Elecciones Autonómicas 2023

La resistencia ‘morada’

La aspirante de Podemos a la Presidencia se considera pieza clave para otro gobierno de progreso y hace bandera de sus cuestionados cuatro años al frente de Derechos Sociales

Noemí Santana.

Noemí Santana.

Joaquín Anastasio

Joaquín Anastasio

Tras cuatro años en la oposición y otros cuatro formando parte del Gobierno del pacto de las flores, el gran escollo en esta nueva cita electoral para la líder de los podemitas es, precisamente, la espita abierta entre los suyos. La negociación por lograr una gran coalición de izquierdas fracasó estrepitosamente y la competición por el voto a la izquierda del PSOE se reparte ahora entre Reunir Canarias, Ahora Canarias, Más Canarias o Proyecto Drago . Un panorama que hace complicado que Podemos repita los cuatro escaños de 2019, y que Santana logre sumar para repetir en el Ejecutivo.

El papel de Noemí Santana es sin duda el más complicado de entre los aspirantes a la Presidencia de Canarias en las elecciones autonómicas del 28 de mayo a la vista del contexto en el que afronta su tercera candidatura consecutiva al cargo. Con 39 años cumplidos en enero, sigue siendo, además de la única mujer, la más joven de cuantos se enfrentan a las urnas por parte de alguna de las formaciones con opciones, en principio, de tener algo que decir respecto a los pactos y para la formación del próximo gobierno. 

Ese es precisamente su objetivo principal asumiendo de antemano la dificultad que para ella supone la pérdida, según todas las encuestas, de posiciones y de apoyo ciudadano por parte de la formación política a la que representa, Podemos Canarias, así como la aparición de un competidor directo en el mismo espectro ideológico como es el caso de Alberto Rodríguez, ex compañero de partido, que lidera la coalición Drago Verdes Canarias.

La clave: resistir

Santana lleva conjugando mentalmente el verbo resistir como concepto básico de su campaña con el objetivo de poder aportar los escaños imprescindibles y mantener el pacto de las flores gobernante del que ha formado parte en la pasada legislatura junto a PSOE, NC y ASG. Pero sabe que el marco es muy diferente al de 2019 y que los números no se van a repetir de forma matemática de forma que el gobierno de progreso se reedite tal cual. Son tantas las variables postelectorales que se pueden dar sin Podemos, que la posibilidad de que ella vuelva a integrarse en una mayoría de gobierno es una verdadera lotería. Y pese a todo insiste en su batalla con la obstinación que la caracteriza como mujer canaria y morrúa, tal como se autodefinió en el mitin de presentación de candidatos hace unas semanas junto a la secretaria general de Podemos, Ione Belarra.

Desde su puesto como consejera de Derechos Sociales, Igualdad, Diversidad y Juventud del Gobierno de Canarias, y pese a las muchas críticas de que ha sido objeto, Santana cree tener los avales suficientes como para que el electorado canario de izquierdas respalde una candidatura cuya presencia en el nuevo Ejecutivo considera imprescindible para mantener las políticas sociales de los últimos cuatro años. Y lo más curioso de este empeño es con el que ella parece haber enfilado al PSOE, con el que comparte un Ejecutivo que aspira a reeditar, como principal adversario electoral del 28-M. Es acaso una estrategia que emana de la dirección de Podemos en Madrid ante la dinámica de enfrentamiento emprendida entre ambas formaciones en el ámbito estatal en la recta final de la legislatura. 

Sobre la idea de que los socialistas deben sentirse presionados por su izquierda para evitar que se deslicen por la pendiente centrista, Podemos construye un discurso de campaña a la contra de algunos argumentos del PSOE para intentar demostrar al electorado que la agenda social solo se sostendrá con los morados en los gobiernos.

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Rendir cuentas

Santana afronta las nuevas elecciones con algunas novedades significativas respecto a la campaña de 2019. La primera y más evidente es que ahora y por primera vez en toda la historia de la izquierda alternativa de las Islas, defiende una gestión tras cuatro años de gobierno junto a los socios del pacto de progreso. La segunda es que Santana no es en esta ocasión la principal dirigente de Podemos y se encuentra, por así decirlo, en los márgenes de las peleas internas en la organización, lo que no quiere decir que se encuentre al margen de las mismas. Y la tercera, y más determinante, es la ya comentada de tener contrincante directo en su espectro ideológico en la figura de Alberto Rodríguez, con quien intentó un acuerdo para una candidatura conjunta que el ex diputado tinerfeño rechazó. 

Santana lidera de esta forma la coalición Unidas Sí Podemos que, además de a los morados, integra en esta ocasión a Izquierda Unida Canaria (IUC) y a Sí Se Puede, pero perdiendo como socios a Equo Verdes, que ha preferido aliarse con el Proyecto Drago de Rodríguez y Los Verdes-Federación Verde en la plataforma electoral Verdes Drago Canarias. 

