La nueva y muy plural política española, más allá de que en el futuro pueda haber movimientos pendulares que hagan volver el bipartidismo más pronunciado o grandes coaliciones a priori (como en su día en Italia) que cambien el contexto, se refleja desde 2008 en que ya no son parecidos ni los mítines. Así ocurre, al menos, con los dos grandes partidos históricos (PSOE y PP, antes AP), y tampoco los nuevos agentes con implantación estatal (Podemos, Cs y, ahora, Vox) pueden emular, ni de cerca, aquellas grandes concentraciones de militantes, simpatizantes o simples curiosos que acudían en masa a estadios de fútbol (15.000 personas en el Insular en un mitin de Felipe González en 1977), plazas de toros o recintos de grandes dimensiones que solían llenarse desde la transición y hasta el último gran año del bipartidismo: ese 2008, cuando el Congreso sumó el mayor número de diputados en la historia de solo dos formaciones.

Ahora no; ahora, y porque la pluralidad ha difuminado mucho los apoyos y dividido a la sociedad movilizada, los mítines se hacen en recintos mucho más pequeños y, por ejemplo, que Pedro Sánchez congregase hace dos sábados a 1.400 personas en la Pirámide de Arona o casi 2.000 en un pabellón de Las Palmas se concibe casi como un rotundo éxito por más que, en 2008, Zapatero repletó el Santiago Martín con 8.000 personas en las gradas y la pista (y 2.000 por fuera). Y eso sin comparar con mítines de los primeros años, en los que hasta el CDS o una UCD ya en decadencia (en 1982) metían miles de personas en la plaza de toros de Santa Cruz o el portuense parque San Francisco.

1977. Las primeras elecciones libres desde febrero 1936 dejaron imágenes reveladoras de aquellos bostezos de la libertad con mucho miedo y riesgos aún (evidenciados varias veces) de golpismo y regresión. En Canarias, y porque Adolfo Suárez (UCD) y Santiago Carrillo (PCE) no vinieron y el paso de Manuel Fraga (AP) fue fugaz (del aeropuerto de Los Rodeos, donde le hicieron entrevistas, se fue a La Gomera), el único líder que congregó masas fue Felipe González. Eso sí, aún se desconocía la fuerza electoral de aquel PSOE casi desaparecido en la oposición interna a la dictadura, que todavía se definía como un partido marxista y de lucha de clases y que tenía enfrente a un PCE que sí había tenido mucho más protagonismo en el franquismo. Sin embargo, y dándole la razón a las encuestas y a la huida del español medio de los extremos, se convirtió en segunda fuerza y un mitin en el Puerto de la Cruz probó esa preferencia por la socialdemocracia entre la izquierda española.

El acto tuvo lugar el 4 de junio de 1977 y dejó imágenes impactantes, como un estadio El Peñón (quedaba mucho tiempo para el césped artificial) lleno (unas 6.000 personas, según la crónica de El Día) y con todos los presentes con el puño en alto y cantando la Internacional al final. En su visita a Las Palmas, la acogida fue aún más espectacular, con 15.000 personas en el Insular, si bien estas cifras no se correspondieron, luego, con las urnas, ya que en la provincia oriental lograron solo un diputado (Saavedra) y, en la occidental, dos, en claro contraste con la arrolladora UCD en las Islas.

1979. Dos años después, y en un febrero carnavalero, el presidente Suárez sí vino a Tenerife. Aunque no hubo un mitin al uso, su deambular por varias zonas, especialmente de Santa Cruz (recibido por un Manuel Hermoso que aún no era ni alcalde ni candidato de esa formación, entre otros), dejó instantáneas con miles de simpatizantes en la plaza Weyler y en el entonces local de la UCD, aunque las crónicas no precisan el número. También vino Santiago Carrillo, con un PCE que siguió sin remontar, pero que metió a 2.000 personas en la plaza de toros chicharrera, algo con lo que soñarían hoy los principales candidatos a la Moncloa, tal y como prueba, por ejemplo, que el principal acto de Pablo Casado (PP) en esta campaña haya sido sin medios en el lagunero hotel Nivaria y en la Casa del Vino de El Sauzal que, por muy llena que estuviera, no acoge a más de 500 personas.

1982. El año del gran triunfo del PSOE reforzó el bipartidismo en el país (AP sustituyó a UCD), pero, al menos en Tenerife, los mítines aún congregaron a miles de fieles al expartido de Suárez (que logró uno de sus escasos 12 diputados en esta provincia) y del CDS que acababa de crear el dimitido expresidente, aunque no consiguió escaño por Santa Cruz de Tenerife. Con el formato de siempre, con un escenario sin público detrás en la santacrucera plaza de toros, Landelino Lavilla casi llenó el recinto (5.000 personas) un domingo y seguro que muchos creyeron que UCD aún sobreviviría y hasta cogobernaría, pero no: se extinguiría para las urnas de 1986

Fraga, por el contrario, llenó esa misma plaza por la noche y entre semana y lo mismo haría un sábado González, quien dijo aquello de que "el cambio no lo para nadie" y acertó. Lo que no cambió mucho ya, desde entonces y hasta 2015, fue el protagonismo de los dos grandes partidos y los formatos de los mítines, siempre con más de 5.000 personas en la plaza de toros o en pabellones.

1986. Un González que poco antes (12 de marzo) lo había pasado muy mal con el referéndum sobre el mantenimiento en la OTAN y su giro copernicano (el "no" ganó en la provincia de Las Palmas, aunque perdió en la tinerfeña), volvió en junio a llenar la tinerfeña plaza de toros con más de 6.000 personas y acentuó lo que se conoció como "rodillo socialista". Su poder de convocatoria fue, de nuevo, aún mayor en un Insular que, según las crónicas de El Día, se rindió al "líder" con infinidad de adjetivos y otras 15.000 personas. Fraga también llenó la plaza de toros con unos 6.000 partidarios y Suárez aún congregó a 1.500 en esa misma plaza, mientras que los dirigentes de AIC se limitaron a recintos, reuniones o formatos más modestos.

