Un ciberataque condicionó las elecciones a la Presidencia de Estados Unidos en 2016. Fueron grupos rusos, según denunció el Gobierno, quienes presuntamente intervinieron las comunicaciones del Partido Demócrata y de la campaña de Hillary Clinton para filtrar correos electrónicos que beneficiaban las opciones a Donald Trump.

Un novato en política, un empresario charlatán, asaltaba la Casa Blanca a caballo de una campaña trufada de bulos, medias verdades, promesas delirantes y acusaciones para deslegitimar a los medios de comunicación tradicionales.

Hackers de origen desconocido y fake news difíciles de combatir. Desde hace unos años, la red es una trinchera más de guerra sucia entre Estados en conflicto geopolítico o grupos de interés tratando de sacar partido de estrategias de desinformación para desacreditar al rival.

El último informe de Ciberamenazas y tendencias del Centro Nacional de Información (CNI) recoge cómo en 2017 algunos de los partidos políticos más relevantes de Occidente -la CDU de Angela Merkel, la formación de Macron en Francia o los partidos Demócrata y Republicano de EE UU- han sido víctimas de robo de información de la organización y de sus miembros para influir en los procesos democráticos.

En España, ni el Estado ni el partido gobernante en los últimos años se han librado del acoso de ciberactivistas. Anonymous, por ejemplo, ha tumbado las web del PP, el Tribunal Constitucional, Fomento o Economía, entre otros, por la gestión del conflicto en Cataluña.

Básicamente, fueron ataques para bloquear sus espacios digitales (a través de ataques de denegación de servicio, DDoS, que saturan el servidor). O acciones públicas y generalmente de poca gravedad, como los defacement (cambio en el aspecto de la web) que ha sufrido en varias ocasiones el PP, una burla de naturaleza propagandística. Aunque en ocasiones, como ocurrió en 2013, esta organización publicó datos de contabilidad y de empleados y militantes del partido.

"Los incidentes más graves son los que no se conocen", apunta José Rosell, CEO, junto a Miguel Ángel Juan, de la empresa de ciberseguridad S2 Grupo. ¿A qué retos se enfrenta un partido político en unas elecciones generales o autonómicas como el 28A? Al margen del daño a la imagen, el "robo de la base de datos de afiliados" es uno de los males más evidentes que puede sufrir un partido. "Tiene un impacto respecto a la ley de protección de datos, y puede hacer daño al partido por no garantizarla. O dar a conocer a personas que no quieren ser conocidas, así como los números de cuenta, teléfonos, etc", apunta Rosell.

La intercepción de móviles es otra de las vías habituales de ciberataque. El acceso a las estrategias de los partidos o los correos electrónicos a través de servidores es una de las principales brechas de seguridad. No solo le ha pasado a Hillary. En Alemania, se acaban de filtrar datos personales de la canciller y otras decenas de líderes de diferentes partidos; en Francia, a dos días de la presidenciales de 2017, salieron a la luz correos electrónicos y otras informaciones internas de En Marcha! (Macron) tras haber sido hackeados.

Para los expertos de S2 Grupo, con todo, si hay un reto en materia de seguridad, no solo para los partidos sino también para las instituciones, es el de combatir las fake news. "Es difícil diseñar una estrategia defensiva ante esto. La prensa tiene su segunda gran oportunidad, la fiabilidad de la fuente va a ser determinante. No se va a poder determinar de otra manera si una noticia es verdadera o falsa", explica José Rosell. Es uno de los grandes retos de la prensa del siglo XXI. Una encuesta del Edelman Trust Barometer refleja que, en 2018, solo mantiene su confianza en los medios el 44 % de los ciudadanos.

La mentira se propaga más

Es en el magma virtual donde fluyen las estrategias de líderes como Donald Trump o sus émulos populistas en Europa, cargando contra los medios tradicionales. La mentira vende y ha encontrado en la red un ecosistema donde propagarse sin freno. Un estudio publicado en la revista Science por investigadores del MIT de Massachusetts revelaba que las informaciones falsas vertidas en Twitter se difunden de forma más veloz y llegan más lejos. El estudio estaba firmado, entre otros, por responsables de la propia red social, como Deb Roy. Y el efecto cascada se produce en el terreno político de forma mucho más pronunciada que en otros ámbitos.

En la Universidad de Valencia, por ejemplo, el grupo de investigación MediaFlows va a realizar un estudio esta campaña para tratar de localizar de dónde salen las noticias falsas, cuáles surgen a través de cuentas automáticas (bots), quiénes les dan pábulo y cuáles son los mecanismos de distribución.

Por su propia naturaleza, resulta difícil combatir estas noticias. Entre sus características, destaca el hecho de estar basadas en algunos elementos verdaderos; son presentadas de manera atractiva y sensacionalista; provienen de medios de reciente creación o de escasa trazabilidad; carecen de fuentes y, en ocasiones, se publican en algún medio desconocido de un país extranjero a la espera de que, con el tiempo, entren en la cadena de distribución de noticias de medios más fiables y adquiera aspecto de credibilidad.

Ni siquiera es necesario un ejército de bots (como los que han respaldado al presidente del PP, Pablo Casado, en esta precampaña) listos para reproducir masivamente mensajes. Un pantallazo recibido a través de Whatsapp puede ser difundido sin medida por humanos.

La preocupación por el fenómeno ha llevado incluso al Centro Criptológico Nacional del CNI a elaborar una guía para combatirlas, en cuanto a peligro para la seguridad del Estado por su capacidad para producir crisis políticas o de seguridad.

En octubre de 2017, con el conflicto catalán en pleno apogeo, el medio de comunicación de origen ruso RT News aseguraba que los tanques se habían desplegado en las calles de Barcelona. La noticia fue compartida por 11.800 usuarios, explica el CNI como ejemplo.

La mentira como estrategia de agentes externos para provocar o agravar crisis institucionales en un país, pero también noticias dirigidas a socavar opciones políticas. Pero ¿cómo frenarlas? El problema es que las fake news son estrategias de desprestigio que en la medida en que se trata de rebatir también se ayuda a su propagación.