas la única opción es la desalación.

Canarias sedienta

Canarias sedienta / Verónica Pavés

La ventaja es que los acuíferos pueden estar mucho tiempo almacenando agua, incluso aunque no llueva. «Lo que captamos en las galerías y pozos es agua que lleva determinado tiempo el acuífero, porque lo que llueve hoy se suele recargar en varios años, por lo que hay un periodo de transición hasta que vemos el déficit y descenso de niveles por sequía», remarca Santamarta. Pero el agua subterránea tiene sus deficiencias. Como explica Delacámara estas aguas pueden contaminarse con bastante facilidad, tanto por la acción humana como por motivos naturales. «Pueden tener presencia de determinadas sustancias», fruto de los gases que se acumulan en el suelo por el vulcanismo latente de Canarias, también puede recibir sustancias utilizadas como fertilizantes en la agricultura, y una parte se contamina debido a las sales procedentes del agua de mar. No obstante, son muchos los que defienden que incluso con esta contaminación cruzada, el agua limpia de los acuíferos sigue siendo suficiente.

Pionera en desalación

La escasez de lluvias y la inexistencia de acuíferos explotables en muchas islas, ha empujado a Canarias a ser pionera en la instalación de tecnología de desalación en el mundo. Hoy en día, el 24% del agua que consume el Archipiélago se consigue gracias a la desalación del agua oceánica. «La desalación es fundamental porque complementa, –y en algunos casos sustituye– al agua que procede de la lluvia», explica Santamarta. Sin embargo, esta tecnología aún suscita dudas entre algunos sectores.

Tradicionalmente se ha concebido como una tecnología que encarece el precio del agua, que, al depender del consumo eléctrico, aumenta la huella de carbono –pues la mayor parte de esa energía provenía de fuentes contaminantes– y que tiene capacidad de contaminar tanto con sus subproductos (la salmuera) como por los residuos de las membranas que utiliza.

«Es una visión bastante obsoleta», zanja Delacámara. Si bien es cierto que las primeras desaladoras eran muy contaminantes y consumían mucha energía; las cosas han cambiado. «La primera planta de desalación que se instaló en Europa fue la de en Lanzarote, en 1964, que consumía 22 kilovatios-hora por metro cúbico de agua desalada, pero a día de hoy, ya hay plantas de última generación en Arabia Saudí que apenas consume 2,5 kilovatios-hora», explica el economista, que insiste: «el progreso tecnológico nos ha permitido bajar el consumo energético diez veces».

Pese a no contar con grandes ríos ni lagos frente a la Península o el resto de Europa, los canarios han buscado agua hasta debajo de las piedras

Pero no ha sido el consumo lo único que ha cambiado; también en su huella de carbono. «La mayor parte de las plantas de desalación que se instalan hoy están vinculadas a fuentes renovables de generación de energía eléctrica, como solar y eólica», explica Delacámara. Europa, de hecho, sigue avanzando en este sentido para garantizar el suministro de las desaladoras mediante hidrógeno verde. «El hidrógeno necesita agua para ser producido, por lo que la planta de desalación puede proporcionarle el agua que necesita, y el hidrógeno verde la energía a la planta, es un modelo virtuoso», resalta el economista.

También han cambiado las membranas, que ahora se fabrican con materiales biodegradables, en lugar solo látex. Y, por último, además de haber soluciones tecnológicas para tratar los subproductos que se forman al desalar, se está investigando la forma de avanzar en la «minería de la salmuera». Esto consiste en recuperar materiales críticos que se encuentran dentro de este agua con alta concentración de lítio, bromo y cloruro sódico. «Algunos son materiales esenciales para la transición energética y si los recuperamos, habremos solucionado parte del problema», indica. El resto del agua en Canarias (un 8%) se obtiene de la regeneración del agua a través de un ciclo cerrado, que se puede utilizar en la agricultura. Pese a su elevado coste, Santamarta considera que puede ser un buen recurso para optimizar el regadío, aunque para eso también debe estar impulsado por energías renovables.

Un lío de gestión

Pero al hablar del desafío hídrico en Canarias no se puede desestimar el peso que adquiere la gestión, la economía y la propia sociedad. La advertencia de sanción del Tribunal de la UE a España, por no haber presentado los planes hidrológicos de Canarias correspondientes al tercer ciclo de la Directiva Marco de Agua europea, es un reflejo de la intrincada política del agua en las Islas. Los planes hidrológicos son vitales para poder establecer estrategias de explotación sostenible de los recursos a medio y largo plazo y, sin embargo, Canarias sigue trabajando con los del segundo ciclo que caducaron en 2021.

Los expertos están de acuerdo en que este tipo de llamadas de atención recuerdan las dificultades de Canarias a la hora de diseñar y ejecutar su política de explotación de aguas. Canarias es la única comunidad autónoma en la que existen siete Consejos Insulares de Aguas. Estas figuras, pertenecientes a cada uno de los Cabildos, son las encargadas de elaborar los planes hidrológicos para un periodo de seis años.

Siete planes que se elaboran por separado, en base a cálculos teóricos y, en algunas islas, con insuficiente personal. «Yo abogo por simplificar», insiste Santamarta, que considera que muchos de estos problemas funcionales se podrían resolver si, en el plano burocrático, solo se tuviera que elaborar un único plan, pero teniendo en cuenta las singularidades de cada isla. «Como en Baleares», alega el investigador. Asimismo, insiste en que es necesario que se proporcionen más medios humanos y técnicos a los Consejos Insulares con menos personal y que se establezca una coordinación técnica entre los siete, así como que se refuerce el apoyo en las universidades y centros de investigación isleños.

