Entrevista | Javier Velasco Vázquez Historiador y Técnico superior del Servicio de Patrimonio Histórico del Cabildo de Gran Canaria

«Proteger el patrimonio pasa por gestionar el territorio de forma adecuada»

El doctor en Historia, técnico superior del Servicio de Patrimonio Histórico e investigador Javier Velasco Vázquez, durante la entrevista.

El doctor en Historia, técnico superior del Servicio de Patrimonio Histórico e investigador Javier Velasco Vázquez, durante la entrevista. / José Carlos Guerra

La riqueza patrimonial de Canarias es indiscutible, pero la falta de una planificación con perspectiva global, las futuras -y ya actuales- afrentas de la crisis climática o la falta de personal en los servicios de patrimonio de las administraciones públicas obstaculizan su cuidado total. Javier Velasco Vázquez, doctor en Historia y técnico superior del Servicio de Patrimonio Histórico, apunta a la ciudadanía como su mayor baluarte.

A raíz de la actualización de la Ley de Patrimonio del 2019 se introdujo el concepto cultural en vez de histórico. ¿Cuál es la diferencia introducida?

En principio, el cambio de definición no cambia de forma significativa el contenido de la materia. El patrimonio cultural es tan amplio como inabarcable, ya que hace referencia tanto al queso de flor, a los ranchos de ánimas, al patrimonio arqueológico, hasta el industrial, por ejemplo. Por tanto, se diversifica y hace más complicado el trabajo, pero sí es necesario regular una normativa de protección que lo contemple. Mi trabajo es la gestión y la tutela del patrimonio arqueológico de Gran Canaria dentro del Servicio de Patrimonio Histórico del Cabildo, en el que estamos organizados como un grupo de inspectores de patrimonio histórico, hay un personal dedicado a la etnografía, otro compañeros y yo a la arqueología, y lo que hacemos es supervisar lo que se hace sobre el territorio para evitar que haya alteraciones en el mismo y hacer todo tipo de acciones vinculadas a la conservación, a la protección y a la divulgación del patrimonio.

No podemos poner ofertar turísticamente un yacimiento a propósito de sí mismo

La lista hecha por Hispania Nostra contempla lugares que difícilmente serán vistos por las futuras generaciones, ¿qué elementos definen el grado de protección de un bien?

Es complicado. En Gran Canaria, tenemos unos 1.200 yacimientos arqueológicos registrados, entre ellos, la ley reconoce que aquellos que sean especialmente destacados merecen una categoría de protección especial que es la de bien de interés cultural. La gradación del régimen de protección de los bienes viene dado por diferentes factores que les da ese interés regional, insular o municipal: el estado de conservación, la singularidad, las particularidades que tenga ese tipo de bien, qué tipo de manifestaciones hay o el número de bienes de esa misma naturaleza que existe. Muchas veces, el verdadero valor del patrimonio lo vamos a descubrir una vez que intervengamos en él desarrollando trabajos de investigación, lo cual es uno de los baluartes de la gestión del patrimonio cultural, en general, y del arqueológico, en particular. Por ejemplo, hace unos años apareció un hallazgo casual en una pequeña cueva en la playa de Sardina en donde se veía restos de materiales arqueológicos en una estratigrafía que, en principio, sí parecía tener interés pero no destacaba con respecto a otros yacimientos del entorno. No obstante, el trabajo arqueológico en ese lugar permitió saber que hay una ocupación ininterrumpida del asentamiento desde el siglo V hasta prácticamente el momento de la Conquista. Para mí, todos son merecedores de la máxima conservación. Los yacimientos arqueológicos son bienes sumamente frágiles, irrepetibles y son los pocos testimonios de una cultura que desapareció hace más de 500 años y nos manifiestan cómo eran las vidas de esas personas, tanto en lo cotidiano como en sus actitudes ante la muerte, la religiosidad, su actividad económica o la relación entre ellos. Entonces, la gestión del patrimonio arqueológico y cultural está indisociablemente ligado con la gestión del territorio: no podemos entender un yacimiento sin el entorno en el que está, así que proteger pasa también por gestionar nuestro territorio de forma adecuada.

