Las cuatro entrevistadas coinciden en que existen iniciativas por parte de la administración, una amplia programación, la posibilidad de contar con apoyos, junto a políticas de inversión y difusión, aunque también plantean demandas.

Elsa López reconoce que existen propuestas válidas en el sector literario como el Festival Hispanoamericano de Escritores del pasado septiembre en La Palma y actividades relacionadas con la poesía en Gran Canaria, además de que la Isla bonita ha visto mejorar su oferta cultural en general en los últimos años. "Parece que te alivia el malestar, pero siempre estoy descontenta, porque se ha dado más importancia a la música, con fuertes inversiones en conciertos de masas y folclóricos, promocionando voces y grupos, que a la literatura, porque cuando se pide dinero para traer a un gran escritor para promocionar un buen libro en todas las islas, no solo en Tenerife y Gran Canaria, económicamente se escatiman recursos", asegura.

En un ámbito más amplio, se pregunta qué se entiende por cultura, más allá del "pan y toros que calme a la gente", pues "la verdadera cultura que se siembra y se recoge luego como buena cosecha no interesa", considera la fundadora de Ediciones La Palma y directora de la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores, que profundiza en la idea de que "la cultura, como bien perecedero, se consume y se tira, pero invertir en proyectos de larga duración no interesa". De ahí que culpabilice al capitalismo de la búsqueda de rentabilidad en el sector, favoreciendo determinadas actividades que dan un mayor prestigio a quien las organiza pero no perduran, con la consecuente aculturación de la población, sobre todo en los últimos 20 años.

Esto último lo ejemplifica con la proliferación en las redes sociales de escritores, "algunos buenos, otros malísimos", que las editoriales captan porque venden y los jóvenes consumen "pensando que eso es poesía o literatura", situación que extiende también a la música, lo que provoca una confusión generalizada de la que cree no son conscientes los gestores culturales. "Me pregunto si tienen claro qué es cultura y para qué sirve", plantea esta investigadora que integró durante varios años la plantilla de la Dirección General de Cultura del Gobierno de Canarias, lo que la avala para aseverar que "la cultura sigue siendo la Cenicienta en la elaboración de los presupuestos".

Paloma Hurtado lleva once años viviendo en Canarias sin recibir prácticamente ayudas para financiar sus proyectos artísticos, ya que los ha costeado de su bolsillo y acudiendo al "colegueo" por el que unos se ayudan a otros, sin recibir remuneración por su trabajo. No obstante, reconoce que en los últimos años ha aumentado el apoyo al sector de la danza en Tenerife, al que pertenece, lo que le ha permitido financiar su último espectáculo y pagar "a la gente que te echa un cable". La bailarina y coreógrafa asume que es necesario que las administraciones apoyen la cultura, aunque "no debe ser la única forma de que tenga futuro", también el artista es responsable de conocer "cuál es el panorama y trabajar en base a los recursos disponibles".

La malagueña demanda asimismo un reparto más equitativo de las inversiones y que se proteja a la danza, "sobre todo la danza contemporánea, un poco olvidada por desconocimiento", con proyectos de recorrido que incidan en la formación y su difusión, y que "no dependan de que la entrada de un nuevo responsable los paralice o modifique".

Esther Ovejero mantiene que las instituciones ofrecen su apoyo de forma irregular, dependiendo de circunstancias como el momento en que se solicitan las ayudas y quienes deben concederlas o impulsar los proyectos que se presenten. De igual forma, como cantante observa que el tipo de música es determinante para acceder a unas subvenciones que existen y que considera necesarias, "más en Canarias", pero que no ve suficientes porque, "si pretendes hacer una gira nacional, solo cubren el billete del viaje, pero para desplazarte en la Península hay que pagar hoteles, gasolina, comida, dietas..."

Seguidora de la actualidad nacional, no ha oído aún a ningún representante mencionar la cultura dentro de su programa: "No la sitúan como una prioridad, como la educación o la sanidad, pero también es importante", señala. Al mismo tiempo, objeta que en ocasiones se contrata a grupos musicales de calidad no contrastada y que se apoya más al folclore que a otro tipo de estilos, ya que si bien "hay que defender lo nuestro", también el jazz, el rock o el pop deben incluirse en las programaciones que reciben ayudas. La intérprete canaria puntualiza que existen festivales que dan buena cobertura a los artistas y que el circuito de música facilita conciertos en otras islas, pero recalca la falta de claridad en los criterios de selección, que "dependen de decisiones que no incluyen proyectos consolidados en un archipiélago donde vivir de la música es muy difícil".

Julia Botanz (Ida Susal) reconoce que la música es la expresión cultural más extendida en la programación de las administraciones, que ponen más énfasis en la contratación de cantantes y grupos, "otra cosa es la calidad o la apertura real a artistas diferentes", ya que "a veces se descuida el valor artístico", además de que se favorecen expresiones populares como "la salsa y la música festiva", dejando aparte otros estilos minoritarios.

La cantante admite como satisfactorio el apoyo que ha recibido el sector en los últimos años por parte de las administraciones, aunque repara en inspecciones laborales y técnicas que, en algunos casos, dificultan la supervivencia en este sector, ya que "ser autónomo es muchas veces inasumible". Lo ejemplifica con el caso de bares que "contratan a 3 camareros y no al cantante o grupo", que tiene que asumir la mayoría de los gastos que supone su actividad. "Y si acudes a una agencia, los intermediarios son los que salen ganando en esa situación", precisa.

"Faltan ayudas reales que estén a nuestra disposición, y las que hay son puntuales y es muy difícil acceder a ellas", subraya la compositora antes de poner en liza que el público está acostumbrado a no pagar entrada porque la mayoría de las actividades que se organizan son gratuitas.