Opinión

La universidad que queremos

La universidad que queremos

La universidad que queremos / Laura Ezama

Laura Ezama

La universidad actual precisa de un cambio efectivo que abarque aspectos administrativos, docentes y legales. El entorno académico ha sido espectador de grandes logros estudiantiles a lo largo de la historia. Sin embargo, junto a las celebraciones de éxito profesional, se han venido detectando aspectos que deben mejorarse con el fin de mantener los principios que definen al sistema de educación superior.

Las universidades se enfrentan al reto de incorporar nuevas tecnologías, modelos educativos disruptivos o, inclusive, a la supervisión exhaustiva del cumplimiento de normas específicamente diseñadas para mantener el orden y la justicia en los procesos selectivos. En otras palabras, la universidad de nuestra era debe enfrentarse al despegue tecnológico, a formatos de integración del conocimiento eficaces atendiendo a estas nuevas tecnologías y a la lucha por derechos que, hasta el momento, no habían sido tan reclamados.

Ante tal tesitura, y con el objetivo de hacer frente a esta avalancha de necesidades, requerimientos y revisiones, surge el asociacionismo. Una fuente de ayuda para la detección, observación y recopilación de información útil para la mejora del sistema en colaboración interinstitucional. Precisamente, en esta misma línea, la Asociación de Jóvenes por la Investigación de Tenerife (Jinte) lleva varios años desarrollando su actividad con el fin de lograr cuatro metas principales; 1. El fomento de la ciencia, la cultura y la investigación científica profesional; 2. La difusión del trabajo de los jóvenes investigadores/as de Canarias; 3. La potenciación de las condiciones laborales dignas para los jóvenes investigadores/as de Canarias; 4. La defensa de los derechos de los jóvenes investigadores/as.

La información que Jinte ha podido recopilar abarca innumerables aspectos. Sin embargo, en los últimos tiempos se han esclarecido ciertos puntos que tienden a reincidir y que se pueden organizar en tres grandes bloques o secciones.

El primero es la necesidad de mejora en cuanto a administración, docencia y servicios. El segundo es el requerimiento de un mejor control y asesoramiento en los procedimientos legales para la integración en el entorno laboral. Y el tercero y último es la demanda de mejoras en materia de docencia e infraestructuras, como la creación de nuevos espacios o la modernización de grados y másteres. En su conjunto, estos datos suponen piezas clave o de alto valor para el sistema universitario, ya que pueden servir de guía dentro del entorno académico para construir conjuntamente la universidad que queremos.

En cuanto a la preocupación general que se ha venido detectando en Canarias por la mejora en los servicios administrativos y de gestión docente universitarios, creemos que son varios los aspectos a mejorar.

Por una parte, el alumnado de la Escuela de Doctorado y Estudios de Posgrado (EDEP) de la Universidad de La Laguna muestra su preocupación por la falta de personal para la gestión de procedimientos administrativos. Específicamente, argumentan que esto ocasiona una demora en la resolución de procedimientos administrativos, así como el riesgo de desgaste profesional o burnout que esto pueda suponer para el propio personal trabajador de la EDEP.

Por otra parte, tanto el personal docente como el investigador ha mostrado una postura firme comunicando que los aspectos burocráticos actuales abarcan una cantidad de tiempo considerable, lo que restringe la realización del trabajo docente e investigador durante la jornada laboral. Ante esto, los profesionales apuestan por la implementación de nuevos sistemas de gestión que faciliten la ejecución de las tareas administrativas.

Un ejemplo de ello fue la creación del RAPI, en la Universidad de La Laguna, cuya finalidad –entre otras– era la facilitación de la incorporación de los planes de trabajo y de las actividades de los alumnos/as de doctorado en la base de datos de la universidad. Sumado a lo anterior, cabría cuestionarse cuáles son los factores que dificultan la integración y la renovación de personal en el entorno universitario y si, realmente, estamos ante una etapa de crisis en las aulas.

Claramente nos encontramos ante un reto. Un concepto de crisis que, tal y como la RAE define, supone un «cambio profundo y de consecuencias importantes en un proceso». Es por ello que aspectos como la limitación presupuestaria, el restrictivo margen temporal legislativo para hacer efectiva la integración del personal, o los plazos para la adquisición del capital juegan un papel crítico en la mejora de las condiciones del sistema universitario. Por ende, las instituciones de educación superior se enfrentan a un escenario complejo. Un contexto que precisa de un cambio estructural y que engloba un proceso de resiliencia del que saldrá una universidad renovada, resolutiva y referente.

Por último me referiré al control en los procedimientos legales para la integración de personal en el entorno laboral. Algo que ha sido solicitado a lo largo de los últimos años y que ha traído consigo cambios positivos para docentes e investigadores/as. Sin embargo, parece que aún queda bastante camino por recorrer en la lucha contra la precariedad laboral. Un ejemplo de ello es la inquietud que muestran los trabajadores/as que ocupan figuras como la de Profesor Contratado Laboral en régimen de Interinidad a tiempo parcial (CLI).

En estos puestos, los profesionales insisten en la necesidad de un incrementar su salario y su jornada laboral. También se advierten otras cuestiones llevadas a debate por los investigadores/as, como la endogamia o la praxis en la gestión de plazas. Sin duda, el personal docente e investigador está reclamando mejoras en sus condiciones de trabajo, insiste en evitar normalizar la precariedad laboral –que puede ir asociada los requerimientos de obtención de méritos– y pone de manifiesto la importancia de la externalización de las comisiones de baremación (Artículo 71.1.b. de la LOSU).

En conclusión, la universidad moderna está afrontando una multitud de retos. Resulta revelador llegar a la conclusión de que uno de los puntos estratégicos para el éxito institucional parte del acompañamiento y de la colaboración entre entidades. Este hecho deja patente que la colaboración entre las diferentes entidades, gobiernos y organismos es fundamenta, y me atrevería a decir, crítica, a la hora de identificar y abordar las necesidades del alumnado, profesorado, y personal investigador y administrativo en los sistemas de educación superior.

Asociaciones como JINTE se constituyen para enfatizar la importancia de la labor científica, así como para mediar entre profesionales e instituciones. Para finalizar, acorde a Paul J. Meyer podemos converger en que, para alcanzar la universidad que queremos, «la comunicación humana es la clave del éxito personal y profesional». Por ende, elementos como la escucha activa, la atención y proactividad, o la búsqueda de soluciones a las necesidades y preocupaciones del alumnado y del personal laboral universitario son esenciales en el sistema educativo actual.

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