Urgencias al borde del colapso

El servicio sanitario se convierte en el cajón de sastre al que llegan todos los pacientes sin atender en el resto del sistema | Su sobresaturación pone de manifiesto el fracaso de la Sanidad para adaptarse al envejecimiento poblacional

Urgencias al borde del colapso

Urgencias al borde del colapso / E. D.

Verónica Pavés

Verónica Pavés

«Siento vergüenza como profesional». Patricia –nombre ficticio para proteger su identidad– no se lo para de repetir cada vez que atraviesa los pasillos de urgencias del Hospital Universitario de Canarias (HUC). Desde las camillas los pacientes que llevan varios días postrados en una colchoneta de 12 centímetros le ruegan atención. A su pesar, debe ignorar sus peticiones. Si se detiene, será imposible ver a todos los pacientes que esperan a ser atendidos. Sin dejar de mirar hacia delante deja atrás al paciente, que clava su mirada enfadada en la médico y resopla de dolor.

Urgencias al borde del colapso

Urgencias al borde del colapso / Verónica Pavés

Las urgencias se han convertido en el «cajón de sastre» de la Sanidad al que llegan todos los pacientes que no han podido ser atendidos en otros niveles asistenciales, aquellos que han empeorado su condición crónica por una situación sobrevenida y un pequeño porcentaje de emergencias de vida o muerte. No en vano, alrededor de un 80% de los pacientes que atienden los servicios de urgencia de Canarias hoy en día son geriátricos, con múltiples patologías crónicas que acaban quedándose varios días ocupando una camilla –una colchoneta de pocos centímetros– hasta ser ingresados en planta. «No les podemos dar la solución que necesitan», advierte Miguel –nombre ficticio para proteger su identidad–, que lleva más de una década trabajando en el servicio del Hospital Insular Materno-Infantil de Gran Canaria.

Urgencias al borde del colapso

Urgencias al borde del colapso / Verónica Pavés

La frustración que siente Patricia por no poder realizar una correcta atención al paciente que entra por la puerta de Urgencias, no disponer de las herramientas para paliar el intenso dolor que sufren, tener decenas de personas en la puerta sin atender por falta de camas y, en definitiva, por «dejar el servicio peor de lo que estaba cuando empezó el turno»; es un sentimiento que se repite en todos los profesionales de Canarias, a excepción de los de El Hierro y La Gomera, que viven una situación algo menos tortuosa.

Urgencias al borde del colapso

Urgencias al borde del colapso / Verónica Pavés

Desde hace un año las urgencias canarias parecen estar al borde del colapso de forma continua. Así al menos lo han corroborado más de una decena de profesionales consultados (quienes desean conservar el anonimato por miedo a represalias), en representación de los nueve hospitales de las Islas, las urgencias extrahospitalarias y el sector de las ambulancias, que afirman que, en general, los problemas de las urgencias han pasado de ser puntuales a estructurales. Miguel, del Hospital Insular Materno-Infantil de Gran Canaria, lo explica con la siguiente frase: «antes teníamos días buenos, pero ahora tenemos muy pocos buenos y muchos malos». Lo normal ahora es que «todos los turnos comiencen con personas hacinadas en los pasillos», con entre 70 y 100 pacientes pendientes de ingreso y varias camas ocupadas por problemas sociales.

Los pacientes notan el colapso en la espera, que varía según el hospital y la gravedad. Los celadores, auxiliares, enfermeros y médicos de urgencias siguen un estricto protocolo en el que, a partir de ciertos criterios de gravedad, se dividen los pacientes. En el primer y el segundo nivel, que corresponden a situaciones de mayor gravedad y urgencia, los pacientes se tratan desde que entran o apenas 10 minutos después de llegar a Urgencias. Los niveles 3 y 4 , al que van los pacientes con patologías que pueden esperar, es donde se produce el embudo.

Estos pacientes, según las guías clínicas, no deberían estar esperando más de dos horas, dependiendo de su hospital de referencia, pueden llegar a estar entre 4 y 12 horas. En el Hospital de La Candelaria, por ejemplo, de media están de 3 a 6 horas, y en los peores casos hasta 8. En el Hospital Universitario de Canarias los pacientes pueden llegar a estar «tirados» 12 horas antes de ver a un médico, según explican los profesionales de ambos centros. En este último caso, «desde la dirección de enfermería se ha llegado a pedir a las enfermeras que hagan triaje varias veces al mismo paciente, para evitar que se descompense», asegura Patricia, con respecto a la situación del HUC.