1989. En una campaña en la que ni González ni Alfonso Guerra visitaron Canarias, Aznar se estrenó en las Islas en octubre de 1989 con un mitin en la plaza de La Candelaria con un millar de seguidores, poco en comparación con los precedentes y donde ya apelaba al voto útil del centroderecha, pues aún competía con Suárez y el CDS. Eso sí, hoy mil asistentes sería un éxito rotundo y así se vendería.

1993. La creación de CC (4 diputados en las Islas) sumó a los nacionalistas a los grandes actos con más de mil personas, algo que, curiosamente, aún logran hoy, como pasó con su reciente lleno del Santiago Martín, sobre todo con gente mayor. No obstante, los principales mítines, con miles de personas, volvieron a protagonizarlos González (que llenó, de nuevo, la plaza de toros el domingo 23 de mayo) y Aznar, que hizo lo propio en el mismo sitio con 8.000 personas, según la crónica de El Día del 26 de mayo.

1996. En 1996, y como en 1989, tampoco vino González tres años después, pero el poder de convocatoria de Aznar creció mucho más y metió a 5.000 personas en el Pancho Camurria.

2000. La gran victoria de Aznar se corroboró con la mayor afluencia a sus actos en las Islas (en Tenerife estuvo en el recinto ferial y llevó a 3.000 personas) en un año en que no vino Almunia y en el CC siguió llevando más de 4.000 personas a los suyos en las dos islas grandes y a un millar en actos en municipios, como en Santiago.

2004. Rajoy llevó a 1.500 personas a Breña Alta en La Palma, tras verse con otros 1.500 interventores y apoderados en Tenerife. Zapatero reúne a 4.500 personas en el Santiago Martín, según El Día, y 7.000, según el PSOE. CC sigue con actos concurridos al final de campaña.

2008. El último año de dos grandes actos dejó a Rajoy con unas 3.000 personas en el pabellón de Santa Cruz (un jueves por la mañana, eso sí) y a Zapatero con 8.000 en La Hamburguesa y 2.000 siguiéndolo por fuera en una pantalla gigante, aunque fue un sábado por la tarde. CC llevó a mil personas al Auditorio con Oramas.

2011. Ni siquiera el PP, que arrasó en las urnas tras la gestión de la crisis, atrajo a mil personas en su acto en el Sur en 2011 (800, según El Día), confirmándose el cambio total de tendencia. El PSOE, en todo el país, comenzó a optar por recintos más pequeños (el auditorio, en Tenerife), con público detrás y escenarios circulares en los que Rubalcaba trataba de campear las encuestas y la debacle final. El contraste lo aportó CC, que llenó el Santiago Martín.

2015. La tónica de 2011 continuó y ya no hubo mítines como los de antaño. Lo más parecido, lo de Pablo Iglesias en el aula magna de Guajara de la ULL, que se quedó muy pequeña (con mucha gente sin poder pasar), si bien sus dimensiones tampoco son comparables a estadios o plazas de toros. CC abrió en La Orotava con 300 afiliados y dirigentes, e hizo su gran acto en el Auditorio (1.000). El PP de Rajoy solo congregó a 400 personas en La Cascada, mientras que Rivera (Cs) llevó a 700 al auditorio y el PSOE, con Alfonso Guerra, apenas llegó a 300 en el Magma (Arona).

2016. La situación de 2015 se repitió y hasta se debilitó aún más, toda vez que no vino Iglesias a Tenerife y Monedero apenas congregó a unas 600 personas en el parque La Granja. Curiosamente, el PSOE vivió actos más concurridos con sus primarias tras cómo fue defenestrado Pedro Sánchez del liderazgo en el comité federal del 1 de octubre que para las elecciones. La participación del actual presidente en la sala Aguere desbordó todas las previsiones y achicó la convocatoria de Susana Díaz en La Cascada (300 personas), casi triplicando el número de asistentes.

O vuelve el bipartidismo más acentuado o aquellos actos con miles de entusiastas (hasta 15.000) son simple pasado. Los dinámicos formatos actuales no esconden que, en el fondo, los partidos arrastran muy poco.

A partir de 2011, los actos con más de mil personas se presentan como éxitos rotundos

Guapos militantes detrás, círculo y la tele imperante

Lleva ya tiempo haciéndose y, si bien aún se dan mítines más tradicionales, como el de la semana pasada de Vox en el recinto ferial tinerfeño (sin círculo ni militantes tras los protagonistas), los nuevos formatos suponen una tendencia imparable que, sin embargo, tampoco disimulan la clave: que va mucha menos gente. El acto aún de precampaña de Rivera (Cs) en la chicharrera plaza de La Candelaria representa un compendio de los nuevos y estudiados tiempos: recintos mucho más pequeños o acotados por el miedo atroz al vacío; retransmisión por internet con varias cámaras y una en una grúa de constante movimiento; candidatos con pequeños micros incorporados en escenarios bajos y circulares; entradas y salidas de los líderes por cierto lugares en busca de cercanía y realce; preponderancia del círculo para dar sensación de calor y apoyo (el PP optó por el terrero de lucha de Punta Brava con Juanma Moreno); militantes jóvenes y de buena imagen detrás de los protagonistas por el efecto televisivo; conexiones en directo muy pensadas con las cadenas de TV para mandar mensajes claves (se hace desde los 90, pero ahora es mucho más acentuado)... Sin embargo, y en el fondo, mucha menos gente.