Una visita low cost

Al final otra despedida apresurada y a tomar un avión a toda velocidad. Una visita electoral insignificante

El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, visita La Laguna

El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, visita La Laguna / Andrés Gutiérrez

Alfonso González Jerez

Alfonso González Jerez

Más que discutir si Núñez Feijóoo perdió o no perdió un avión para venir a Canarias habría que preguntarse si vino o no vino a las islas. Los psocialistas denunciaron desde primera hora que el líder del PP no había perdido ningún avión porque todos los vuelos reales o imaginarios salieron puntualmente. Pero, ¿por qué habría que mentir sobre eso? La insidia socialista es una estupidez que solo se explica por la polarización nauseabunda y hastiante en la que vive instalada la sociedad española. Una polarización que ya es estructural y ha cuajado como única cultura política compartida: la de no compartir nada. Ya no se discuten los argumentos, ni siquiera los relatos, sino los hechos mondos y lirondos. Al final Núñez Feijóoo cayó en la debilidad de mandar copia de su tarjeta de embarque a la mitad de los periodistas del país, lo cual es una forma de rendir homenaje a los que te han llamado mentiroso. Ahora bien, ¿el líder del PP estuvo en Canarias? ¿Se refirió a uno solo de los problemas que afectan a las islas? ¿Adelantó alguna solución más o menos articulada para los mismos? No. Se limitó a ser él mismo en un país que jamás ha estado entre sus prioridades políticas y territoriales.

Así que el domingo Núñez Feijóoo no llegó a tiempo al mitin previsto en las inmediaciones del Castillo Negro de Santa Cruz de Tenerife, en las instalaciones del Parque Marítimo. Desembarcó casi a las ocho de la noche y se fue a cenar –ligerito – con Manuel Domínguez, el candidato presidencial del PP canario criado y ensolerado en Los Realejos. Otro aspirante presidencial desde las medianías, como si los habitantes de las capitales no tuviéramos ya suficiente castigo. A alguien, tal vez en la cena, se le ocurrió que Núñez Feijóoo podría aprovechar el tiempo paseando por la maña por la calle de La Carrera. Sin duda la ocurrencia partía del supuesto de que Núñez Feijóoo goza de una extraordinaria popularidad en el centro lagunero, formando un triunvirato con Alonso Fernández de Lugo y Nijota, y la gente se quedaría pasmada al verlo pasear en carne mortal por la ciudad. En realidad su presencia solo era apreciable, como los agujeros negros, por los pequeños planetas que se le acercaban constantemente, como el propio Domínguez, o Ana Zurita, candidata a la Alcaldía de La Laguna, que ante el supremo líder abandonaba por un instante la expresión de conteida repugnancia que dirige habitualmente a la humanidad que vive con el salario mínimo interprofesional. Al cronista le pasó algo parecido que al señor Núñez Feijóo: perdió el tranvía por causas mecánicas. Debió atenerse con tristeza, por tanto, a registrar el impacto de la personalidad del presidente del PP y senador ocasional en algunos de los lugares que visitó fugazmente. Por ejemplo, en la cafetería de La Carrera, donde se tomó un café, alguien recordó que un montón de hombres en chaqueta pero sin corbata y algunas señoras en traje sastre formaron un grupo muy compacto que estuvo por ahí cinco minutos. En una de las dulcerías más antiguas de la ciudad al cabo de media hora todavía se mantenía la memoria de un caballero ligeramente esmirriado y de ojos claros elogiando un tubo de nata entre las sonrisas extasiadas de numerosos acompañantes. «¿El que vino era del PP, no?», preguntó a un servidor una dependienta de otro establecimiento. Asentí. «Fue muy amable pero no compró nada», repuso la encargada, que resumió así no solo una anécdota, sino el sentido último de la democracia posmoderna.

El recorrido duró exactamente media hora. Núñez Feijóoo llegó hasta la Torre de la Concepción. Sacó un par de fotos. Llegó un coche y lo raptó al aeropuerto. En Las Palmas si lo esperaba un mitin organizado en las inmediaciones del auditorio Alfredo Kraus. Es que les pasa a todos. Antes llenaban auditorios y plazas de toros y polideportivos. Ahora acampan en los alrededores y lo que antes era un mitin ahora parece una misa de campaña. Eran menos de 300 personas, pero no hagan caso al arribafirmante, que siempre se equivoca con las cifras y es incapaz de contar correctamente los millones de ciudadanos que acuden a escuchar a nuestros líderes. El día estaba espléndido y el mar parecía una acuarela viva y entonces comenzó a hablar Núñez Feijóo. Una larga letanía contra Pedro Sánchez. El líder del PP no es un orador admirable. Básicamente porque jamás –hasta ahora – ha necesitado de dotes oratorias para ganar elecciones. Es incapaz de sorprender, de emocionar, de arrastrar la atención. Es básicamente el mismo Núñez Feijóo que en los debates televisivos para retener la Xunta de Galicia evitaba responder a los adversarios y se limitaba a soltar cifras y porcentajes de una gestión arcádica. Es, en definitivamente, un señor sumamente aburrido, pero lo peor no es eso. Lo peor es que Manuel Domínguez y Jimena Delgado, la candidata a la Alcaldía de Las Palmas de Gran Canaria, emulan esas limitaciones lastimosas por considerarlas un modelo. Al final otra despedida apresurada y a tomar un avión a toda velocidad. Una visita electoral insignificante, prescindible y muy low cost.

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