Entrevista | Francesc de Carreras Jurista y catedrático de derecho de la UAB

«La nueva ley orgánica acentúa los males del sistema más que solucionarlos»

El catedrático de Derecho de la Universidad Autónoma de Barcelona Francesc de Carreras.  |

El catedrático de Derecho de la Universidad Autónoma de Barcelona Francesc de Carreras. | / El Día

Verónica Pavés

Verónica Pavés

El jurista catalán Francesc de Carreras (1943) ha sido testigo de los profundos cambios que ha soportado la institución en pocas décadas. Su experiencia le ha permitido identificar los dos grandes males de la universidad: el sistema de contratación docente y la gobernanza.

La universidad parece estar sumida en una crisis permanente ¿dónde cree que se origina?

Para entender la crisis actual hay que viajar atrás en el tiempo. En la década de los 70 se produjo una crisis en la institución que, sin embargo, suponía un cambio positivo. Coincidió con ese momento en el que se abogaba por la expansión de las universidades. Pero esa apertura a la sociedad se podía hacer bien o mal. Y si bien hay algunos aspectos que se han adaptado bien, otros no han tenido la misma suerte. Recordemos que hasta ese momento, la universidad estaba regida por una ley mitad del siglo XIX y apenas se contaban unas 13 universidades en España. La universidad era una institución reservada para clases medias y altas. Y de esa universidad de élite se pasa a una de masas. Crecen los alumnos y se empiezan a construir nuevas universidades porque la oferta crea demanda...

Un aspirante a profesor ya no tiene que explicarse delante de un tribunal ni aprobar unas pruebas públicas

¿Cree entonces que la crisis comienza en esa apertura a la sociedad?

Sí. Mire, son tres pilares básicos los que configuran la universidad: los alumnos, los profesores y los edificios –principalmente la biblioteca o los laboratorios–. En los 70 y principios de los 80 se empieza a regular estos pilares porque las leyes antiguas no bastaban. Y en esa regulación surgen, por ejemplo, las normas de acceso del profesorado. Naturalmente para formar un profesor se necesita un tiempo relativamente largo, de unos diez años. Es decir, si uno entra a la universidad con 22 años, a los 32 ya debería haber elaborado una tesis, haber hecho estancias en distintos países y con eso, empezar a dar clase. Pero esos tiempos no correspondían con la demanda que empezó a tener la universidad, a la que, como es también natural, empezaron a llegar centenares y miles de alumnos. Aunque ahora estoy jubilado, recuerdo dar clase en aulas enormes de 300 personas con gente de pie, por el suelo y tomando apuntes. También recuerdo que cuando empecé a dar clase, en el 68, no tenía formación suficiente para impartirla y la fui adquiriendo con el tiempo. Después de aquel profundo cambio empezaron a entrar profesores muy poco cualificados. Y quizás esa forma de proceder estuviera justificada entonces, pero ahora, 50 años después, sigue sucediendo. Por tanto, sí. Creo que el problema de la universidad reside en que pasó de estar diseñada para élites a abrirse a las masas en poco tiempo y sin ninguna planificación.

Han pasado ya 50 años de aquello y la universidad permanece en crisis, ¿qué ha ocurrido desde entonces para que no haya podido levantar cabeza?

Si hablamos de universidades públicas yo identifico dos problemas graves. El primero es el acceso del profesorado y en las condiciones en las que se produce. Hasta finales de los 70 y principios de los 80, los profesores accedían a un puesto dentro de la universidad realizando unas oposiciones en las que tenían que aprobar unas pruebas teóricas y se enfrentaban a un tribunal. Esas pruebas fueron reduciendo su dificultad con el tiempo, lo que causó que, a lo largo de la década de los 80, se produjera una entrada masiva de profesores sin prácticamente filtro. A partir de 2007 esas oposiciones desaparecen y se establece que, para que un aspirante pase a ser titular o catedrático, debe presentar un currículum y los trabajos que ha realizado a las agencias de evaluación estatales o autonómicas. Esto ha provocado que los aspirantes a profesor ya no tengan que explicarse delante de un tribunal ni pasar unas pruebas públicas. Ahora todo el proceso se realiza a través de papeles y con comisiones que juzgan la idoneidad de una persona sin control sobre la calidad de su docencia e investigación y muchas veces, sin ni siquiera ser especialistas en su materia.

Se está concediendo dinero sin ningún control o relación jerárquica a la institución universitaria

¿Y cuál sería el segundo mal de la Academia?

Sin duda, la organización interna de la universidad. Se la califica como autónoma y democrática, pero, ¿hasta qué punto lo es realmente? En lo que se refiere a su autonomía, la universidad cubre más o menos el 15% de sus gastos con las matrículas. El resto lo facilitan los poderes públicos: Estado o comunidades autónomas. Se concede así un dinero sin ningún control o relación jerárquica a la institución universitaria. Por otra parte, la institución universitaria está regida por un rector, por decanatos y asambleas, entre otros órganos. ¿Y sabe que tienen todos en común? Que son elegidos por la misma universidad. Esto a lo que llaman democracia no es más que corporativismo universitario. No existe, por tanto, una relación democrática ni con los impuestos de los ciudadanos ni con el gasto público. El dinero va a la universidad y esta se lo gasta en lo que quiera, por decirlo de forma bruta.

Las universidades españolas son las únicas de Europa que eligen a su rector únicamente por medio del voto de la comunidad universitaria, ¿debería cambiar el modelo?

Es un modelo muy modificable. Apareció durante la Transición donde todo debía ser democrático. Se entendió así que la democracia en la universidad suponía que los universitarios eligieran a sus propios miembros, aunque estuviera financiados por los reales representantes del pueblo, los políticos.

