El senador de Compromís, Carles Mulet, protagonizó el pasado mes de febrero una peculiar intervención en la Cámara Alta, en la que se pasó alrededor de un minuto repitiendo una palabra: "Cataluña, Cataluña, Cataluña, Cataluña, Cataluña...". Al término de su discurso, concluyó: "¿A que harta? Pues he estado solo un minuto, imagínense cuatro años; estamos muy hartos de ustedes".

El parlamentario valenciano quiso poner así en evidencia no sólo el hartazgo general que provoca el conflicto catalán, sino el hecho de que se utilice "como cortina de humo para taparlo todo". "Mientras se habla de Cataluña, no se habla de los problemas reales de las personas, como la precariedad o la violencia de género. Mientras se habla de Cataluña, no se habla de la asfixia económica que aún vive parte del país", advirtió Mulet. Lo mismo, pero en términos humorísticos, expresó el director de teatro y azote del nacionalismo Albert Boadella: "A los catalanes hay que juzgarlos por pesados, no por sedición".

Pero no es posible sustraerse a la cuestión catalana en esta campaña electoral, que está absolutamente condicionada por el conflicto territorial. Una tensión entre el centralismo y el nacionalismo que hunde su raíces en el mal encaje que se dio en la Constitución al estado de las autonomías. Y es que el título VIII que lo regula, quedó sin culminar y se redactó con una calculada ambigüedad para facilitar precisamente su aprobación. Y cuarenta años después, se ha puesto en cuestión hasta la razón de ser del modelo autonómico. La culminación del proceso de descentralización se topó primero con una fuerte resistencia para reformar la Carta Magna. Y, tras el desafío del soberanismo catalán, con una reacción recentralizadora del conservadurismo y liberalismo españoles.

En este marco, los tres nacionalismos que gobiernan Cataluña, el País Vaso y Canarias, afrontan el futuro desde concepciones, proyectos y posiciones muy diferentes.

Tres hechos singulares

La Constitución del 78 solo reconoce precisamente de forma expresa estos tres hechos singulares en España: vasco, catalán y canario. Y, en el caso del "Archipiélago atlántico" (como lo denomina el nuevo Estatuto de Autonomía), no ya por su identidad cultural y lingüística diferenciada, sino por su peculiar realidad geográfica. Es decir, por el hecho de estar situada en un espacio socioeconómico diferente al resto de España: "Somos distintos porque estamos distantes", ha sido el principal argumento sobre el que el nacionalismo canario ha construido su discurso.

Esta "hora menos" que distingue y caracteriza a Canarias de la España peninsular (incluyendo Baleares), le ha merecido el reconocimiento de la propia Unión Europea como la mayor de sus regiones ultraperiféricas (RUP), además del reconocimiento constitucional. Pese a ello, la comprensión de sus singularidades ha provocado una histórica confrontación con el Estado, que se ha reproducido al final de esta legislatura y ha entrado de lleno en campaña.

Los líderes nacionales que han celebrado actos electorales en las Islas, han afrontado la cuestión canaria a su manera: Pedro Sánchez, por ejemplo, insistió en los argumentos con los que trata de poner en evidencia al Gobierno nacionalista de Fernando Clavijo: "El PSOE ha hecho por Canarias en unos meses mucho más que el PP en siete años". "A Canarias le va mucho mejor con los socialistas". No acompañó ninguna de estas afirmaciones con dato alguno sobre los convenios pendientes, las partidas no transferidas o los criterios sobre la inversión del superávit. Y concluyó así: "El Gobierno canario va a mentira por hora y a insulto por minuto".

Pablo Iglesias, por su parte, no hizo referencia a asunto alguno relacionado con las Islas, salvo a la particular obsesión de su formación (en realidad de su candidata Victoria Rosell) con el ex ministro José Manuel Soria. Y aunque el líder de Podemos se fotografió con la bandera tricolor, como si esa fuera la única forma de reconocer la singularidad de Canarias, Podemos lleva toda la campaña reforzando las tesis del PSOE en el sentido de que "el Gobierno de Clavijo ha recurrido al victimismo y al agravio de Madrid para esconder la mala gestión de los nacionalistas al frente del Ejecutivo regional". También insisten los candidatos de Podemos en cuestionar las principales herramientas fiscales canarias y repiten como un mantra que "el REF, la RIC o la ZEC son solo para los ricos". De ahí su voto en contra del nuevo Régimen Económico y Fiscal, que reconoce la necesidad de equiparar a Canarias a la media nacional: "Los niños tienen que entender que tenemos un fuero tan importante como el de los vascos", explicaba hace unos días el especialista fiscal Salvador Miranda al proponer una campaña de difusión de los beneficios sociales del REF.

Por lo que respecta al resto de partidos nacionales, Albert Rivera llegó a decir que los canarios éramos también "como los vascos: unos privilegiados". Posteriormente ha rectificado, hasta el punto de que Ciudadanos es hoy la única formación estatal que dedica un apartado específico a Canarias en su programa electoral para el 28A: "Nuestra prioridad es cumplir con el REF y con el Estatuto de Autonomía. C's vota sobre las Islas lo que Melisa Rodríguez y yo decidimos", sostuvo estos días el candidato canario de la formación naranja Saúl Ramírez.

Pablo Casado, por último, apostó el pasado jueves en la capital grancanaria por una moratoria de transferencia de competencias a las autonomías: "Hay que reforzar el Estado. España ya no puede transferir ninguna competencia más a las comunidades, esto ya no aguanta más descentralización", sostuvo el líder del PP. Al parecer no cayó en la incongruencia de supuso que, a continuación, valorara "la gestión del PP para la aprobación del REF y el nuevo Estatuto de Autonomía de Canarias", que prevé un aumento del autogobierno.

