Vivir la soltería femenina entre los 30 y 40 años ya no es un tema tabú

Las mujeres entre los 30 y 40 años son el grupo social que más

ha evolucionado en las últimas décadas en España

en busca de hogares unipersonales

Solteras, libres e independientes

Solteras, libres e independientes / E. D.

Nazara Hernández busca el significado de soltería en el diccionario, la redirige a soltero, del latín, solitarius, «solitario, aislado». Primera acepción, «que no se ha casado»; segunda acepción, «suelto o libre». Tiene 27 años, es abogada, ha vivido largas temporadas sola y no se siente identificada con estas definiciones que la reducen. Es parte de una revolución que se ha ido gestando en las últimas décadas: las mujeres viven con plenitud la soltería y lo expresan de distintas formas, ya sea cantando que pueden comprarse flores a sí mismas con los acordes de Miley Cyrus, perreando en las discotecas, dedicándose tiempo o reforzando los lazos con amistades y familiares que las sustentan, todo para reivindicar su identidad más allá del otro como sujetos libres y plenos.

Solteras, libres e independientes

Solteras, libres e independientes / Carla Rivero

Ainhoa Reguera Plaza, periodista y delegada de MSPE

Ainhoa levanta a Dani en volandas y lo coloca en sus hombros cuando al decirle que un papá lo llevaría así, como ocurre con sus amistades del colegio. La duda quedó resuelta y la periodista sabe que, con los años, irá demandando otro tipo de respuestas a las que contestará con naturalidad. Tanto, como la delegación de MSPE en Euskadi que hizo una excursión conjunta a un centro de fertilidad para que conocieran cómo se habían gestado o en los talleres de revelación que organizan. «Hay muchas cosas que se dan por hecho, pero ya se están eliminando, y te absorbe tanto ser madre soltera que estás a lo que estás; yo ya no te digo tener pareja, sino ver una peli, leer, más bien recuperar tiempo. Eso es lo que echo en falta: tener tiempo para mí».

«Estoy bastante lejos de sentirme solitaria o aislada y me apena bastante esa segunda acepción que relaciona la soltería con la libertad porque las relaciones de pareja no deberían ser un límite a la misma sino un abrazo, una especie de confirmación en la que ambas personas eligen compartir tiempo juntas», reflexiona la joven. «A mí me ha aportado la convicción de que no estoy en transición a ningún sitio, que no es un estado de carencia, de búsqueda o falta de nada y sospecho que a esta certeza no habría llegado sin permitírmelo todo, desde vivir relaciones buenas y nutritivas a darme el permiso para terminarlas, pasar el duelo cuando han terminado antes de lo que quería y crecer desde ahí. Hay conclusiones a las que no habría llegado sin los silencios que nacen de pasar tiempo acompañada únicamente de mí misma».

Solteras, libres e independientes

Solteras, libres e independientes / Carla Rivero

Helena Talavera Ruiz, maestra de educación infantil y psicopedagoga

Al principio, más sabiendo que iba a tener mellizos, el miedo se apoderó de Helena, pero pronto lo sustituyó las ganas por comenzar esta etapa que no relaciona con el amor romántico. Toca pelear por sus derechos sociales, «tocará luchar por los permisos de maternidad y buscar estrategias personales y hacer malabares, ya que sé el tipo de crianza que quiero y es dedicarme exclusivamente a esto en los primeros años». Gracias a las amigas que ya han sido madres «¡no creo que haga falta comprar nada hasta que tengan los 18!», bromea. Falta poco y cuenta con la suerte de que sus padres y hermanos «estén volcados en este proyecto, tanto a nivel emocional como logístico, y mi madre me está acompañando junto a mi formación... Hay un apoyo real».

Escribe tras un aprendizaje largo, en el que ha convivido con las sombras del patriarcado, porque, como escribió contundente la filósofa y escritora Tamara Tenenbaum en las primeras líneas de El fin del amor: «La religión de las chicas laicas que conocí en el secundario era el amor». Un anhelo que implica costes emocionales, económicos, de salud y tiempo que, en las dinámicas de la sociedad líquida donde hay un mercado que promete que habrá alguien mejor, significa «ser irremplazable». La competitividad socava y, como insiste la teórica argentina, se pretende que la pareja sea al mismo tiempo amante, confidente y cuidadora. Un sostén único que confía en que el amor lo soportará todo, denostando el valor de la comunidad. Pero hay nuevos horizontes.