Las causas

Aunque siempre han habido picos de asistencia puntuales (en invierno), la sobresaturación estructural «es un problema que hemos empezado a notar este año», afirma José Manuel Pavón, presidente de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (SEMES) en Canarias y coordinador del Plan de Urgencias de Canarias (Pluscan). No obstante, como insiste Pavón, el colapso de urgencias un fenómeno que no solo se está produciendo en Canarias, si no que se repite en muchos países. En especial en aquellos que, como Canarias, tienen un ratio de camas hospitalarias menor a 5 por cada 1000.000 habitantes.

Algunas gerencias han afirmado que esta nueva situación se debe al aumento de la demanda. Pero, si bien es cierto que en 2022 se atendieron un 10% más de urgencias que en 2021, con respecto a 2019, los «números muy similares», admite Pavón.

Los profesionales creen que no hay un solo motivo que pueda justificar el colapso continuo, más presente en las islas capitalinas que en el resto. El secretario del Consejo Canario de Colegios Oficiales de Enfermería, Luis Vega, considera que parte de responsabilidad la tiene el sistema sanitario, por sus altos tiempos de espera por una cita con el médico de cabecera en Atención Primaria (de media 9 días), las listas de espera quirúrgicas, los limitados recursos de las urgencias extrahospitalarias, la falta de camas de ingreso hospitalario (Canarias tiene uno de los índices más bajos de España, con 2,1 camas por cada 100.000 habitantes) o la propia gestión de las altas hospitalarias.

Sin embargo, los profesionales aseguran que en el colapso de urgencias también subyace una mala gestión del sistema de bienestar en relación al envejecimiento de la población y, por ende, de los Servicios Sociales. El problema más evidente es que un total de 480 las personas con alta médica que permanecen «prisioneros de los hospitales», tal y como calificó el propio consejero de Sanidad, Blas Trujillo.

Los llamados «problemas o distocias sociales» son personas mayores con un alto grado de dependencia que una vez llegaron a urgencias, no volvieron a marcharse. «La mayoría está meses, pero alguno puede llegar a estar años», explica Rodrigo –nombre ficticio para proteger su identidad–, enfermero de urgencias del Hospital de La Candelaria. El escenario se repite en todos los centros, incluso en los de las islas menores.

Estas personas a menudo permanecen rehenes de las urgencias en condiciones que, como destaca uno de los enfermeros del Hospital de Fuerteventura, llegan a ser «inhumanas». Además de tener que dormir en una colchoneta de pocos centímetros con riesgo a crear úlceras, también suelen carecer de intimidad –se les coloca a varios juntos dentro de un box de observación separados por biombos–, de luz solar, de baños cercanos, de cobertura móvil y de ningún tipo de entretenimiento. Esto se reproduce, según las fuentes consultadas, en la mayoría de centros hospitalarios de las islas. Algunos han tomado medidas, como habilitar nuevas áreas para trasladar a estos pacientes sociosanitarios, al menos, a planta, donde pueden tener una mayor comodidad. Sin embargo, esta solución es solo un parche. Pues son personas que siguen ocupando una de las pocas camas hospitalarias disponibles y, por ende, dificultan el acceso de los nuevos pacientes de carácter agudo que requieren un ingreso.

El problema es de sobra conocido. No hay camas sociosanitarias para la ingente demanda que existe. Según un estudio de la Asociación Estatal de Directores y Gerentes en Servicios Sociales, Canarias es la comunidad autónoma con menos plazas residenciales por habitante, tanto públicas como privadas. Con un total de 9.927 plazas apenas se puede dar cobertura al 3% de la población mayor de 65 años, cuando la ratio ideal es del 5%. Según este mismo informe, Canarias tiene un déficit de 8.709 plazas residenciales, prácticamente la mitad.

El consejero de Sanidad ha llegado a decir que «la sanidad está tremendamente afectada por este asunto», aunque ha puesto la pelota en la Consejería de Derechos Sociales al considerar que «es un problema sociosanitario». Trujillo también ha criticado al bajo nivel de ejecución del Plan Sociosanitario de Canarias 2017/2020, haciéndolo responsable de esta situación. El consejero de Sanidad ha tratado de drenar a estos pacientes en los últimos meses. Entre septiembre y enero derivó a 401 personas a centros sociosanitarios. Pero mientras el Gobierno se pone de acuerdo en quién debe tomar la sartén por el mango, los problemas en las Urgencias se siguen acumulando.

