Esta repetición electoral se lleva consigo al que había sido el Congreso con más mujeres de la democracia, 166 frente a 184 hombres. Ese Parlamento, nacido de las generales de abril, fue también el primero que vio cómo cuatro de los cinco principales partidos que optaron al 28-A ponían a una fémina al frente de su portavocía. La política ha empezado a cambiar de género, y el poder legislativo, que se estrenó con apenas un 5% de mujeres en los escaños de la Cámara baja, ha rozado por primera vez la igualdad. Para este 10 N, aunque se repiten elecciones, hay cambios en las listas y en expectativas de escaños de unos y otros, lo que acabará por configurar unas Cortes previsiblemente distintas.

La presencia de mujeres en las candidaturas es imperativo legal desde el 2007, año en que la ley de igualdad obligó a situar dos o tres candidatas por cada tramo de cinco aspirantes. Pero que ellas alcancen o no los escaños no solo depende de que estén presentes en las candidaturas, sino de los puestos en los que van: hay provincias por las que un partido no aspira a lograr más de un asiento, así que de nada sirve allí que las mujeres copen la lista si una no va situada en primer lugar.

Ahora cuatro de cada 10 listas de los seis principales partidos que concurren a las elecciones tienen a una mujer al frente. El resultado es paritario, pero no igualitario. Es Vox el que tira de la media hacia abajo: solo el 23,1% de sus cabezas de lista son mujeres. En el otro extremo está Unidas Podemos, que roza la igualdad con el 46,2%.

Tradición madrileña

La novedad de esta repetición electoral, Más País, suma un 44,4% de mujeres cabezas de lista, mientras que PP (39,2%) y PSOE (38,5%) se sitúan ligeramente por debajo de la media. Pero si hay algo en lo que todos los partidos coinciden es en colocar a un hombre como referente por Madrid, el puesto tradicional del candidato a la presidencia del Gobierno.

En los partidos catalanes la cosa es dispar. Las féminas lideran tres de las cuatro candidaturas de JxCat, mientras que las de la CUP son igualitarias (dos mujeres y dos hombres) y en ERC solo una de las cuatro listas tiene a una mujer como número uno.

Tras los comicios de abril, Unidas Podemos, PSOE y PP sentaron en el Congreso a más mujeres que hombres. Que los dos partidos que intentaron negociar un Gobierno lideraran en cuota femenina no es casualidad, sino la consecuencia de que apuestan por elaborar listas cremallera, que alternan mujeres y hombres y hacen que estas se coloquen en puestos de salida.

Los naranjas defienden las primarias sin necesidad de aplicar ningún criterio corrector de género, y el resultado los convierte casi en el menos paritario de los grandes partidos, con un 38,6%, seguido muy de cerca por Vox, con un 37,5%.

La situación es diferente en el Senado. Las listas son abiertas y son los electores los que pueden marcar libremente a los candidatos, por lo que la composición de las listas pasa a un segundo plano. Cada partido, para cumplir con la ley de igualdad, tiene que incluir entre los tres candidatos de cada provincia al menos a una mujer y a un hombre. El tercero puede variar.

El 28 de abril se eligieron 208 senadores, de los que solo 82 fueron mujeres. Los ciudadanos marcaron en la papeleta salmón a un 39,4% de candidatas: ni siquiera se alcanzó la paridad, algo que sí ocurrió en la legislatura fallida del 2016, que apenas duró unos meses, con un 41,3%. Al menos sí hubo una buena noticia el pasado abril: los cinco más votados fueron mujeres, teniendo en cuenta el porcentaje de voto. También en términos absolutos fue una política la que consiguió más apoyo: la socialista Cristina Narbona, que superó por primera vez desde el 2008 a Pío García Escudero, del PP.

En cualquier caso siguen siendo hombres los que lideran las listas con más posibilidades de llegar a la Moncloa o de negociar un Gobierno. En ese contexto, El Periódico ha decidido apostar por poner en primer plano a las mujeres en campaña este 10-N, por lo que pondrá en el foco hasta el día del cierre a candidatas de todas las organizaciones políticas.