Elecciones Autonómicas | Equilibrios ideológicos

El imposible puzzle ‘progre’

La izquierda alternativa se presenta en dos bloques y asume que dejará sin efecto miles de votos y pone en riesgo el ‘pacto de las flores’

El imposible puzzle ‘progre’

El imposible puzzle ‘progre’ / E. D.

Joaquín Anastasio

Joaquín Anastasio

Los partidos de la llamada izquierda alternativa en Canarias han sido incapaces de convertir la diversidad política en ese espacio ideológico en una plataforma electoral de interés común con el que facilitar un resultado aceptable en las elecciones autonómicas del 28-M y la posibilidad de ser determinantes en la formación del próximo gobierno regional. Pese a las advertencias desde toda la izquierda, y desde las propias filas de los partidos implicados, sobre los riesgos de esa división, el personalismo y las discrepancias sobre cómo articular y configurar una candidatura única han terminado por dominar el proceso previo e impedido cualquier posibilidad de acuerdo.

No ha habido en realidad una negociación seria ni una voluntad clara de pactar unas mínimas reglas para aglutinar a todo ese espacio político que, de facto y salvo el caso de Podemos, no tiene ninguna presencia social ni institucional. Lo que en las dos anteriores elecciones, las de 2015 y de las de 2019, estaba más o menos integrado en el proyecto que representaba Podemos, se proyecta ahora, con la formación morada en horas bajas y rota en mil pedazos, como un mundo multicolor de pequeñas formaciones sin relevancia política ni social, y que no logra articular un discurso básico sobre qué tipo de gestión de lo público ofrece a la ciudadanía.

Pese a que conceptualmente comparten un ideario que amalgama medidas económicas y sociales clásicas de la izquierda radical, y los más pintorescos lugares comunes de la progresía canaria heredera del ecologismo y el antiatlantismo de los años 70 y 80 del siglo pasado, las formaciones y grupúsculos que integran este espacio político se han dejado llevar por las diferencias de matiz, o directamente por las rencillas personales y las batallitas políticas entre ellos, despreciando cualquier análisis estratégico sobre cómo convertir su potencial apoyo electoral en fuerza real en las instituciones, y en particular en el Parlamento de Canarias, así como en entrar en el juego del poder a través de las negociaciones para formar gobierno.

Podemos y Proyecto Drago lideran sendas coaliciones multicolor tras fracasar los intentos por confluir

La causa fundamental de esta división no es otra que la ruptura producida en Podemos como consecuencia de las variadas circunstancias vividas en esa formación durante los últimos cuatro años, justamente, y de forma paradójica, aquellos en los que sus principales dirigentes estatales y canarios han formado parte, respectivamente, de los gobiernos en España y en Canarias. Cuando parecía que Podemos había logrado, al menos en parte, ese objetivo de «asaltar los cielos» que ambicionaba su ex secretario general y uno de sus principales fundadores, Pablo Iglesias, la realidad de la política cotidiana, la dificultad que siempre entraña las tareas de gestión de lo público, y los errores estratégicos de sus dirigentes les está haciendo caer a tierra antes de lo previsto.

Y si en muchos otros territorios los problemas internos estaban muy marcados por las diferencias surgidas con las confluencias y mareas con la que se aliaron electoralmente en consultas anteriores, en Canarias esos problemas aparecieron en el mismo seno de la formación, que en los cuatro años de legislatura autonómica no ha parado de afrontar crisis tras crisis hasta casi al autoaniquilación. Como ejemplo de ello no cabe más que recordar que de los cuatro representantes morados que fueron elegidos al Congreso por las Islas desde 2015, tres están ya fuera de la formación: Meri Pita, que fue la primera dirigente territorial del partido en Canarias; Alberto Rodríguez, que llegó a ocupar la secretaria general en el ámbito estatal; y Cristina Valido, la primera en abandonar el partido. De los cuatro solo permanece fiel a la cúpula podemita alguien que de facto no tiene carné de militante, la jueza en excedencia Victoria Rosell, actualmente delegada del Gobierno para la lucha contra la Violencia de Género a las órdenes de la ministra de Igualdad, Irene Montero.

Esa diáspora en el seno de Podemos es la causa principal de la actual división en el espacio a la izquierda del PSOE y de NC en las Islas, pues tanto el tinerfeño Alberto Rodríguez, como las grancanarias Pita y Valido, respaldan ahora sendos proyectos políticos competidores de la formación morada. Rodríguez, que se aúpa argumentalmente sobre la injusticia que cree se cometió con él tras ser condenado por el Tribunal Supremo en 2021 por agresión a un policía siete años antes, y retirársele el escaño en el Congreso en polémica decisión de la presidenta de la Cámara, Meritxell Batett, creó su propio proyecto político de «obediencia canaria» con el claro ánimo de arrebatarle el discurso a su formación de origen, a la que acusó de no haberle defendido suficientemente en su litigio por el acta parlamentaria.