La liviandad de las Islas

Es tal el calado de los temas en discusión en este momento de evidente cambio histórico que una de las cuestiones que más sorprende de la actual campaña electoral es su superficialidad, la simplificación burda de los debates y la escenificación o sobreactuación de los candidatos y candidatas. El contraste es sin duda la mejor evidencia de que, además de una crisis económica y social, el país arrastra una ya indiscutible crisis política. Y cuando se habla de Canarias, sonroja ver la liviandad y desconocimiento con que los líderes nacionales se refieren a sus problemas.

Pero la cuestión canaria no se entiende fuera del marco general de las tensiones existentes en la España de hoy entre quienes apuestan por el centralismo y quienes siguen abogando por profundizar en el proceso descentralizador. Y cada una de los tres nacionalismos ha seguido, en este sentido, su propio proceso. Así, los vascos representan, sin duda, el nacionalismo más pragmático, el que mejor ha sabido adaptar su velas al viento que soplaba en cada momento para llegar a buen puerto: es decir, para ir mejorando su nivel de autogobierno paso a paso. Los catalanes, por su parte, han forzado tanto la máquina que han terminado por hacer encallar el barco en alguna baja, mientras los canarios lidian con sus velas para tratar de avanzar, sin lograr enderezar el rumbo.

El espejo vasco

Así, los vascos sí han logrado situarse como auténticos privilegiados, entre otras razones para combatir la amenaza que supuso la existencia del terrorista etarra durante décadas. Y el cupo vasco les ha supuesto una sobre-financiación que ya alcanza los 1.5000 millones al año y que ha ido aumentando, como el desarrollo de sus competencias, cada vez que han necesitado sus votos para gobernar España.

Los catalanes, por su parte, han entrado en una deriva desde que la burguesía catalana de CiU, hoy PdeCat, se alió con los republicanos de izquierdas de ERC y los antisistema de la CUP, y optaron por la vía unilateral para alcanzar la independencia. El Estado independiente era, hasta 2006, una quimera que perseguían el 13,9% de la población. Ese año se aprobó en el Congreso su Estatuto de Autonomía, se refrendó por la mayoría de catalanes y se recurrió por el PP ante el Tribunal Constitucional:?"No hay más nación que la española, y a esa nación no pueden equipararse las nacionalidades y regiones que integran su indisoluble unidad", sentenció. Hoy, los independentistas representan el 48% de la población. Y, como todos sabemos, el fallido referéndum del 1 de octubre de 2017 concluyó con la intervención de la autonomía a través del artículo 155 de la Constitución y en la encarcelación y juicio de los principales dirigentes independentistas.

La pregunta que corresponde hacer a día de hoy es si el proceso de diálogo que Pedro Sánchez propugna complica o supone un avance en la solución al conflicto catalán. Algunos expertos y políticos sostienen que podría reconducirse en unos cinco años, mientras otros como el ministro Josep Borrell auguran que se prolongará al menos otros 20 años más. Los resultados del próximo 28A en Cataluña son, en cualquier caso, decisivos para apuntar una solución que acorte o prolongo los plazos para "pacificar" Cataluña. ERC, que podría duplicar su representación, parece en cualquier caso estar optando por la vía posibilista vasca.

El peón canario

Los tres nacionalismos existentes en España no responden a una construcción artificial, sino al respaldo electoral de los pueblos que representan (Galicia, pese a su lengua, es feudo del PP). Canarias, que lleva gobernando desde 1993, llegó a contar con el respaldo de 200.000 canarios durante una década: cuatro diputados durante tres legislaturas. Hoy cuenta con uno y 78.000 votantes. Pese a ello, esta legislatura logró reconducir la aprobación de la denominada agenda canaria y todo hacía augurar un tiempo nuevo, con el reconocimiento de más derechos y la dotación de mayores recursos. Se logró lo primero, pero no lo segundo, porque el cambio de Gobierno tras la moción de censura hice prescindibles los diputados 175 y 176.

Hoy es un peón dentro del tablero nacional y lo ocurrido en estos meses pone en evidencia que ha perdido posiciones. En realidad, la "fuerza de Canarias" se ha ido debilitando electoralmente en los últimos años por diversas razones: la división interna que sufrió en 2005 y el desgaste de 25 años de gobierno. Pero es que, además, CC no representa ya un proyecto nacional de Canarias, sino la suma de siete proyectos insulares que convergen. Y en el que una isla, Tenerife, impone su hegemonía ante la debilidad de Gran Canaria en el seno de la coalición nacionalista. A NC le ocurre a la inversa, su fortalece en la provincia de Las Palmas, sobre todo en Gran Canaria, contrasta con su debilidad en la provincia occidental. Y tras diez años aspirando a formar parte de un Gobierno de izquierdas en Canarias, apoyando al PSOE, perderá igualmente un altavoz imprescindible si su "diputado del 75%" no entra en el Congreso.

Si tras las autonómicas no lograra tampoco sumar, junto con PSOE y Podemos para conformar gobierno, quedaría muy tocada para afrontar su futuro. La debilidad de ambos nacionalismos, el único de los tres citados que pierde peso, quizá abra una reflexión sobre la debilidad política de Canarias. Y por tanto sobre la conveniencia, o no, de iniciar un proceso de convergencia y refundación de ambas formaciones. Sobre todo teniendo en cuenta que Canarias está muy mal colocada ante una posible reforma territorial o para la negociación de un nuevo sistema de financiación autonómica.