Qué suerte vivir aquí

Deepak Daswani

Hola, me llamo Deepak Daswani, y soy canario, de origen hindú. Así es como suelo presentarme a la hora de empezar una conferencia en la Península, o en algunos países de Latinoamérica. Porque en Burgos, Oviedo, Gijón, León, Zaragoza, Huelva, Logroño, Pamplona, Cádiz… o alguna de las numerosas ciudades de España donde me ha tocado estar durante los últimos 10 años, no es habitual conocer a ningún hindú. Menos aún, uno con acento canario. Si en mi caso particular le añadimos que mis rasgos físicos no se corresponden con los característicos de mi comunidad, la confusión es aún mayor. De ahí el primer chiste con el que suelo intentar acercarme al público. Pregunto a los asistentes si alguien ha paseado por el centro de las calles de Tenerife. Para aquellos que asienten levantando la mano, continúo con la siguiente cuestión. «¿Alguno se ha percatado de la cantidad de hindúes que hay trabajando en tiendas de electrónica? Pues yo soy uno de esos, igual me cambiaron en el hospital».

La anécdota que he utilizado para comenzar este artículo sirve para introducir un poco la idiosincrasia de la comunidad hindú en nuestras Islas. Conocidos en su mayoría por esos comercios donde tanto los canarios como gente de otras comunidades acude a comprar gangas tecnológicas (hasta que llegaron las grandes superficies y la crisis económica) o artículos textiles.

Fueron nuestros ancestros de varias generaciones atrás los que emigraron desde muy lejos para llegar a estas tierras en busca de un futuro mejor. En concreto mi abuelo y sus hermanos fueron de los primeros hindúes en establecerse en Canarias. Con el paso de los años muchos paisanos fueron llegando y formando aquí sus familias, hasta constituir esta comunidad tan representativa en nuestras Islas. Mi padre llegó con 12 años, yo he tenido el privilegio de nacer aquí, así como lo han podido hacer mis pequeños, Lara y Ranvir. Son cuatro nuestras generaciones y de otras muchas familias que han crecido en el Archipiélago, integrándose de lleno con la comunidad canaria.

A día de hoy, cualquier persona de las Islas tiene algún amigo hindú, o conoce algún hindú, por lo que está familiarizado con nuestra comunidad. El carácter afable o la hospitalidad, la trascendencia de la familia, la devoción a los mayores, la destreza para el regateo de los precios, así como las habilidades comerciales son algunos rasgos distintivos de los hindúes para cualquiera que viva en Canarias.

De igual modo algunas de nuestras festividades, que tienen gran repercusión en cualquier lugar del mundo. Cualquier persona que conozco, ya no solo aquí sino en diferentes países, hace referencia a las bodas hindúes. Es algo que siempre suscita mucho interés en la gente. Les apasiona pensar en celebraciones por todo lo alto durante varios días, llenas de colorido, ornamentación, vestimentas tradicionales, así como innumerables bailes y música de Bollywood.

Con el paso de los años, las tradiciones, costumbres, gastronomía y muchos otros aspectos de nuestra cultura, que las familias hindúes han preservado y transmitido entre generaciones, son conocidas e incluso compartidas por la gente de esta tierra.

Esto, que suena muy bonito, no es algo trivial ni se ha logrado de la noche a la mañana. El mundo ha evolucionado mucho en estas últimas décadas. En mi época, éramos tres niños hindúes de más de 90 alumnos para las tres clases desde Kinder en el colegio La Salle San Ildefonso, y eso nos hacía ser diferentes. Esta distinción se hacía evidente ya no solo por el aspecto físico (aunque en mi caso particular esto no se note), sino en momentos significativos como a la hora de pasar lista, por la rareza de nuestros nombres. A día de hoy en las clases de mis hijos, hay niños de muchas otras culturas, así como niños canarios con nombres foráneos, por lo que existe más tolerancia en este aspecto.

Lo mismo sucedía a la hora de la merienda en el cole cuando desde casa me hacían un sándwich de chutney, esa salsa que ahora todo el mundo conoce porque te la puedes encontrar no solo en un restaurante hindú, sino en cualquier cocina de fusión. Lo que ahora es exótico y cool, en aquella época no lo era tanto. Mis compañeros de clase se sorprendían, pensando que llevaba sándwiches de mojo verde.

A mí, de hecho, me encanta el mojo verde, ya que como buen hindú supongo soy amante de las salsas y la comida condimentada. Las papas con mojo probablemente serían uno de mis platos favoritos, de esos que pediría en una última cena. Una de las costumbres inherentes a nuestra cultura hindú que a día de hoy sigo conservando es la del chae. Mi taza de té al despertar esté donde esté y también a media tarde es sagrada. Pero igualmente lo es el cortado en el bar con la pulguita. Eso es innegociable.

Quiero decir con esto que me considero un afortunado por haber podido nutrirme de lo mejor de los dos mundos, al haber nacido en el seno de una familia hindú, en la que para mí es la tierra más bonita del mundo. Sí, le tengo mucho arraigo a estas Islas, y he llevado su nombre orgulloso allá donde he tenido el privilegio de estar durante tantos años de conferencias. No me perdería ni un día de nuestro maravilloso Carnaval, al igual que celebro el Diwali y todas las festividades que vengan tanto de un lado como del otro. Me apunto a todo lo bueno.

Creo que es lo bonito de la integración de estos mundos. Que no habría sido posible sin el esfuerzo y la dedicación de muchas personas que han contribuido durante años a este proceso, tanto hindúes como canarios. Tenemos en nuestro Archipiélago la comunidad hindú más grande y la más antigua en España, una pequeña India en las islas.

Somos, desde hace muchos años, ejemplo vivo y real de este mundo global, que a día de hoy ya no entiende de fronteras. Más desde que existe el ciberespacio, que conozco muy bien. Ese conglomerado de ceros y unos donde podemos conectarnos con personas en cualquier recóndito lugar gracias a la tecnología. Una tecnología que pronto nos traerá un nuevo mundo, el metaverso. Esperemos que en ese metaverso también exista un lugar común para hindúes, canarios y cualquiera que quiera formar parte de él. Un archipiélago de islas empapadas de ambas culturas. Será la mejor forma de sentirse como en casa en ese nuevo universo digital que nos espera.

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