Natural de la localidad gomera de Playa Santiago, José Juan Simancas se mudó con su familia al Barrio de La Alegría, en la capital tinerfeña. Su padre se dedicaba al traslado marítimo de fruta entre Tenerife y La Gomera, hasta que le sorprendió la tragedia, junto a cinco familiares cuando se dirigía en el barco El Brenusca y sufrió un fatal naufragio al este de Las Galletas, donde se partió el barco de cabotaje y fallecieron la noche del 14 al 15 de enero de 1953.

La nueva situación obligó a su familia a instalar su residencia en Taco, donde Simancas estudió en el colegio San Luis Gonzaga hasta los 12 años, que empezó a trabajar en elaboración de cestas. De ahí pasó con 13 años como aprendiz a la empresa Goya Ediciones. Cuatro años después pasó a Imprenta Sanz con el aval de haberse curtido ya como cajista, maquinista y encuadernador. Con 19 años acudió al cuartel y al salir estuvo trabajando en el Aire Libre, de Julio Fernández, que se imprimía en los talleres de Valentín Sanz, donde se editaba Jornada Deportiva y EL DÍA. En esa etapa alternaba entre Aire Libre y la imprenta Goya. Lendo Flores Quintero, amigo y trabajador de la máquina de EL DÍA, y Juan Carlos Carballo, entonces corrector, pusieron en contacto a Simancas cuando salió del cuartel con Domingo Rodríguez, director y fundador de Jornada Deportiva, “la persona más generosa que conocí allí”. “El currículum que me pidió fue que le enseñara las manos y al verlas, con las huellas del manejo del plomo, llamó al jefe de Talleres, Miguel Sanz, y le dijo que comenzaba ya a trabajar allí”.

“Sanz le advirtió que no hacía falta personal, a lo que don Domingo le respondió que no había preguntado sobre la cantidad de personal, sino que ese día me incorporaba a trabajar”. Y así fue los martes y sábado que acudía a trabajar en Jornada Deportiva hasta que llegaron las vacaciones de Julián Cutillas, cajista que trabajaba por la mañana; comenzó sustituyéndolo y ya se quedaría en plantilla.

Aunque oficialmente se incorpora en 1969, un par de años antes estuvo en los talleres. Por aquella época -desde 1967-, EL DÍA y Jornada Deportiva tenían su sede en el número 69 de la avenida Buenos Aires, hasta que diez años después se trasladaron al número 71. “Aquellos veranos eran un calvario por las altas temperaturas”.

Del plomo, a la incipiente digitalización del periódico, con la incorporación de las máquinas de escribir donde los redactores elaboraban los textos que luego entregaban a los teclistas o mecanógrafos, que los pasaban a una cuartilla normalizada con los ordenadores IBM, de donde se pasaba a imprimir para configurar luego la página según los criterios del Departamento de Maquetación; muchos cajistas se convirtieron en montadores y maquetistas. En otro proceso de la elaboración se montaban las galeradas ya de papel sobre las cartulinas en una mesa de luz, de ahí se sacaba una película que se montaba en astralón que se fotografiaba sobre una plancha de zinc en una isoladora que luego montaban en la rotativa.

Simancas destaca el salto mortal que protagonizó el personal de talleres, que se adaptó del plomo a la máquina de escribir y luego a la sistema de codificación, previo al pegado del papel según las premaquetas. El siguiente salto mortal, “brutal” -apostilla-, fue la llegada de ordenadores para la autoedición, en 1990. Para esa fecha ya fue designado jefe de sección de Montaje y Fotocomposición, que suponía la encomienda de coordinar la recepción del material de redacción (texto y fotografía) con la publicidad para entregarla a los compañeros que se encargaban del montaje sobre cartulinas y mesas de luz.

En paralelo, destaca el boom de la publicidad. “Había unos veinte o treinta que teníamos preparados; se pedían favores para que se publicaran por la cantidad de anuncios que había; salían por recomendación”, comenta de forma jovial. También recuerda la labor que desarrolló al frente de la Jefatura de Talleres Celio Fernández Vera, uno de los tres hermanos que trabajaron en EL DÍA -hijos de don Juan Fernández-, así como de Nicolás Febles, que asumió la jefatura de Producción y lideró el salto tecnológico.

Por aquella época la elaboración de la publicidad se le encomendaba a Julián Cutillas, Francisco Martínez y Domingo González, que eran los especialistas, precisa Simancas. “En los noventa había una brutalidad de anuncios por palabras; llegamos a publicar suplementos por la cantidad que se contrataba”.

Simancas recuerda que cuando llegó estaba al frente de la Dirección de EL DÍA Ernesto Salcedo, “el dios de la información en Canarias; en su sección En Dos palabras dictaba la vida política y social de la Isla; todo lo que merecía ser publicado. “Fue el director que levantó el periódico”. También reconoce el empeño de José Rodríguez por incorporar las novedades tecnológicas para que el periódico estuviera en la vanguardia informativa, y le atribuye la apuesta por la incorporación de la fotografía en color. Entre los hechos singulares que vivió en la Redacción, la muerte de Franco, cuando se llamó al personal -”uno a uno en su casa”- para sacar el periódico.

Ahonda también en la repercusión de la llegada de la Democracia a las empresas que se tradujo en la negociación de los convenios colectivos, con la participación de Juan Pedro Ascanio, Francisco Martínez y Domingo González por CCOO y Juan Carlos Carballo, Félix -compañero de la máquina-, Juan Carrasco y el propio Simancas, por UGT, para plasmar en las relaciones laborales los derechos de los trabajadores, reconociendo la concesión que hizo el director. “Cuando me marché, el periódico EL DÍA ya era líder en todo”, sentencia con orgullo de pertenencia.