A los bellos poetas, los dioses le regalan la inspiración para el inicio de sus obras, dijo una vez Raúl del Pozo. Añade uno que, en cambio, con los articulistas, y con independencia de su fealdad, los dioses no se estiran lo más mínimo. Ni siquiera los héroes. Y tiene uno que currarse, igual que cuando cava una zanja o prepara un cocido o un epitalamio, el inicio y el final. Pero es fácil en campaña. Sobran los motivos, sobran las frases y proclamas. Abre uno un diario al azar (no realicen solos en sus casas este experimento) y encuentra hilo. Combustible. Dice Albert Rivera, el candidato -estos días- más en forma y con las peores perspectivas, que "cuanto más fuertes seamos, menos chorizos habrá". La frase es mediocre de bemoles, pero llamativa, un experto este Rivera en el clickbait,igual lo ficha un digital para incitar a la gente a que pinche. Incluso a los lectores. En estos tiempos de corrección política y déficit de comprensión lectora, alguien podría tomar la sentencia Rivereña como una agresión a la industria cárnica o un guiño a los veganos, que es como ahora llaman a los vegetarianos, ya ya sé que no es exactamente lo mismo, pero esto no es una crítica gastro y sí una crónica política, perpetrada con hambre, eso sí, que trata de establecer la tesis de que Rivera va a apelar en este primer tramo de campaña a un clásico: la corrupción. Eso en vez de hacer promesas. Eso en vez de decir una y otra vez que con el PSOE no. En el fondo, el líder de Ciudadanos podría estar soñando con lo que en estos tiempos ha rechazado tan contumazmente: un pacto con el PSOE. Ahora, sin necesitar a nadie más. Que además lo catapulte a él a una vicepresidencia adobada con Exteriores. O quizás prefiriera el antaño soso ministerio de Administraciones Públicas que ahora, con él al frente, sería el Ministerio para Cataluña. Tiren de imaginación, señores.

Pero no dejemos que la columna se nos vaya por el lado de la política ficción, no tanto, oiga, una vez que habíamos conjurado el peligro de que quedara una crónica gastronómica. Pronto habrá que decir que hoy sábado los candidatos se volcarán en actos para reservar el domingo a la preparación del primero de los debates. El lunes. En las próximas 48 horas prepárense para ver siete veces una pieza televisiva sobre el célebre Nixon-Kennedy, el del Watergate sin afeitar,hosco, malencarado, y tal. Y ahora que no nos escucha nadie, les confesaré que me interesa y crea curiosidad y expectación el debate, que me parece saludable, democrático y edificante. Que tengo ganas. Que espero propuestas y guante blanco pero también agresividad civilizada, contrargumentación ágil, ausencia de gráficos y una enunciación clara de las intenciones sobre los pactos. Para salir defraudado siempre hay tiempo. De hecho, es raro que un lunes no te defraude. Salvo si es tu cumpleaños. Al hastío se le está abriendo demasiado la puerta. Está siendo alentado. Está de moda. Hastío de campaña, hastío de la política. No. El hastío es una pimienta negra que se empeñan en esparcirnos en el flan nuestro de cada día. Un morlaco al que los abstencionistas de pro le enseñan el capotazo rojo por ver si embiste. Lo verdaderamente hastiante es el esfuerzo por desmovilizarnos. Nos quieren dóciles. Ayunos de buen chorizo y dedicados a hacer poemitas.