Si uno entra en la universidad y se da cuenta de que no es su lugar es mejor que deje su plaza

¿Cree que este sistema de gobernanza en las universidades facilita la endogamia?

Creo que la endogamia tiene más que ver con el problema del acceso del profesorado al que me referí anteriormente. Como le comentaba ya no se hacen oposiciones. Y, con esta habilitación general, el acceso a la universidad se realiza mediante comisiones en las cuáles no hay especialistas en cada materia. Así no es posible saber si el trabajo que presenta alguien es repetición de otro, vulgaridades del momento o si son buenos, malos o regulares. Es un sistema disparatado. Dicho lo cual, esto no quiere decir que en un departamento donde exista un grupo o una persona que se lo tome en serio y busque a los mejores profesionales, este sistema pueda funcionar. Sin embargo, esto es más excepción que regla.

¿Qué opina sobre la nueva Ley Orgánica del Sistema Universitario (LOSU)?

Creo que esta ley acentúa los males del sistema más que solucionarlos. Admito que tengo que volver a leerla, pero lo puedo afirmar en base a lo que vi hace unos meses. Tampoco creo que haya cambiado mucho porque no ha sido ni discutida. En este atropellado trimestre de cascada de leyes, diría que esta ha sido la más ignorada. Quizás este ha sido el motivo por el que se ha hecho así. Al fin y al cabo, seguía la misma lógica anterior pero con aspectos empeorados. Estamos deteriorando la universidad pública, lo que quiere decir que se está beneficiando la privada, cuyo coste a veces es muy elevado incluso para una clase media-alta. Pero es la inconsciencia de la izquierda en nombre de una falsa democracia.

La investigación en España, desde los años 80, ha mejorado y cambiado para bien

Pero las universidades privadas llevan tiempo ganando relevancia en el sistema, ¿qué está sucediendo para que esta oferta tenga tanto éxito?

Puede ser por varias razones. Puede ser que la privada haya adquirido un mayor prestigio que la pública. Eso quiere decir que, desde un punto de vista de salidas profesionales, un título de la privada puede estar pesando más que uno de la pública. También puede ocurrir que en la privada sea más fácil aprobar y conseguir un título que hacerlo en la universidad pública. Cuando los padres se ven en esta tesitura, es probable que piensen que lo mejor es gastar algo más de dinero para garantizar un título a su hijo para que así se pondrá a trabajar en poco tiempo. Las dos opciones son malas, sobre todo desde el punto de vista de la igualdad. Si la formación es mala en las dos, malo para la sociedad. Si es buena en la privada, irá en contra la igualdad de oportunidades.

Considero que una clase es buena cuando el 10% de alumnos tiene interés; ahora no son ni el 2 o 3%

No solo ha aumentado el peso de alumnado en la privada, también de la Formación Profesional. En Canarias hay más de 49.000 alumnos inscritos este año frente a los 44.000 de las universidades.

Pues eso no me parece mal. No es una mala consecuencia de esta situación, porque mucha gente lo único que quiere es una salida profesional de nivel medio o bajo. Si eso se lo da una Formación Profesional, fantástico. Si la FP fuera buena, esto no sería un defecto. Sin embargo, pienso que una tarea pendiente de nuestro país es mejorar la FP. De modo que quien se forme allí aprendas cosas, no como las de una carrera, pero sí las suficientes como para tener salidas profesionales.

Además de la pérdida de alumnos hay una tasa de abandono en el primer año bastante elevada. En Canarias es del 22% ¿es un mal indicador?

La tasa de abandono se considera algo malo, pero según como se mire, puede no serlo o no. Al fin y al cabo, si uno entra en la universidad y se da cuenta de que no es su lugar o que no le gusta, lo mejor que es que deje su plaza para que otra persona la aproveche y, de paso, no genera un gasto a la universidad. No olvidemos que cada alumno que accede a la universidad lo hace pagando apenas el 20% del coste de su matrícula. Por tanto, para la universidad es un gasto, no un beneficio. El problema es que a veces esto también tiene relación con una mala enseñanza en la Secundaria.

¿Es bajo el nivel de la Primaria y la Secundaria en España?

Ha bajado enormemente. Es un fenómeno que empezamos a ver tímidamente desde los 80 pero que se hizo fuerte entre los 90 y los 2000. Siempre hemos considerado que una clase es buena cuando entre el 10 y el 15% de los alumnos tiene interés y es bueno y, con su entusiasmo, contagia al resto de la clase. Pero en los últimos años esa cifra no alcanza si quiera el 2 o el 3%. Lo notaba especialmente cuando salía de un examen y te su única preocupación era la nota. Creo que esto es una consecuencia de los métodos pedagógicos que impera amplia mayoría de los maestros –no todos–, que son profundamente equivocados. Desprecian la memoria, el esfuerzo, la disciplina y el conocimiento.

Se ha pasado de una universidad élites a una de masas en poco tiempo y sin planificación

¿Es optimista con respecto al futuro de la universidad?

Yo tengo un carácter optimista en casi todo, pero no en la universidad. Quien sea listo y trabajador se buscará la vida por donde sea, pero lo cierto es hay una generalidad que no cumple estos dos requisitos, que se queda estancado y cree que la vida es injusta. Pese a esto, sí que hay cosas que veo positivas y que me gustaría remarcar. La investigación en España ha mejorado mucho y cambiado para bien. España se encontraba en las antípodas y ahora vemos que hay grupos de investigadores muy buenos. Hay científicos que salen fuera, otros extranjeros que vienen aquí a trabajar...la investigación científica está despuntando.

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