Falso tanteo

Bautizado como Proyecto Drago, este artilugio político es su criatura personal con la que pronto se postuló como candidato a la Presidencia del Gobierno, además de a la Alcaldía de La Laguna, en competición abierta y directa con Podemos y la aspirante de esta formación al puesto, la actual consejera de Derechos Sociales del Gobierno de Canarias, Noemí Santana. Lo que inicialmente parecía un tanteo entre ambos espacios sobre cómo afrontar unas negociaciones para una candidatura única y conjunta que supuestamente confirmaría a Santana como candidata, y otorgaría amplio margen a Rodríguez, se ha confirmado como una clara lucha por la representación de ese espacio ideológico. El tinerfeño ha pasado por alto las distintas opciones que le ofrecían sus ex compañeros para posibilitar la confluencia y ha pesado en él la apuesta por la nueva marca con la que espera entrar en el Parlamento regional.

La pugna entre Podemos y Proyecto Drago ha arrastrado al resto de formaciones de ese espectro ideológico, que se han sumado en su mayoría a una candidatura u otra más en base a la dialéctica de sus filias y fobias políticas y personales, y a la de las batallas previas en el espacio de la izquierda alternativa, que a cuestiones estratégicas o programáticas. Un resultado de división en todo caso que condena a todas ellas a minimizar su representación en el Parlamento, con alto riesgo de que ninguno logre superar las barreras electorales (15 % en las listas insulares y el 4 % en el ámbito regional) para entrar en la Cámara.

Noemí Santana y Alberto Rodríguez compiten por la Presidencia en un mismo espacio político

Podemos suma en este caso con respecto a 2019 a Izquierda Unida Canaria (IUC), y a Sí Se Puede, que han conformado la candidatura que liderará Noemí Santana como candidata a la Presidencia aunque por la lista insular de Gran Canaria, pero ha perdido por el camino a las plataformas y colectivos verdes, sobre todo a Equo, que junto con Los Verdes-Federación Verde, han apostado en esta ocasión por alinearse con Alberto Rodríguez para crear junto a Proyecto Drago la candidatura Drago Verdes Canarias. La coalición liderada por el ex diputado tinerfeño incluía en un primer momento a Ahora Canarias, que sin embargo la abandonó dando un portazo pocas semanas después de firmado el acuerdo por discrepancias supuestamente programáticas, y acusando a Rodríguez de haber convertido su proyecto en un «mero reparto de sillones». En compensación, Drago Verdes Canarias incorporó, ya después de registrada oficialmente la coalición, al partido Liberación Canarias, algunos de cuyos líderes se han integrado en las listas como independientes.

Fuera de estas dos principales opciones se han situado Reunir Canarias, la escisión de Podemos que lidera Emma Colao y que cuenta con el aval de las también ex podemitas Meri Pita y Carmen Valido, así como Más Canarias, la marca regional de Más País, el partido que en el ámbito nacional lidera el también exfundador de Podemos Íñigo Errejón. Son, en definitiva, más de diez partidos de la izquierda alternativa isleña que competirán por un electorado limitado que tendrá muchas dificultades en diferenciar no solo ya sus propuestas programáticas, sino las siglas que representan el ideario de cada elector.

Las cuentas no dan

La incapacidad de superar los personalismos y el contrastado sectarismo de este espacio político, tan ideologizado como escasamente pragmático, y la ausencia de liderazgos en sus filas les ha abocado a una actitud suicida que muy probablemente reducirá a la mínima expresión su representación en el Parlamento y el resto de instituciones en juego el 28-M. Si la coalición liderada por Podemos en 2019 logró cuatro escaños en 2019, perdiendo ya tres respecto a 2015 pese al aumento del total a repartir en el conjunto de la Cámara regional (de 60 a 70), es muy probable que en esta ocasión la candidatura de Santana vea reducidas sus posibilidades de aportar nada significativo como para reeditar el pacto de las flores y el gobierno de progreso del que ha formado parte en los últimos cuatro años. Si con sus más de 78.600 votos en las listas insulares y casi 76.000 en la l regional pudieron aún entrar en el juego político isleño y participar por primera vez en la historia de la izquierda alternativa canaria en la gestión de lo público, sus actuales expectativas electorales, confirmada la sopa de letras a la que han dado lugar en el 28-M, les aleja de toda posibilidad de repetir la experiencia. Y eso no es lo peor que política y electoralmente le pueda pasar a la formación morada.

Más de diez partidos compiten por un electorado limitado que tienen muchas dificultades en diferenciar no solo ya sus propuestas sino las siglas

Inmersa toda esta amalgama de partidos, plataformas, proyectos o colectivos en una dialéctica de confrontación sobre los más variados y grandilocuentes conceptos políticos e ideológicos respecto a lo que necesita la Canarias del futuro, su cultura asamblearia y su desprecio a los liderazgos contrastados les arrastra a estrategias suicidas y dificulta su utilidad política. Su fascinación por un confuso y difuso canarismo de compleja proyección política concreta, y por lo que han dado en llamar «ecosoberanismo», así como sus reticencias a aspectos fundamentales del REF, les sitúa en un terreno de difícil componenda con otras formaciones.

Aunque para la mayoría de estos partidos o colectivos, el purismo ideológico es un valor que siempre estará muy por encima del posibilismo político y estratégico, y prefieren seguir siendo un puzzle imposible de encajar, antes que un trabajado collage colaborativo cuyo objetivo no tiene por qué ser quedar bonito en el salón de las instituciones, sino cohesionar el grupo y la integración de todos los participantes para ser útil a los ciudadanos.

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