Nos advierten contra el bloqueo pero nada dicen del mareo. Ya no sabe uno dónde anda cada candidato. Oyes a tu favorito en la radio de buena mañana (a esa hora incierta en la que uno no sabe si seguir durmiendo o no levantarse) y está en Toledo. O eso dice. La gente es que es muy de decir donde está esté o no. Igual que los de Bilbao nacen donde les da la gana, ahora con la cibernética uno puede decir que está en Badajoz o en Babia y allá películas. A mediodía el candidato está en Córdoba o en Castellón, lo ve uno en el Telediario, en ese momento crucial en la mesa en el que no sabes si seguir comiendo o tomar postre. Y dice cosas muy parecidas a las de la mañana, para repetirlas por la tarde, Telediario segunda edición, en Asturias, Málaga o Palma. Y ahí estás tú, final de jornada, sopesando si será cierto eso de que lo que engorda de la pasta es la salsa, dudando si tomarte una caña o una cerveza.

Como pongas la radio de madrugada estás listo, el candidato, sólo por joderte puede seguir de viaje, Ibiza, Tenerife, diciendo las mismas cosas, o liándote con cosas diferentes. Carajal. Venga viajes. Cualquier día se les acaba España. Lo raro es que no haya más políticos que acaben como guías turísticos, aquí una mezquita, aquí un museo, aquí el Cantábrico embravecido. Tampoco sabe uno como a fuer de ver, tratar, palpar, besar, abrazar y hablar con gente tan diversa no asumen esa variedad como riqueza integradora. Todos. El espectador político sufre mareo que puede derivar en vértigo si es dado a seguir la catarata informativa, no solo los medios, también las redes sociales. Tanto mensaje se va convirtiendo finalmente en un gigantesco pastiche, del que va saliendo un aroma: cada uno se hace una idea simple de su candidato o partido. Clichés. El aumento de las fuentes para informarse, lo complejo, conduce paradójicamente a lo simple. A las etiquetas. Y ahí están ellas y ellos, oponentes a escaño, tratando de quitárselas o afianzárselas.

"El mar es un antiguo lenguaje que ya no alcanzo a descifrar", dijo Borges. Nos va pasando lo mismo con las instrucciones para montar una mesa, con la lavadora, con el delco y con ciertos mítines o entrevistas políticas. Pero Borges al menos escribía obras maestras. "No me presentaría a las elecciones si fuera a aceptar otro veto", afirmó ayer Pablo Iglesias. No tengo ni idea de qué quiere decir con eso, o sea, se presenta y es seguro que mientras siga defendiendo un referéndum en Cataluña se va a tragar un veto más grande que la voluntad de Dios. Algunos editoriales incitan a la violencia, proclama Abascal en lo de Carlos Herrera, ni idea tampoco de a qué se refiere ni qué editoriales lee. Podemos si acaso intentar traducirlo: no me da la gana que mis actos lo cubran los medios del grupo Prisa. Ah, ahora sí, ahora se entiende clarito de qué va esto. Este. En Los Desayunos de TVE le dice Teodoro García Egea a Fortes que él es un hombre de ciencia y que solo cree en los hechos. Egea, no Fortes. Y lo dice después de soltar una catarata de vaticinios y opiniones políticas que, por definición, intrinsecamente llevan un alto grado de subjetividad nada científica. A estas alturas de la crónica, la lectora se dirá que el problema es del que suscribe, que para qué ve Los Desayunos pudiendo ver a Arús, que para qué lee crónicas políticas teniendo a Blas de Otero o a Cavafis. Y la de Manuel Vilas, sin empezar. Hay que aclararse. "Sobreponerse es todo", que dijo Rilke. Sobreponerse al mareo y aclararse, reflexionar, ya queda poco, votar el domingo e irse a luego tomar, no sabe uno si un aperitivo o un vermú.