Para alcanzar el éxito "hace falta mucho café y dormir muy poco", asegura el tinerfeño Richard H. Martin, que está promocionando su primera novela, Ecos de Marte (Ediciones Idea), fruto de un trabajo "por primera vez disciplinado, adoptado como hábito diario, con su estudio estructural y desarrollo de personajes previo", a la vez que reconoce el apoyo posterior que le brindó el editor para pulir esta historia que se desarrolla en Marte en el año 2212. El planeta, de ser un erial de polvo rojo, acoge una floreciente colonia independiente, donde la humanidad vive una nueva etapa de esplendor, frente a la Tierra, donde ya nada es lo que era, con sequías, hambrunas, guerras y caos.

El creador confiesa que suele escribir sobre asuntos que no comprende, sobre todo comportamientos humanos que se le escapan y que traslada a sus personajes, a los que considera como una escultura que se observa desde todos los ángulos posibles, sin tener que involucrarse "en su dilema, en su incógnita".

En Ecos de Marte saca a un expiloto militar de su retiro para que descubra qué está amenazando la prosperidad del planeta rojo y le coloca en su camino a una pelirroja que le complica la vida, pero es una historia en la que no se implica emocionalmente: "Mi vida es ya bastante intensa como para hacerlo. Escribir me permite alcanzar la paz, me permite abstraerme del mundo de las emociones", admite, para puntualizar que suele ser "un poco caótico" en un proceso que no lo ve como evasión, sino como una forma de desconectar para ordenar sus pensamientos, "darles una forma".

Autor también del blog The Darkest Mind, donde publica una muestra de sus relatos breves, señala que al principio, cuando empezó a escribir, tenía en cuenta al lector, quién y cómo le iba a leer, y si le iba a entender, pero con el paso del tiempo, y trabajando como actor, se dio cuenta de que el lector no entiende exactamente lo que se le quiere transmitir, sino que extrae otro mensaje, "el suyo, eso es lo importante, al fin y al cabo, lo que el lector o el espectador va a entender".

Siguiendo esta argumentación, incide en que se siente satisfecho si el lector saca su propia conclusión, ya que si se queda indiferente, "es fracasar como contador de historias".

Richard H. Martin actualmente está embarcado en su particular Kamino, una novela online, "una locura" que asume como un desafío para crear un texto en tiempo real, con entregas semanales a modo de una serie de televisión, que se desarrolla y va creciendo con los posibles comentarios de los lectores. "No sabía dónde me estaba metiendo. Llevo cinco capítulos por ahora, y si consigo no morir en el intento, alcanzará los 52 capítulos, un año escribiendo, pero si resulta demasiado complicado, tendrá 25", expone sobre un trabajo que después quedará publicado online o en formato de libro electrónico.

En este sentido se manifiesta indiferente ante la escritura destinada a papel o a internet, pues lo considera parte del mismo proceso, que surge de la simple toma de notas cuando se le ocurren ideas, para sentarse delante del ordenador ante la pantalla en blanco, y es decisión del lector el formato que elija.

Pero Richard H. Martin es mucho más que escritor. Tras ese alter ego de Tana González se encuentra un licenciado en Arte Dramático, monologuista en cafés teatro, con experiencia en televisión y cine -tanto delante como detrás de las cámaras, en casi cuarenta cortometrajes-, que incluso se desenvuelve como actor especialista en espectáculos. Pero, sin duda, fue el teatro el que marcó un antes y un después en su evolución profesional, según reconoce.

En estos momentos, forma parte del elenco de La comedia de la mano de Carolina, un homenaje a la comedia del arte italiana que lleva ya varias representaciones, y esta semana ha empezado los ensayos de una nueva obra de cara al verano, Acreedores, una obra de August Strindberg que "para los tiempos que corren es muy interesante, con tres personajes, dos hombres y una mujer, sobre la manipulación, el machismo, el control que se ejerce sobre una persona a la que supuestamente quieres, con un toque de humor negro, un drama, en definitiva".

Entre sus proyectos, tiene un lugar destacado la web serie Arcadia, de la que es guionista y director y ha sido desarrollada con "un gran equipo de profesionales" de más de veinte personas. Sin embargo, está paralizada a falta de financiación. "Arcadia es mi estigma -matiza-, fue un proyecto bonito en el que nos metimos de cabeza, pero llegó un momento en que tuve que admitir que hace falta dinero para trabajar el audiovisual", por lo que le han propuesto que la convierta en una novela, alternativa que no descarta.

Enfatiza que Arcadia, "sin duda, era la excusa para poder criticar la política y la sociedad de este momento", y que quizás la configuraron cercana a la "distopía" pero bastante próxima a la realidad que se puede encontrar a diario, incluso retocaban el guion si se producía alguna noticia relevante durante su planificación: "Mucho discurso es actualidad pura y dura".

Con una temporada escrita y cuatro capítulos preparados, le faltó uno para cerrar un arco argumental, pero dado que las personas involucradas ponían sus conocimientos y su tiempo sin cobrar, una situación que le hacía sentirse incómodo, decidió que lo más sensato era parar el proyecto, a pesar de la cantidad de trabajo acumulado.

Ante la pregunta de si se siente más cómodo delante o detrás de las cámaras, se decanta por la faceta actoral, que es más "fácil entre comillas, pues el actor pasa mucho tiempo estudiando su personaje y el texto, pero trabaja menos en el sentido de que su labor queda en la sombra, solo es visible desde que el director dice acción hasta corten, mientras que no se puede cuantificar lo que le dedican los que están en el otro lado".

Considera que donde sí se expone un actor es en la faceta teatral, donde "tienes al público delante y su reacción es inmediata: si cometes un error, queda ahí y para siempre, no puedes corregir. Una mala actuación puede suponer un fin de carrera dramático, tienes que estar muy curtido para ponerte ahí", y lo contrapone a escribir en el ordenador, en la que puedes darle a control Z o a borrar, concluye.