Uno de los grandes peligros es el cambio climático que esquilman los bienes en ruinas, ¿hay alguno que pueda desaparecer inminentemente?

El cambio climático nos pone en sobreaviso de que los yacimientos más significativos de Gran Canaria pueden desaparecer, en particular, aquellos situados por debajo o prácticamente en la línea de costa ya están viéndose afectados. Por ejemplo, uno de ellos es la cueva de la playa de Sardina: no podemos perder la oportunidad de documentar una secuencia de entre 500 y 800 años dado que sube el nivel del mar y lo va a destruir; la Necrópolis del Tenefé, en Santa Lucía de Tirajana, que está viéndose abatida por la acción directa de las mareas; o todas las salinas de la zona sureste y norte en peligro de desaparición. A los cambios de temperatura, las condiciones ambientales que hasta el momento habían garantizado la conservación de muchos yacimientos, el cambio de régimen pluviométrico, hay que sumar que estamos en una isla volcánica especialmente frágil desde el punto de vista estructural. Yacimientos como Risco Caído, Acusa, la Cueva de los Canarios en la Caldera de Bandama, están sufriendo colapsos por los cambios ambientales y el evidente paso del tiempo que, a su vez, se está acelerando.

No podemos poner ofertar turísticamente un yacimiento a propósito de sí mismo

¿Hay un plan de emergencia?

No. El Gobierno de Canarias sí está elaborando un plan general sobre el cambio climático y las condiciones de conservación mientras que nosotros estamos trabajando en aquellos que están en peores condiciones. Uno de los mayores esfuerzos que ha hecho el Cabildo es, ya no avanzar en el conocimiento o la documentación, sino en parar el deterioro de algunos yacimientos.

¿Qué echa en falta en la conservación de nuestro patrimonio y, también, en comparación con Tenerife?

Echo en falta, sobre todo, una planificación global de toda la isla entendida como un yacimiento único. Gran Canaria tiene diferentes materializaciones en el territorio, cada una con sus problemáticas, que nos obliga a no perder nunca esa perspectiva insular unitaria que da sentido a una realidad que es diversa, pero que necesita un análisis y tratamiento general. Eso pasa por una de las líneas que estamos trabajando: seguir actualizando el inventario arqueológico, con lo que hemos conseguido pasar en cinco años de 900 yacimientos a 1200, un número significativo. Tener ese mapa nos permite de cara al futuro saber planificar infraestructuras, por ejemplo, el tren para el sur o el tren hacia Agaete, haciéndonos ver más allá de un único yacimiento o un único municipio. La Isla es ejemplar en cuanto a que es una isla que difunde mucho su patrimonio y es un modelo casi a seguir en cuanto a la red de museos, de yacimientos arqueológicos visitables y a la gestión que se hace. Otra cosa es que lo hagamos bien en otras facetas. Pero sí es cierto que es uno de los cabildos con más personal dedicado y mayor presupuesto. Además, la población está muy comprometida con su patrimonio porque lo identifica como algo propio y está muy vigilante. Se trata de una ciudadanía que cada vez sabe más, cada vez exige más información y mayores garantías de protección, como no puede ser de otra forma, a las administraciones públicas que hagamos nuestro trabajo. A nosotros nos llegan mensajes al whatsapp o al correo electrónico todas las semanas con denuncias, hallazgos casuales, notificaciones de posibles alteraciones, que hace que estemos a ese nivel para darle una respuesta continua.

El verdadero valor del patrimonio lo vamos a descubrir una vez que intervengamos en él

Este año ha estado latente el caso de Cuna del Alma, en Tenerife, y las sanciones económicas por el daño al patrimonio. ¿Son una medida a potenciar?

