Peras de Isora para la patrona de El Hierro

En el pequeño y coqueto caserío de Isora, en El Hierro, todo está listo para la Bajada de mañana a primerísima hora. Todos conocen sus tareas, desde los bailarines hasta el mayordomo del santo del pueblo, Pedro Javier Morales. Incluso Clara Acosta ya tiene listos los gorros con flores de cinco colores.

Daniel Millet

Daniel Millet

Santa Cruz de Tenerife

Cada pueblo de El Hierro ofrece a la Virgen de los Reyes lo mejor de los productos de la tierra. Isora, un pequeño caserío perteneciente al municipio de Valverde, opta por sus ricas peras y ciruelas. Pedro Javier Morales, que debuta como mayordomo del santo del pueblo, preparaba anoche a San José para que brinde estas frutas a la patrona de la Isla mañana sábado, cuando de madrugada comience el día grande de Bajada de El Hierro.

Mientras Pedro Javier, profesor de 54 años del instituto Garoé de Valverde, aborda los últimos preparativos de la talle, su hijo José, de 22 años y estudiante de Geología en la Universidad de Barcelona, ensaya los bailes con el resto de miembros del grupo. A Clara Acosta, de 47 años y trabajadora del aeropuerto herreño, le toca culminar los gorros que lucirán los bailarines.

Hace meses que cada moro –gentilicio de los de Isora– conoce su cometido en el día más importante de su existencia. Pedro Javier, por ejemplo, hará de despertador. Así es que mañana sábado, bien temprano, a las 5:30 horas, acudirá a la iglesia para hacer sonar las campanas y poner en pie a los más rezagados. Confiesa que esta Bajada, su decimosegunda, es «muy especial».

Es la primera vez que la vive como principal cuidador de San José, lo que explica una jiribilla que va a más a medida que se acerca el momento cumbre. «No va a ser lo mismo que otras ediciones porque afronto una gran responsabilidad como mayordomo del santo», cuenta, para precisar: «Pero no hay problema: en Isora somos muy pacíficos. Nuestra raya es la más tranquila de todas. Nunca hemos protagonizado incidente alguno».

José Morales, junto a dos amigas de Isora, ponen las peras a San José. | A. GUTIÉRREZ

José Morales, junto a dos amigas de Isora, ponen las peras a San José. | A. GUTIÉRREZ

Pedro Javier hará el repique de campanas y luego acudirá a las 6:30 horas para escoltar al santo hasta La Mareta, donde los moros recibirán a la Virgen de los Reyes de manos de los de El Pinar para cargarla, acompañada por San José entre chácaras, tambores y bailes, a la Cruz del Niño. Allí entregarán a la patrona a los de San Andrés. Acabado el tramo, de unos cinco kilómetros, volverá con San José al caserío para devolverlo a la iglesia. «Volcarnos con la Bajada es una obligación que heredamos de nuestros antepasados y transmitimos a las futuras generaciones», deja claro.

Pero no todos permanecerán con su santo. El hijo, que ha tomado el testigo de este fervor como el que más, hará un recorrido diferente. Bailarín desde que tiene uso de razón, saldrá de Isora, se tomará un respiro en la Cruz de los Reyes para almorzar como los demás, de ahí seguirá a La Mareta para acompañar a la patrona hasta la Cruz del Niño y ahí tomará un rumbo distinto: irá bailando hasta Valverde.

No se ha preparado físicamente. Ni falta que hace. También es verdad que José Morales tiene una ventaja: fue atleta y aunque lo ha dejado se mantiene en forma. «Incluso si no estuviera en forma, daría igual. Hasta los herreños que hacen menos ejercicio pueden pasarse kilómetros bailando. Sentimos tanta pasión que el cuerpo flota, va solo». Será la segunda Bajada que haga con los bailarines de Isora, un pueblo de 300 habitantes que como todos los demás de la Isla multiplica estos días su población. «Pocos herreños en el exterior se pierden esta cita de cada cinco años. El reencuentro es otro de los grandes atractivos de estas fechas», admite.

Mientras algunos preparan el camión que llevará la comida a la Cruz de los Reyes para que los moros vayan ligeros en el camino –este año toca pescado guisado y no faltará el buen vino herreño–, Clari, como conocen a Clara Acosta, culmina los últimos retoques de los gorros. Los de Isora que confecciona ella desde hace meses se diferencian del resto por las flores de papel de cinco colores: verde, blanco y azul de la bandera de El Hierro y rojo y amarillo de España.

Clari lleva la Bajada en la sangre. Fue bailarina en dos ediciones y su marido (Teófilo) y sus dos hijos (Álvaro y Adrián) son miembros del grupo . Su padre, Carmelo El Chácara, ya fallecido, les inculcó la pasión por la Virgen de los Reyes. «Hay que verlo en directo para entender lo que significa la Bajada para los herreños. Qué ganas de volver a acompañar a la Virgen de las Nieves... Ya no falta nada...», concluye con un suspiro de ilusión.

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