El estrés, la desazón y la desmotivación de los profesionales está pasando una factura cuantiosa. Si bien los servicios de Urgencias siempre han sido «máquinas para picar profesionales», resalta Miguel, del Hospital Insular, la situación se ha agravado en los últimos años. El paso de la pandemia ha provocado una enorme pérdida de médicos, enfermeros y auxiliares veteranos, que decidieron buscar una vida más tranquila en otros servicios sanitarios.

Pero el éxodo del personal no ha acabado. Los que entraron por los puestos que quedaban vacantes ya se están replanteando abandonar el barco. «En los últimos 5 o 6 años hemos perdido 30 enfermeros», asegura un profesional de Fuerteventura que advierte que se está produciendo «una fuga de capitales». El HUC, el Hospital de La Candelaria, el Hospital Insular-Materno Infantil, el Hospital Doctor Negrín, el Hospital de Fuerteventura y el de La Palma han perdido gran parte de su personal en los últimos años. Y si bien los puestos vacantes han sido reemplazados y las plantillas han crecido en los últimos dos años, los profesionales insisten en que se está perdiendo valor añadido y la experiencia de aquellos que llevaban más tiempo en el servicio.

Efecto mariposa

El colapso de las urgencias repercute, como si de un efecto mariposa se tratara, en el resto del sistema sanitario. Cuando no hay camas disponibles en urgencias, las ambulancias que llegan no pueden dejar a los pacientes –a excepción de aquellos cuyo problema sea de una gravedad máxima–. Si las ambulancias no pueden dejar a los pacientes deben esperar a las puertas de urgencias durante varias horas (hasta 4 o 5). Y si las ambulancias no están en circulación, tampoco están disponibles para que la Atención Primaria pueda derivar a pacientes. José Manuel Pavón cree que el origen está en la falta de camas. «Esto está ocurriendo en todos los lugares del mundo en el que hay una falta de camas», explica.

María –nombre ficticio para proteger su identidad–, trabaja en un Servicio Normal de Urgencias (SNU), adscrito a Atención Primaria, de la isla de Tenerife. Cada noche es una nueva odisea para ella. Acaba de salir de guardia, la noche anterior tuvo a un paciente con una fractura y 39º de fiebre que llegó a las 2:00 de la mañana y a las 9:00, cuando acabó el turno, «seguía ahí». «Nuestro sistema está diseñado para ser muy dinámico y si el paciente viene con un cuadro de gravedad debemos remitir al nivel asistencial pertinente», explica. Sin embargo, hay días donde intentar realizar la más simple de las tareas es imposible. «Llamamos al 1-1-2 y nos dicen que no nos pueden enviar ambulancias porque están retenidas en las Urgencias. Mientras, nos piden que lo mantengamos en el SNU hasta que estén disponibles», explica. Ni los SNU ni los puntos de atención continuada cuentan con recursos suficientes como para atender patologías que requieren pruebas adicionales. «Yo no puedo hacer resonancias ni escáner, tampoco tengo antibióticos ni una UVI», destaca. Además, la médico ve con cierta preocupación la deriva de transformar a estos centros en unos mini-hospitales: «soy partidaria de que cada nivel asistencial se dedique a lo que tiene que hacer». En todo caso, la Consejería de Sanidad ya está intentando dotar de un mayor rango de acción a estos servicios de unos análisis de bioquímica seca, con la que hacer un diagnóstico más certero de algunas patologías antes de decidir derivarla.

El hartazgo por esta situación también permea entre los trabajadores de las ambulancias. «No sé cómo el sistema está sobreviviendo», admite uno de los médicos que trabaja cada día llevando y trayendo pacientes enfermos a las urgencias de Tenerife. Corrobora que, más veces de las que le gustaría, su ambulancia se queda parada en la calle que da al servicio de urgencias porque «no hay camillas suficientes». «Es imposible descargar al paciente», resalta. La espera de una ambulancia, «con el paciente dentro», puede llegar a ser de hasta cinco horas.