Solteras, libres e independientes

Solteras, libres e independientes / Carla Rivero

Nazara Hernández González, abogada

Desde su experiencia, la abogada plantea su vida en soltería como una oportunidad de encuentro consigo misma, y al preguntarle sobre qué cuestiones se plantería en una nueva relación, lo tiene claro: «Me costaría mucho ceder espacio, me aterra la idea de una única persona copando todo mi tiempo y mis planes, no concibo vivir sin compartir con mis amistades y familia momentos que parece que cuando se está en pareja pasan a ser patrimonio exclusivo de la relación. Sé que esto responde a una idea muy casposa del amor, pero aun en gente de mi entorno veo esa renuncia silenciosa en la que, de repente, los viajes, las comidas y cenas, o los planes del fin de semana pasan a ser solo con la pareja».

Palmera de origen, Nazara disfruta en el centro de San Cristóbal de La Laguna de su soltería. Algunos datos corroboran el cambio de tendencia, como que el número de personas que viven solas haya incrementado un 2% entre 2020 y 2021 con un total de 4.849.900 de personas, de las cuales el 40,9% (1.128.800) corresponde a mujeres menores de 65 años, según la Encuesta Continua de Hogares del Instituto Nacional de Estadística. De ellas, el estado civil del 45,5% era viudedad y un creciente 34,9% son solteras. En concreto, Canarias tiene un 24,5% de hogares de una persona, a la cola de otras comunidades como Asturias o Castilla y León. Además, el número de mujeres solteras de entre 30 y 40 años ha pasado de 770.000 en 2001 a 1,4 millones en 2022. Una preferencia cada vez más común que pasa por una crítica profunda al sistema, a pesar de la precariedad producida por la inflación del precio de la vivienda y alquiler que solo permite a un 15,9% de la población joven española independizarse, como apunta el Observatorio de Emancipación en su informe de 2022.

Marta Jiménez, socióloga y profesora de la Universidad de La Laguna, indica que ante este panorama deben verse los modos de convivencia y de organización de la vida doméstica atravesados por el mercado capitalista y la familiar nuclear heterosexual, que sigue siendo mayoritaria. «Lo que no parece que debe considerarse una ‘extrañeza’ es la opción de las mujeres por una vida independiente (y mucho menos atribuirle a ellas alguna responsabilidad por la ‘muerte’ de la familia), como si lo ‘normal’ en nuestra sociedad fuera un hombre ‘independiente’ y una mujer ‘familiarizada’». A lo que añade, «las sociedades occidentales contemporáneas, sobre todo en los entornos urbanos, presentan modelos más diversificados de vida de las personas que las sociedades tradicionales, en las que se imponían más claramente prácticas más uniformizadoras y de dependencia para las personas, y, en particular, para las mujeres».

Al acudir al imaginario cultural, Elizabeth Bennet le recrimina a Charlotte que se case sin amor y su amiga, sin amilanarse, responde: «Tengo 27 años. No tengo dinero ni perspectivas. Ya soy una carga para mis padres y tengo miedo. Así que no me juzgues». Una declaración viralizada en TikTok, pero que sintetiza para la generación Z el contexto de las mujeres del siglo XVIII, momento en el que se publicó Orgullo y prejuicio, de Jane Austen. La autora inglesa permaneció soltera hasta su temprana muerte y retrató con aguda ironía la exaltación de sus personajes femeninos que, mostrando su ingenio y fantasía, debían acatar la norma y casarse para lograr sobrevivir. Un discurso que comparte Jo March, de las Mujercitas de Louisa May Alcott en el XIX, que prefería conservar su independencia a través de la escritura y la unión entre sus hermanas antes que caer en un enlace insatisfactorio, lo cual entronca con la pregunta de la narradora de Historia de una mujer soltera, relato de principios del XX de la revolucionaria escritora japonesa Chiyo Uno: «¿Cómo os explicaríais que Kazúe no tuviese ninguna intención de casarse y que este sentimiento hubiese tomado forma en su interior de manera natural?».