Pero el reparto de competencias insulares no es lo único que dificulta el servicio. La gestión del ciclo urbano del agua en toda España depende de un modelo muy «atomizado» porque, aunque la potestad de muchas acciones está en manos de los Gobiernos autonómicos y del Ministerio para la Transición Ecológica, los servicios son competencia de los Ayuntamientos.

Los consistorios municipales son los encargados del abastecimiento, el saneamiento, el urbanismo y la recogida de residuos. «Pero a veces no tienen capacidad suficiente para asumir la gestión de los servicios», resume Delacámara. En ese momento, ceden dicha tarea a empresas mixtas o privadas, para liberarse de esa carga mientras pagan un canon por el servicio. Esto, sin embargo, en ocasiones puede suponer un aumento del coste para el ciudadano. «Al final las empresas lo que quieren es generar beneficios con un servicio básico como el abastecimiento y el saneamiento», apunta Santamarta.

El hecho de que la competencia esté tan desmembrada entre distintas administraciones y empresas también ha generado que se tarde en poner freno a las desorbitadas pérdidas de agua que se producen en la red de abastecimiento. Según los datos del Istac, Canarias perdió en 2020 al menos un 33% del agua que distribuyó por la red de abastecimiento. Una cifra casi un 10% superior a la de 2010 y que coloca al Archipiélago como la segunda comunidad –detrás de La Rioja– con mayores pérdidas de su red de abastecimiento.

Canarias perdió en 2020 al menos un 33% del agua que distribuyó por la red de abastecimiento; casi un 10% más de lo que se desperdició en 2010

«Se da la circunstancia de que, cuando un ayuntamiento ve que tiene ciertas pérdidas porque la red está obsoleta, en lugar de repararlas, compra una mayor cantidad de agua, dando por hecho que va a perder esa parte», remarca el investigador de la ULL. Las fugas de agua y la inacción municipal no se dan solo en Canarias, es patrimonio de toda España. «En nuestro país reemplazamos un 0,2% de las redes de abastecimiento cada año», explica Gonzalo Delacámara, que critica que «no estamos reponiendo ni el 1% de las redes, lo que nos llevaría a vidas útiles de más de 100 años; algo que no nos podemos permitir, puesto que los materiales empleados tienen 40 años».

Sin embargo, como incide el economista «es un desafío que se va a ir resolviendo». Este año el Ministerio de Transición Ecológica, a través del PERTE de Digitalización ciclo del agua, va a poner a disposición de las autoridades autonómicas 200 millones de euros con el fin de reducir las pérdidas de la red de abastecimientos, depuración y reutilización, digitalizar el ciclo urbano del agua y establecer de sistemas de drenaje sostenible y mejoras a la gestión del ciclo hidrológico. La convocatoria está abierta hasta finales de año.

Hay islas como La Gomera que ya han acometido reparaciones en su red y han comprobado las mejoras de eficiencia en el suministro. «En Tenerife estamos hablando de más 5.000 kilómetros de canales y conducciones, reparar todo eso es muy complejo, pero se podría mitigar concentrando la distribución de agua y digitalizando el sector», remarca Santamarta, que admite que «es imposible hacer un sistema perfecto» y sin pérdidas, pero sí se puede hacer que estas sean «asumibles».

Pero como defiende, uno de los pilares más importantes de la gestión hídrica es la sociedad. Al fin y al cabo, «es más caro producir un metro cúbico de agua que ahorrarlo». Canarias es una de las comunidades donde el agua es más cara. 2,20 euros el metro cúbico. De ahí que insista en la necesidad de «concienciar sobre la nueva cultura del agua», de modo que las islas ahorren agua y demanden cada vez menos recursos hídricos, en vez de poner más agua en el sistema, con el fin de que puedan hacer frente a los retos que se presenten. Para ello, además del ahorro que pueda generar en pequeños gestos cotidianos como cerrar un grifo a tiempo o darse una ducha en lugar de llenar la bañera, el investigador considera que se pueden tomar medidas adicionales. «Podríamos hacer que las nuevas edificaciones que se construyeran aprovecharan el agua de lluvia como ya se hace con la radiación solar», explica Santamarta.

Canarias es la única comunidad autónoma en la que existen siete Consejos Insulares de Aguas que deben elaborar planes hidrológicos para cada isla

Todo ello sin olvidar cómo puede contribuir la economía. Canarias crece gracias al plátano, el aguacate y el turismo. Unos sectores que, a su vez, son grandes demandantes de agua. La agricultura demanda más del 50% del agua de Canarias y el turismo el 10%. Sin embargo, en este aspecto también hay diferencias por islas. Mientras la agricultura palmera se lleva el 85% del agua y la tinerfeña un 50%, la majorera solo depende del 10% y la Gran Canaria del 45%.

Al apostar por estos sectores, «el agua se convierte a la vez en un factor limitante para el desarrollo, y su gestión sostenible en una oportunidad», como explica Delacámara, pues en ellos también se puede modular la demanda, optimizar o sensibilizar, de modo que en el futuro Canarias pueda seguir disponiendo del agua necesaria para vivir tranquila.

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