La sobresaturación de las urgencias de los hospitales no es igual en todas las islas. El Hierro y La Gomera gozan de una situación privilegiada en la que sus profesionales pueden realizar su trabajo con normalidad a menudo. La baja densidad de población ayuda a que la demanda asistencial no sea demasiado alta y que las camas de ingreso resulten suficientes.

En un segundo nivel de sobresaturación se encuentran los hospitales de Lanzarote, Fuerteventura y La Palma, donde se detectan picos asistenciales puntuales, en especial durante el invierno, debido al aumento de infecciones respiratorias. En el caso de Lanzarote y Fuerteventura, el problema surge de la alta densidad poblacional (156.112 y 120.021 habitantes, respectivamente) y de la población flotante turística. En el caso de Fuerteventura, además, se une infraestructura pequeña y poco adaptada a las necesidades. A La Palma le pesa su población envejecida: la edad media de la población es de 45,2 años y el 21,1% de los palmeros tienen más de 65 años.

Las urgencias hospitalarias de las dos islas capitalinas, Tenerife y Gran Canaria, se encuentran en el último nivel de saturación: un colapso que los profesionales consideran estructural. En los hospitales se repite la misma situación día tras día. Los turnos comienzan con pacientes en los pasillos, personas esperando por un ingreso hospitalario durante días, mayores con el alta y a la espera de una cama sociosanitaria, colas de ambulancias esperando horas para «descargar» y largos tiempos de espera para el paciente.

Sin embargo, hay dos hospitales donde la situación parece exceder, incluso, el nivel de saturación del resto: el Hospital Universitario de Canarias (HUC) y el Hospital Insular Materno-Infantil de Gran Canaria.

El declive comenzó en 2020. Desde entonces, tanto los trabajadores como los sindicatos (UGT y Satse), han ido denunciando reiteradamente los problemas que existen en el servicio y que, según ellos, se han agravado con el tiempo. «El personal está devastado porque no vemos solución», asegura una de las trabajadoras. Como narra, las patologías que deberían ser «ingreso inmediato» están tardando de 7 a 10 días en subir a planta, hay pacientes «atados» durante 12 horas y las ambulancias se acumulan cada día a las puertas del hospital. Tanto el personal como las camas de urgencias y hospitalización han aumentado en el HUC, pero los profesionales afirman que «no se nota», porque consideran que hay un fallo «en el drenaje». «No damos a basto porque las urgencias están ocupadas por pacientes que no pertenecen a este servicio», explica. La situación ha llegado a ser tan grave que, desde hace unas semanas, los jefes terminan los turnos rellenando un «descargo de responsabilidad» por lo que pudiera ocurrir. Los trabajadores achacan este declive a una «gestión» ineficiente.

Los sanitarios del Hospital Insular de Gran Canaria también han denunciado en distintas ocasiones un desbordamiento asistencial «difícil de gestionar». Al igual que el HUC, suele amanecer todos los días con pasillos repletos de pacientes y ha llegado a derivar ambulancias al Hospital Doctor Negrín por ser incapaz de atender. En este caso, el problema también viene derivado de una infraestructura pequeña y poco adaptada a las necesidades así como el crecimiento poblacional. De ahí que muchas veces se vean desbordados con más de 100 pacientes esperando por una cama de ingreso –lo que equivale a cuatro plantas de hospitalización en el centro–. En este hospital se preparaba la licitación de un nuevo edificio, tras la demolición del antiguo Colegio Universitario de Las Palmas (CULP), para poner en marcha un nuevo servicio de urgencias. La obra, sin embargo, sigue en el aire. Los profesionales, especialmente la enfermería, han sido muy reivindicativos en este tiempo, y han creado el lema #pasilloscero, para tratar de acabar con el hacinamiento de pacientes y las terribles condiciones en las que se encuentran.

La mayoría de los profesionales resta responsabilidad a sus gerencias porque, aseguran, «hacen lo que pueden» para parchear este problema estructural. Por su parte, el Plan de Urgencias Sanitarias de Canarias (Pluscan) se redactó durante la legislatura anterior para tratar de hacer frente a los problemas de falta de infraestructura y de recursos humanos. Sin embargo, como advierte Pavón, no es la panacea. «Está diseñado para mejorar la atención a pacientes, pero no va a arreglar el problema», resalta, y concluye: «lo que necesitan las urgencias es un gran Pacto de Estado».

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