Los prolegómenos electorales del 10-N se han convertido para Ciudadanos en unas peligrosas arenas movedizas que amenazan con engullir al proyecto y a su principal dirigente, Albert Rivera, a poco que los resultados se ajusten a las predicciones demoscópicas. A cada paso que da desde hace meses, las expectativas se le van empeorando a quien hasta hace poco soñaba con el liderazgo de la derecha española y con la propia Presidencia del Gobierno. A sólo unos días de la cita con las urnas, Cs contempla un horizonte sombrío y una pérdida muy importante de sus 57 diputados logrados en abril, superado no sólo por PSOE y PP, sino también por Unidas Podemos y, según algunas encuestas, por la ultraderecha de Vox, lo que sería estremecedor para los naranja. Si en el ámbito estatal la situación para ellos es de emergencia para, en Canarias es doblemente incierta por la crisis que este partido ha vivido en los últimos meses.

La formación de origen catalán insiste en su mantra de que las encuestas nunca han acertado con ella y que siempre les ha dado la vuelta, logrando resultados muy por encima de los pronosticados. Ha sido así en las citas últimas elecciones, pero el contexto actual y lo que dicen los sondeos reflejan una situación muy diferentes a la del pasado mes de abril y en esta ocasión la cúpula de Cs sí está empezando verle las orejas al lobo pese a la frialdad con la que se expresan en sus actos y mensajes de campaña. Pensaban que la convulsa situación en Cataluña les iba a favorecer y a convertirse en un elemento a favor desde su insistente reclamación de aplicar el artículo 155 de la Constitución e intervenir esa comunidad autónoma, pero han visto con sorpresa que quien está sacando tajada de la radicalización de los extremos está siendo Vox. "España en marcha" es su lema de campaña, que recuerda al "En marche" que catapultó en su día a Macron a la Presidencia francesa.

Cs, de hecho, está empezando a dar muestras de estar acercándose a una situación de pánico y asumiendo ya tácticas un tanto desesperadas, a veces con elementos aparentemente de tono desenfadado, lúdico o humorístico, pero que denota una clara confusión estratégica sobre el camino a tomar. Ha ocurrido con el enfrentamiento con el PSOE y la negativa de Rivera de negociar con Pedro Sánchez la investidura del líder socialista en julio y cuya frustración ha provocado esta nueva cita electoral. El 'cinturón sanitario' de Rivera contra Sánchez se ha acabado convirtiendo en un cinturón suicida, aunque quizá él no sea enteramente consciente de ello. El hombre que quiso ser el Macron español puede convertirse en alguien muy diferente, quizá viendo pasar el tren de la historia desde las vías de servicios cuando tuvo en su mano ser el copiloto de su locomotora.

Desde hace meses, el proyecto naranja se ha deslizado por una pendiente ideológica y estratégica de clara inclinación derechista, lo que no sólo ha provocado una desbandada de algunos de sus dirigentes fundadores y otros, sino que ha desvirtuado por completo el discurso moderado, centrista y liberal en el sentido europeo del termino, con el que nació. Ese distanciamiento conceptual de lo que es el liberalismo democrático de Europa occidental es el que le llevó a Sánchez a referirse sarcásticamente a Cs como "liberales ibéricos", sarcasmo que la formación naranja ha tratado de llevar a su terreno al mostrarse orgullosa de cualquier identificación nominal con el porcino con denominación de origen.

En un intento de no aparentar preocupación o nerviosismo por los sondeos, Rivera y su entorno más festivo bromeó con la crítica de Sánchez y la convirtió en lema de campaña, haciéndolo inscribir en una camiseta que él mismo y varias candidatas se enfundan para grabar vídeos de promoción que difunden por redes sociales y en el que las risas del líder de Cs llaman la atención, "Nos encanta la libertad, nos encanta España y sabemos distinguir bien un ibérico de una mortadela. Así que muchas gracias, nos quedamos con el nombre", twiteó Rivera bajo la imagen del video. La broma del candidato naranja podría ser interpretada como un adiós definitivo a la posibilidad de un entendimiento entre el PSOE y Cs para intentar una mayoría parlamentaria entre ambas formaciones, lo que de facto podría ser un reconocimiento explícito de que no se daría tal caso por la pérdida de las propias posiciones y el adiós a un alto número de escaños, aunque la encuesta del CIS limita algo la caída y sí reconoce la posibilidad de sumar mayoría con el PSOE.

Escaños en riesgo

La formación naranja en Canarias y sus cabezas de lista al Congreso, Melisa Rodríguez por Santa Cruz de Tenerife, y Saúl Ramírez por Las Palmas, intentan afrontar esta situación con el mismo aparente entusiasmo con el que lo hace su líder, pero con evidentes signos de preocupación. Aunque con matices entre ellos, ambos han avalado al estrategia de la dirección nacional del partido, a la que por cierto Rodríguez pertenece, pero saben que los mensajes no han llegado a los ciudadanos en los términos, el sentido y la intensidad que presuponían y pretendían, y que eso puede tener consecuencias en unas elecciones que ellos han contribuido a polarizar. Mirando los resultados del 28 de abril, consideran que hay margen de sobra para mantener, aún con pérdida de votos, esos dos escaños logrados desde que se presentaron por primera vez a las elecciones, en diciembre de 2015. Pero son conscientes que el patinazo puede llegar y que eso le pone en riesgo al menos el escaño de Rodríguez en la circunscripción occidental, donde la organización ha vivido una crisis tras las elecciones autonómicas y locales de mayo que ha provocado el cese de toda la dirección regional por parte de los órganos nacionales, y ha obligado a crear una gestora.

El descabezamiento y la falta de liderazgo de Cs en Canarias se hace patente justo cuando la organización, que logró un importante apoyo en la Islas desde sus inicios, consigue entrar en el Parlamento regional tras el cambio de la ley electoral autonómica que tanto le castigaba, pero su evidente falta de pericia en el proceso de negociaciones para los pactos en ayuntamientos, cabildos y Gobierno regional les ha llevado a una dinámica casi autodestructiva, se ha llevado por delante a unos dirigentes regionales que demostraron en su mayoría escasa consistencia política, y esto les puede pasar factura en las elecciones del domingo.

Llama la atención que en este contexto Rivera no tenga previsto apoyar con su presencia a los candidatos canarios, siendo el único máximo dirigente de conjunto de formaciones que no lo hace. Sí se pasó por las Islas la número dos, Inés Arrimadas, que centró sus mensajes en insistir en la imposibilidad de un pacto con el PSOE y atacar el "victimismo" del nacionalismo canario. El 10-N puede marcar el futuro de la organización en Canarias y especialmente el de su líder natural aunque no orgánica, Melisa Rodríguez, que de perder su escaño se quedaría fuera de la política tras ser una de las figuras visibles del partido en Madrid durante los últimos años. Contrasta este situación con la de Saúl Ramírez, quien con más margen para mantener su escaño, ha tenido una posición menos entusiasta con el equipo de Rivera por la estrategia y la deriva conservadora de la cúpula y, de hecho, llegó a anunciar su marcha de la política para el final de la anterior legislatura, una idea que descartaría poco después una vez que se constató la repetición de las elecciones o esta 'segunda vuelta' del 28-A en la que los 'liberales ibéricos' se la juegan.