Este fracaso en esa negociación ahonda en la división de este espacio político también disputado por otras formaciones como Reunir Canarias, la escisión de Podemos Canarias, Ahora Canarias, o Más Canarias, la marca en las Islas del también ex podemita Íñigo Errejón que ahora lidera Más País. Un panorama que hace prácticamente imposible que Podemos repita los cuatro escaños de 2019, y muy difícil que Santana esté en condiciones de sumar los escaños necesarios para que reeditar el pacto de las flores. Porque su única posibilidad de poder condicionar el futuro gobierno y reeditar el acuerdo es que se reproduzcan casi al milímetro los resultados de 2019, es decir, que el PSOE o NC no ganan en conjunto más escaños de los que Podemos pueda perder, y obviamente que la suma de CC y PP, con o sin ASG, no logren superar a la izquierda.

Lista insular

Aunque no es responsabilidad directa de la candidata de Podemos la actual situación del espacio post 15-M, sí puede serlo la deriva en que entró su partido durante sus tres años como coordinadora general entre junio de 2017 y octubre de 2020, periodo durante el que se fraguó la crisis que ha llevado a la desbandada de figuras como Meri Pita, primera dirigente regional del partido en las Islas, el propio Alberto Rodríguez, la también ex diputada Carmen Valido, y otros muchos dirigentes insulares, con el consiguiente destrozo político y reputacional en las instituciones en la que habían logrado representación e incluso participar en sus gobiernos. 

Fue un liderazgo el suyo convulso al frente de Podemos en el que no pudo o no supo desmontar los reinos de taifas en el seno de la organización a pesar de tener siempre el aval de los dirigentes estatales, y que ahora se proyecta sobre su candidatura con serio riesgo de sacarla de la política. 

La primera representante

Santana fue la primera representante canaria en el Consejo Estatal de Podemos y ha sido desde entonces una pieza fundamental en las Islas de todo el entorno del entonces líder máximo de la organización, Pablo Iglesias, así como de su sucesora, Ione Belarra. Ambos han participado en la campaña de Santana y del resto de candidatos de la organización del 28 de mayo. La ministra lo hizo el 30 de abril, y el ex vicepresidente del Gobierno central el domingo 14 de mayo, en lo que se ha interpretado, dado su poder de convocatoria, como un intento de galvanizar, con recados muy claros hacia el ex compañero Rodríguez, a las huestes podemitas últimamente con muy baja moral. La pugna con Yolanda Díaz y su proyecto Sumar para la elecciones generales domina el marco de las preocupaciones y estrategias de Podemos.

El gran riesgo

Ese riesgo que corre la candidata de quedar en completo fuera de juego tras el 28-M es precisamente el que la ha llevado a presentarse a la Presidencia por una lista insular, la de Gran Canaria, donde tiene aparentemente más posibilidades de lograr el 15 % de los votos que exige la ley por esa vía, que alcanzar el 4 % que requiere la plancha autonómica. Es la única candidata de los partidos no insularistas (caso de ASG) que ha apostado por esa estrategia, un dato que explotan sus adversarios políticos en tanto que reflejo de una peligrosa debilidad. 

La morrúa candidata de Unidas Sí Podemos tiene en todo caso capacidad de resiliencia con una carrera, pese a su juventud, que viene de largo desde su estreno en política en el año 2007 en las filas de NC, donde llegó a estar en su Ejecutiva Nacional como secretaria de Juventudes y a ocupar la sexta posición en la lista al Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria en las elecciones de 2011, e incluso a trabajar bajo las órdenes del líder del partido, Román Rodríguez, en el organismo Ferrocarriles de Gran Canaria. Tras abandonar NC ese mismo año 2011, inició luego una peregrinación por distintas formaciones y colectivos de la izquierda extraparlamentaria hasta que se enroló en Podemos desde los inicios de la formación morada, participando en su primera asamblea de Las Palmas de Gran Canaria. 

Desde ahí escaló de inmediato hacia su primera candidatura a la Presidencia en las elecciones autonómicas de 2015, y accediendo cuatro años después a la consejería de Derechos Sociales que ella misma y su partido han tratado de convertir en la bandera de las políticas progresista del actual Ejecutivo regional, en un contexto de crisis económica por la pandemia, y en el principal argumento sobre la conveniencia de mantener peso en el futuro Ejecutivo. Todo ello pese a las evidentes lagunas de gestión que a veces ella ha reconocido y justificado por la falta de personal o la herencia recibida del gobierno anterior, de CC. 

La aplicación de la Renta de Inserción Canaria y su integración en el estatal Ingreso Mínimo Vital, así como el desarrollo de la ley de Dependencia han sido sus puntos más críticos, pero los datos ofrecen lecturas y matices que a ella le permiten ofrecer una versión con la que reivindicarse.