Los cambios de los modelos tradicionales abocan a una reestructuración del sistema, aunque la norma social afecte a la salud mental de muchas

Los ejemplos tampoco faltan en la era del Me too. Selena Gómez se toma con humor que la emparejen todo el rato, Jennifer Aniston sigue siendo tratada como la ex de Brad Pitt y la actriz Luna Fulgencio, con solo nueve años, tuvo que recordarle su edad a un presentador que le preguntó ante millones de espectadores si tenía novio o le gustaba algún actor. Esos tres episodios son consecuencia de un sistema en el que la mujer sigue atada a un rol de acompañamiento, más cuando la producción artística y las ofertas de ocio sitúan al amor romántico como sinónimo de autorrealización. Sin embargo, este concepto es una invención moderna, expone Stephanie Coontz en Historia del matrimonio, puesto que la unión entre un hombre y una mujer estaba prevista como una mera transacción económica y de poder en las antiguas sociedades con el fin de que las familias aseguraran y preservaran su estatus y legado patrimonial. La invención heterosexual del mito de Romeo y Julieta permite la independencia de las jóvenes a través de la pasión como heroínas que, fieras y rebeldes, rompen las cadenas del severo destino al que están condenadas en pos de un hombre único. La individualidad es, por tanto, la superación de sus circunstancias y orígenes, pero deja muchas cuestiones sin resolver.

La ensayista y feminista Concepción Arenal defendió la independencia de su género en La mujer del porvenir y alabó la soltería, solo que desde la abnegación al otro, «la mujer soltera, que caritativa e ilustrada se dedica al consuelo de sus semejantes, es un elemento de bien y prosperidad que no tiene precio», relató. Es decir, el varón era deseable y aceptable que fuera soltero, casi inspiracional, resalta la investigadora de la Universidad de Valencia María Tausiet en el artículo En el siglo XVIII no estaba bien visto estar sola, pero dado ese estado en su igual era sinónimo de carga, locura, irracionalidad, tristeza o de brujería. Con la firme vocación de sacudir las cadenas, ilustradas como Mary Wollstonecraft salieron al paso y sostuvieron la necesidad de un espacio de solitud, a pesar de que la pregunta luego fuera: ¿a qué dedicarán el tiempo, a sí mismas?

Salud mental

Los avances y logros del movimiento feminista aún no han resuelto las consecuencias para la salud mental. La psicóloga Tais Pérez, codirectora del gabinete de Psicosalud en Tenerife, contempla las consecuencias y destaca esa preocupación «por no encontrar pareja» en las pacientes entre los 28 y 48 años. La transformación social va a distintas velocidades según los contextos, por lo que «si no se cumplen las expectativas que la sociedad tiene puestas en nosotras, normalmente la mujer puede sentir ansiedad y en ocasiones, bajo estado de ánimo por no alcanzar esos estándares y sentirse un fracaso; a pesar de que, gracias a las redes sociales, parezca que ser soltera también puede estar asociado a aspectos positivos como mujer independiente que es capaz de estar bien consigo misma».

«Suelen expresar que se sienten solas, que no encuentran a una persona con la que compartir su vida y que empiezan a creer que es ‘culpa’ suya por ser demasiado exigentes o por no tolerar determinados comportamientos de los demás», detalla. Esta creencia desemboca en síntomas como tristeza, bajo estado de ánimo, incapacidad para disfrutar de actividades que antes les gustaba y una preocupación excesiva por el futuro y miedo a quedarse solas, enumera la especialista. «A veces, también ansiedad por la presión social que podemos sentir al alcanzar determinada edad y no haber cumplido los ‘estándares sociales’. Si llegas a los 30 o 35 años, lo socialmente esperado es que tengas un trabajo estable, pareja estable, a lo mejor hijos… Y, si esto no se alcanza, nuestro alrededor puede hacer preguntas constantes que nos presionan y nos crean ansiedad». Expresiones como «ya va tocando», «te vas a quedar vistiendo santos», «deja de buscar y aparecerá», escuecen en la autoestima de quienes han logrado alcanzar un estatus de independencia vital sin ninguna validación.

«El modelo familiar tradicional, entendido como familia nuclear heterosexual, sigue siendo el modelo mayoritario», recalca la socióloga María Jiménez. «Lo que sucede ahora es que los modelos no normativos son más visibles y están más tolerados, de modo que tomamos consciencia de la diversidad de formas de convivencia. Entramos en sociedades en las que se produce una democratización de los modelos de vida, y las personas experimentan una mayor capacidad de decisión sobre cómo quieren afrontar su vida doméstica, y eso siempre desde mi punto de vista es un avance». En ese sentido, la escritora Tenenbaum insiste en que las personas del colectivo LGTBIQ+ son más proclives a mantener relaciones de afecto y amistad después de una ruptura debido a que «tiene que ver con salir de la lógica del individuo y tomar la comunidad como unidad de análisis, como referencia y como horizonte de transformación; si las personas queer eligen no desaparecer de la vida de la otra cuando una relación sexual se acaba, también es porque tienen una noción de pertenencia y de colectivo», por lo que se construyen diálogos más allá del dolor.

