La mentira ha conquistado la agenda política. La facilidad con la que la era digital permite la propagación y el anonimato en el engaño la han convertido en una herramienta de uso corriente como estrategia de desestabilización. Guerra sucia entre Estados, entre grupos de interés, mentira descarada en campaña. Es un arma imparable. "La falsedad vuela, y la verdad viene cojeando tras ella", sentenció el ensayista Jonathan Swift.

Diferentes estudios corroboran su poder. Uno de los últimos, del MIT (Massachusetts Institute of Technology), basado en cientos de miles de comentarios en Twitter, confirma que la mentira se expande abrumadoramente más rápido y llega a más gente que la verdad. Una encuesta de la empresa de ciberseguridad SJ Grupo concluye que un 69,5% de los españoles considera que las noticias falsas pueden afectar a los resultados electorales. La pasada ha sido la legislatura de la posverdad y de las fake news, de la trumpización de la política global. La mala noticia es que la mentira en política no es un subproducto del siglo XXI. Es algo más complicado. "El arte de la guerra es el engaño", dijo hace 2.500 años el general chino Sun Tzu.

Miguel Catalán (Valencia, 1958) es una autoridad en el estudio del engaño y se remonta más atrás aún. Filósofo, profesor retirado de Pensamiento Político y Ética en la Universidad CEU-UCH, ha dedicado buena parte de su carrera al estudio de la mentira en un tratado (Seudología, editorial Verbum) que ya va por el décimo volumen. Y continúa.

El nacimiento

"Con el origen del Estado nace la mentira", sentencia Catalán. Lo hace por la necesidad de justificar la desigualdad entre dos clases sociales: los trabajadores, por un lado, y frente a ellos las elites ociosas: gobernantes y clérigos que viven de los primeros. Catalán localiza esta narrativa social desde el origen de las sociedades, desde la primera civilización antigua, la de los sumerios, hace 5.000 años.

Más adelante, en la antigua Grecia, Platón justificará las diferencias entre clases a través de mitos como el de la autoctonía, formas de engaño para "apaciguar" las ansias igualitarias de los perdedores del reparto social, los que deben trabajar duro, apunta Catalán.

En ese mito, el filósofo explica que todos los habitantes de una Ciudad-Estado han nacido de la tierra. No hay esclavos en el origen. Son los dioses quienes han decidido que unos deben ocupar cargos que no acarrean un esfuerzo y otros deben ser trabajadores, agricultores. Una mentira deliberada para evitar el cuestionamiento de la jerarquía social.

Hay más ejemplos en las sociedades antiguas de propaganda que sigue reproduciéndose hoy. "El gesto de colocar la primera piedra se remonta a la segunda dinastía del Egipto antiguo", explica. Allí está documentado el primer azadonazo para construir un nuevo canal. La trampa simbólica sigue vigente: no es otra cosa que representar la idea de que sin el gobernante no se habría podido realizar una obra, de que "el obrero no puede vivir sin Estado".

Lo mismo ocurría en la antigua China. "La propaganda dice que el emperador hace que corra el agua en los ríos. La propaganda da la vuelta a las cosas. El dirigente no es clase extractiva, sino que, en su discurso, es el primer obrero", comenta el autor de Seudología.

De la Iglesia al siglo de las Luces

A lo largo de la historia, no han faltado corrientes filosóficas que justificaran el uso de la mentira en política. Catalán ha estudiado la evolución a través de los tiempos de la noble mentira, un concepto acuñado por los griegos y que remite al engaño del gobernante "por el bien del pueblo". Un dirigente paternal, benévolo con unos súbditos que no están en condiciones de gobernarse.

Avanzando en el tiempo, esta corriente de la noble mentira encontrará defensores en la Iglesia. En los primeros siglos, padres de la Iglesia como san Jerónimo o san Juan Crisóstomo "admitieron la legitimidad de la mentira de señores y prelados a sus súbditos", apoyándose en episodios bíblicos, como las patrañas de san Pablo para convertir a los judíos.

La idea resurge en la Edad Media en pensadores tan influyentes como Maquiavelo, que reinterpreta la noble mentira. "Un príncipe prudente no puede mantener fidelidad en las promesas, cuando tal fidelidad redunda en perjuicio propio", aconsejaba el florentino. Siendo los demás hombres malos, uno debe ser malo para no quedar en inferioridad, apunta Catalán sobre el pensamiento del italiano. También abundarán los legitimadores de la mentira en el siglo de las Luces, como el propio Voltaire, uno de sus ilustres representantes.

El siglo XX, trufado de conflictos bélicos, estuvo obviamente repleto de mentiras. Y también de pensadores que la justificaron. "Ortega y Gasset habla de la necesidad de que unos pocos dirijan y el resto no interfiera. El paternalismo en Ortega y Gasset es muy claro", apunta. También en el fascismo o en el comunismo, con la idea de un guía o una vanguardia que sabe, explica el profesor de Ética, que pronto publicará La noble mentira, undécimo volumen de su tratado Seudología.

"Lo que mantengo es que la noble mentira se utiliza como una coartada para realizar aquellas cosas que, de conocerse, enfadarían a los gobernados. La idea del secreto de Estado pertenece a este concepto. Tiene su razón de ser en una guerra, pero en tiempo de paz tiene un sentido siniestro", apunta con el ejemplo de los fondos de Estado dentro de la guerra sucia contra ETA.

Catalán identifica hoy la peor versión de la mentira en estrategias como la de Vox. O en la que han inspirado consultores como Steve Bannon, que ha trabajado con Trump o el propio Abascal. "Lo que hacen es redirigir el miedo y el odio, dos sentimientos muy relacionados, de las clases bajas por la situación económica que procede de los brutales recortes desde la gran recesión. Hay algo nuevo: gente que trabaja y es pobre. ¿Qué ha hecho Bannon? Aprovechar ese miedo para redirigirlo no hacia donde debería, las clases financiera y política causantes del desastre, sino contra los inmigrantes", explica Catalán. Para el ensayista, esa reorientación del miedo ya fue definida por Goebbels: "La propaganda debe facilitar el desplazamiento de la agresión, concretando los objetivos del odio", defendía el ministro nazi.

De Bannon a Vox: la estrategia de redirigir el miedo