Las medidas represivas tienen que ser las últimas que se adopten. Son necesarias, porque las contempla la ley, pero el principal activo de la vinculación con el patrimonio cultural para garantizar su conservación es la difusión y la divulgación de los valores. Hay agresiones todas las semanas a los yacimientos, pero la apuesta que estamos haciendo es, sobre todo, por la educación, empezando desde la educación primaria, secundaria, hasta llegar a la ciudadanía. En este sentido, los cauces más tradicionales en lo que estamos especialmente cómodos, como son las publicaciones, las conferencias y demás, tienen un techo y tenemos que empezar a diversificar los lenguajes a través del cine, los documentales o los cómics para acercarnos a nuevos públicos, además de trabajar de forma multidisciplinar con profesionales de diferentes materias

¿Cómo pueden convivir estos espacios con el turismo?

La vinculación del patrimonio con el turismo es delicada porque hay que entender aspectos como la capacidad de carga de algunos yacimientos, la fragilidad de los mismos, cómo acondicionarlos para esas visitas, aunque sí que tiene que ser una de las vías de trabajo. Lo que nosotros tenemos que garantizar es que los yacimientos sean accesibles, física e intelectualmente, tanto para la población de fuera y del interior, al igual que poner especial cuidado en que sea compatible la visita turística con la protección de esos bienes. Es decir, no podemos poner un yacimiento para ser ofertado turísticamente a propósito de sí mismo, significa un menoscabo y, al mismo tiempo, una alteración de sus condiciones de conservación.

Las medidas represivas económicas tienen que ser las últimas que se adopten

¿La preeminencia del patrimonio arqueológico sobre otro tipo de bienes está relacionado con la extensión del periodo aborigen?

Realmente, sí. Pero hay otros casos como el inventario de bienes etnográficos de la Fedac (Fundación para la Etnografía y el Desarrollo de la Artesanía Canaria) en el que se recogen más de 10.000 bienes etnográficos en la isla y es posiblemente de los más desprotegidos. Un ejemplo suelen ser los búnkeres que se construyeron en torno a 1941 en toda la línea de costa para proteger la posibilidad de una invasión aliada a las Islas a través de los que sabemos cómo se concebía el territorio, cómo se quiso defender y cuáles eran las estrategias de actuación en un espacio en un momento coyuntural como fue la II Guerra Mundial. También sucede con espacios como las cuarterías, donde vivía la gente trabajadora del tomate; estas se consideraban infraviviendas y poco más, pero en la actualidad defendemos que formen parte de nuestro patrimonio porque tiene un valor histórico innegable debido a que nos habla de la vida cotidiana de unas personas de las que no hay esa huella material ni hay documentos escritos sobre ellas con la misma profusión que otros sectores de la población. Están vinculados a una forma de entender la vida y a un territorio y forma parte de nuestra historia, por tanto, es imprescindible garantizar su apoyo y conservación. En general, tenemos un patrimonio muy rico y diversificado que nos obliga a atender las particularidades de cada tipo de bien cultural y, en el caso del patrimonio artístico, estamos en las mismas. Tenemos que tener una perspectiva más amplia y la protección del patrimonio pasa por la protección del territorio, pasa por un urbanismo más amable o una involucración de la ciudadanía.

La población está muy comprometida con su patrimonio porque lo identifica como algo propio

¿Qué aprende cada día del patrimonio?

Tengo el mejor trabajo del mundo. La gestión del patrimonio tiene que ir buscando una ciudadanía cada vez más solidaria, más democrática, más crítica y con mayores ganas de saber. Con este patrimonio podemos abordar cuestiones tan diversas como es la violencia, las migraciones, las diferencias sociales, las construcciones de género, las relaciones con el territorio… Y todo eso yo lo aprendo viendo cómo era en el pasado y lo que hoy somos a consecuencia del mismo y hasta dónde podemos llegar.

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