Las familias monomarentales siguen creciendo en el país, a pesar de las trabas económicas y sociales, pues prefieren ser madres solas

Hay varios estudios científicos que apoyan la tesis de que la soltería es más óptima para el bienestar personal, ya sea Does singlehood isolate or integrate?, de la Universidad de Massachusetts, donde habla de que están más conectadas a su familia y amistades; también, Marital Status Continuity and Change Among Young and Midlife Adults, de la Universidad de Wisconsin-Madison, atribuía a que desarrollaban más sus aptitudes personales que aquellas personas que viven en pareja; a su vez, hacen más ejercicio, según el Centro Nacional de Estadísticas de la Salud de Estados Unidos; o los descritos por la tesis La salud de las mujeres desde la perspectiva de los determinantes sociales, de la Universidad de Girona, al estimar que no tener pareja está relacionado con mejores sueldos y percibir mejor su salud, aunque la presión fiscal esté por encima del 27,9% en comparación con las personas que con dos menores a su cargo esté rebajado al 15,6%.

En este sentido, España ha avanzado en el reconocimiento y la implantación de la igualdad de género, al contrario que los países donde estar soltera sigue siendo una lacra social que es penada con el ostracismo y afecta a las etapas más tempranas: la ONG Save the Children estima en un informe sobre el matrimonio infantil que más de 22.000 niñas mueren al año a causa del embarazo o parto de estas uniones que van en contra de los derechos de la infancia. En paralelo, el estigma en China hizo que la marca de belleza SK-II realizara una campaña con las mujeres de más de 25 años que al no casarse son nombradas como mujeres sobrantes. «Si ella no consigue el adecuado, nos romperá el corazón», dice un padre. Al final, surge con fuerza el mensaje de sus hijas pidiéndoles que las acepten tal y como son.

Estos escollos, más o menos acentuados, irrumpen en la cotidianidad y afectan al desarrollo personal, por lo que la psicóloga Tais Pérez señala que, tras hacer una evaluación específica ayudan a gestionar la ansiedad, como reseñan en el libro Tu ansiedad bajo el control, con el objetivo de que vivan plenamente su día a día. «Como buena cría del machismo y del capitalismo esos sentimientos han estado en mi mente. Incluso cuando no los he verbalizado o he verbalizado justo lo contrario para intentar convencerme», sostiene Nazara. «Tengo la suerte de rodearme de personas que me ayudan a disuadir esa sensación de culpa y no insisten en decirme cómo debería estar viviendo mi vida. Hace años que no escucho dirigidas a mí preguntas incómodas sobre mi vida sentimental y eso me da una gran satisfacción». Leer, cocinar, pasear, viajar, ver películas, regar las plantas… Acciones hechas en la intimidad del hogar como parte del autocuidado en mitad de la calma de esos espacios luminosos.

La maternidad

Otro gran foco que se sitúa sobre las mujeres solteras es la maternidad. Al margen de aquellas que deciden no serlo, están quienes con independencia de una pareja han resuelto acudir a clínicas de reproducción asistida para comenzar el tratamiento y, por fin, cumplir su deseo. Este era el último intento de Helena Talavera Ruiz. Maestra de infantil y psicopedagoga de 38 años, decidió que habían demasiados lastres económicos y emocionales como para seguir intentándolo. Y, en el último lance, lo consiguió. Ahora, la grancanaria está de siete meses y dentro de poco verá el rostro de Garoé y Ancor. «Yo tenía claro que quería ser madre y no lo veía vinculado a la necesidad de tener pareja y, a pesar de que la primera reacción de mi entorno más íntimo fuera ‘qué necesidad de tenerlo sola’, cambiaron rápidamente el chip y lo entendieron. A partir de ahí, hubo un apoyo pleno».

