Cleopatra en blanco y negro

Cleopatra en blanco y negro

Cleopatra en blanco y negro / Lara de Armas Moreno

Lara de Armas Moreno

Lara de Armas Moreno

Es difícil olvidar a Elisabeth Taylor en su icónico papel como Cleopatra en la película homónima de 1965 dirigida por Joseph L. Mankiewicz. La actriz representó a una femme fatale cuya arrebatadora belleza dejaba sin aliento a los gobernantes más importantes de la época, entre ellos al mismísimo Julio César.

Al igual que ocurre con la nueva adaptación de Netflix, el filme fue polémico por la racialización del personaje, en aquella ocasión, por ser mucho más caucásica de lo que debió ser Cleopatra, pero también porque, según los textos clásicos, tuvo que distar mucho la belleza de la última reina ptolemaica del de la última estrella del Hollywood dorado. El cine se ha encargado de atribuirle una hermosura sin parangón, pero según las fuentes clásicas, el atractivo de la gobernante radicaba más en su carisma y en su cultura que en su aspecto físico.

Las especulaciones sobre el color de piel de Cleopatra no son nuevas, un documental de la BBC de 2009 ya expuso la posibilidad de que la reina fuese negra. Lo que realmente preocupa a historiadores y arqueólogos es que la producción de Netflix se no presenta como un biopic con alguna licencia literaria, por el contrario, se trata de una docuserie entre cuyos expertos solo aparece una egiptóloga. Las intenciones del proyecto se muestran muy bien al inicio del primer capítulo en el que la catedrática Shelley P. Haley, profesora de Estudios Clásicos y Africanos, cuenta que su abuela le dijo de pequeña: «Me da igual lo que te digan en el colegio, Cleopatra era negra».

Y parece que eso es precisamente lo que han hecho con el documental, les ha dado bastante igual lo que han dicho algunos prestigiosos egiptólogos como Zahi Hawass, uno de los más célebres en su campo, que niega que lo que cuenta Netflix sea cierto. El experto está convencido de que Cleopatra fue blanca. Lo mismo opina el secretario general del Consejo Supremo de Antigüedades, Mustafa Waziri, que alega que la reina tenía un aspecto físico heleno e insiste en que hay muchas estatuas y monedas que la presentan con rasgos caucásicos como una nariz perfilada, labios finos o piel clara. Para más señas, un busto encontrado en la Vía Apia, que data del siglo I a.e.c., muestra a una Cleopatra con físico carente de exotismo.

La realidad es que la gobernante era hija de Ptolomeo XII, un monarca de ascendencia macedonia descendiente del propio Alejandro Magno y, por lo tanto, de raza caucásica. No se sabe a ciencia cierta quién fue su madre, pero se cree que pudo tener raíces africanas, con lo que existe la posibilidad de que Cleopatra haya tenido un origen étnico mixto, pero desde luego no puramente africano. Según esta premisa, tanto la docuserie como el filme de Mankiewicz estarían equivocados y la reina habría sido una perfecta representación de lo que fue Egipto, una amalgama de etnias traídas de la Hélade y del sur de África.

Quizá lo que hay que sacar en claro de esta producción es que no se debe caer en el error de pensar que en Egipto solo había personas negras o blancas. El resto de los fenotipos, muy comunes en el país, han sido totalmente ignorados por el proyecto y se ha cometido un fallo muy común, mirar el pasado bajo la lupa de los intereses del presente.

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