El pergamino de Eunomia

La corrupción electoral en la Antigua Roma

La corrupción electoral  en la Antigua Roma

La corrupción electoral en la Antigua Roma

Lara de Armas Moreno

Lara de Armas Moreno

La corrupción electoral o ambitus alcanzó su cenit durante el siglo I a.C. debido a la relación entre una aristocracia enriquecida y una plebe pobre. Como resultado, la compra de votos se convirtió en un mal endémico. Fue precisamente la degradación de las instituciones la que impulsó el fin del sistema político republicano después de cinco siglos de vida.

El fraude electoral y la violencia en la que éste derivaba, se convirtieron en una práctica habitual durante la escalada hacia el éxito político. Ya desde el siglo IV a.C., la plebe presentaba incipientes rasgos de homogeneidad y comenzaron a demandar mejoras económicas y sociales. Estas exigencias chocaban con la aristocracia patricia que veía cómo poco a poco los plebeyos invadían sus privilegios. Un ejemplo de ello es la Lex Canuleia de 445 a.C. por la que se abolía la prohibición del matrimonio entre patricios y plebeyos.

Los funcionarios públicos, acostumbrados al enriquecimiento que llegó gracias a los éxitos de la expansión territorial, se habituaron también a la codicia y llevaron a cabo delitos como el cohecho, el tráfico de influencias o la extorsión. Se estableció un sistema de clientelas en el que el patrón otorgaba una espórtula (moneda a modo de soborno) a sus protegidos, plebeyos que enredaban para conseguir lo que se les pidiera, por ilegal que fuese.

Entre las prácticas corruptas más habituales estaba la compra de votos. Patricios y plebeyos podían votar, pero el orden a la hora de hacerlo era crucial, ya que una superstición establecía que los primeros votos señalaban el buen augurio para el resto de la curia. Por ello las familias nobiliarias competían entre sí para ser las primeras ante las urnas y así tener un mayor control sobre la asamblea.

Para evitar el soborno electoral, se creó en 181 a.C. la Lex Baebia de Ambitu que prohibía a los candidatos entregar regalos a los votantes para obtener ventajas electorales, así como ejercer presión sobre el electorado. Sin embargo, surgieron diferentes trampas para conseguir alterar el resultado. Una de ellas consistía en ’untar’ al rogator, un funcionario, para que introdujera más votos de un determinado candidato en las urnas, multiplicando de este modo las opciones de ganar.

La República Romana jamás logró erradicar la manipulación electoral, por el contrario, fue a más ante la incapacidad del Estado para ponerle freno.

Está claro que, el Imperio, con un poder autocrático sin control judicial, consiguió incrementar los niveles de corrupción hasta hacerla prácticamente ingobernable. Durante el mandato de Sila, se llegó incluso a crear un tribunal permanente encargado de investigar y juzgar, con la mayor severidad ejercida hasta entonces, los delitos de corrupción electoral, pero ni así se logró ponerle coto.

Cicerón, hablando de los jóvenes que querían hacer carrera en política, relataba que el primer año de mandato servía para robar lo suficiente como para pagar las deudas, el segundo para hacerse rico y el tercero para sobornar a los tribunales y jueces para librarse de los juicios por las corrupciones anteriores.

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