A su alrededor, hay tanto familias tradicionales como unidos por las redes sociales y aplicaciones de citas, de congéneres divorciados, del mismo sexo, «que forman totalmente parte de la normalidad, como la capacidad tanto de mujeres y hombres de emprender una vida y tener nuevos retos sin depender de alguien». No reniega de la relación de pareja, que ha sido tan enriquecedora en otros momentos, y reconoce que la condición de familia monoparental tiene sus propias trabas, ya sea la falta de ayudas o la dificultad de la conciliación cuando en España los hogares monoparentales han aumentado un 3% con respecto a 2019 y ya son 1.944.800, de los que un 81,4% del total son madres. Algunas de esas pinceladas se dan en la serie Vida perfecta, de la actriz y directora Leticia Dolera, que muestra entre risas y suspiros esa transición hacia la maternidad sin idealizar.

Ainhoa Reguera Plaza, periodista y delegada en Canarias de la Asociación Madres Solteras por Elección (MSPE). Las 40 socias han avanzado a 56 después de casi un año de acción en un territorio en el que hay 98.000 casos, «estamos en el proceso de hacer tribu». Las reivindicaciones del colectivo consisten, entre otras, en que se dé amparo en la nueva Ley de Familias a los núcleos monoparentales con un solo hijo o hija puesto que las ayudas están centradas en a partir de dos, «el 70% somos mamá o papá de uno solo, y llegar a fin de mes se complica bastante mientras que las familias biparentales tienen más disponibilidad para hacer frente a los cuidados», resalta. Aparte del primer desembolso en los centros privados -dado que las listas de espera de la pública son demasiado extensas para atender a una mujer en edad límite-, el agua, la luz, la comida, el material escolar, la ropa y demás, son gastos que asumen un bolsillo.

Además, la conciliación sigue siendo una tarea pendiente. En un momento en que la natalidad decrece, el Instituto Valenciano de Infertilidad advierte que los tratamientos de reproducción asistida a mujeres sin pareja aumentaron un 737% en la última década con más de 6.000 casos el año pasado. Razón por la que el teletrabajo, la flexibilización de horarios y el apoyo de cuidadores es indispensable. «La sociedad avanza mucho más que las leyes, aunque cuando hay comentarios como ‘si quisiste tenerlo sola, búscate la vida’ o que haya gente que considere que le hemos hurtado a nuestros hijos la figura paterna», dice la representante. Quedó embarazada de su hijo Daniel, luz de sus ojos, a los 36 años, «cada una tendrá su argumento y, en mi caso, yo quería ser madre con la libertad de no sentirme unida a alguien por el mero hecho de ser padres, tal y como percibo las relaciones amorosas y cómo soy, tomé la mejor decisión para mí y mi hijo».

El futuro

Uno de los mayores restos en el futuro de la soltería es la soledad no deseada en un mundo en el que se sigue responsabilizando a la familia del acompañamiento. La Organización Mundial de la Salud notifica en un estudio de 2021 que más de un 30% de personas mayores se sienten solas y asegura que acorta y afecta a su calidad de vida. Aún así, la socióloga Marta Jiménez contempla una oportunidad de cambio: «La Ley de Dependencia trataba de introducirnos como país en un modelo de responsabilidad colectiva de los cuidados, pero su desarrollo se ha visto totalmente paralizado precisamente porque se le ha dado prioridad a las demandas del mercado y no a las necesidades derivadas del ‘sostenimiento de la vida’ como eje central de la organización social. Debemos seguir avanzando en un modelo donde no disponer de un núcleo familiar que cuide suponga una experiencia traumática para la vejez. Para nadie».

Asume que la integración del Estado, el mercado, la comunidad y las unidades de convivencia deben superar el peso que recae ahora en las familias: «Es una falacia pensar nuestra sociedad como una suma de individuos plenamente independientes, porque la realidad es que todas las personas somos interdependientes durante toda nuestra vida. Es reconociendo esa interdependencia en todos los terrenos y en todos los ciclos de la vida cómo podríamos generar y desplegar formas más diversas de cuidado, que superen la ficción de que es la familia la única garantía de disponer de apoyo, sobre todo entre los mayores». Alternativas como el cohousing, en el que conviven alojamiento y servicios con un grado alto de participación en la creación del proyecto, abren un abanico de posibilidades. Ante lo que Nazara comenta, «miro con ojitos golosos los proyectos y movimientos sociales relacionados con el alojamiento compartido y la convivencia en espacios que combinan zonas comunes y privadas especialmente pensando en mi madurez y vejez; vamos hacia experiencias compartidas, pero creo que aun queda mucho que recorrer en ese sentido». Las amistades, las familias, la pareja, otras formas de entender la comunidad empiezan a cobrar otro significado.

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