José Ramón, el último fotógrafo analógico de El Hierro

Durante cuatro décadas captó instantáneas que ilustraron artículos de prensa y cubrió cientos de acontecimientos familiares en la que un día se conoció como la Isla del Meridiano

Juan Ramón Ayala Álamo, en la plaza de Valverde.

Juan Ramón Ayala Álamo, en la plaza de Valverde. / El Día

Jorge Dávila

Jorge Dávila

Santa Cruz de Tenerife

El pasado lunes cumplió 87 años: todos menos uno y medio viviendo en El Hierro y más de cuarenta dedicados a la fotografía. Juan Ramón Ayala Álamo (Valverde, 1938) aprendió el oficio de su padre y llegó con vida a las puertas de la era digital. «Esos avances ya no estaban para mí», asegura.   

Se crió en el número 13 de la calle Licenciado Bueno de la capital herreña, es el menor de tres hermanos y fue fotógrafo durante más de cuatro décadas. Juan Ramón tiene un par de apellidos muy repetidos en su isla natal; Ayala por parte de padre, del que heredó el oficio de la fotografía, y Álamo, que le cedió su madre. De los 87 años recién cumplidos, 85 y medio los ha vivido en El Hierro y los 18 meses que faltan los pasó sirviendo en el Regimiento de Infantería Nº 49 de Tenerife con base en Hoya Fría. De su etapa en la mili recuerda una campaña en suelo africano en 1961.

«¿Cómo se ganaba la vida un fotógrafo en El Hierro? Si tenías un par de bodas al mes estabas resuelto», sostiene Ayala Álamo

Amadeo Ayala Sánchez, su padre, aprendió en Tenerife las lecciones iniciales para ganarse la vida haciendo fotos. Le enseñó el maestro Trino Garriga Abreu, Premio Canarias de Comunicación en el año 2001, y su primera máquina la mandó a pedir a Barcelona: «En Canarias no había suministros y aquello se convirtió en un acontecimiento... No tenía flash y todo era muy rudimentario. «Aún tengo en la cabeza la imagen de verlo con unas placas de cristal revelando», cuenta sin ocultar cómo descubrió cuál iba a ser su profesión cuando sólo tenía 15 años. «No sé si ya me gustaba o me metí en ella porque había que hacer algo», confiesa sobre su estreno con una Kodak Retina B. «Tampoco tenía flash, pero sí que era algo más moderna».

Aventura militar en el Aaiún

Juan Ramón abandonó temporalmente El Hierro cuando lo llamaron a filas. Una de las primeras cosas que hizo al llegar a Tenerife fue comprarse una cámara. «Era de segunda mano, no había dinero para mucho más», puntualiza en una fase de la conversación telefónica en la que trata de llamar la atención con una escaramuza en el antiguo Sáhara español. Bingo. Él sabe que va a tener que contar un poco más. Ayala Álamo formó parte de las tropas tinerfeñas enviadas al Aaiún tras la muerte del Rey Mohamed V de Marruecos. También fueron soldados acuartelados en Fuerteventura y paracaidistas que llegaron de la Península.  

«La situación estaba algo tensa y nos mandaron para controlar al personal», abrevia con un tono irónico que mantiene vivo durante toda la charla. A África se llevó la máquina que adquirió en Tenerife pero no la puso al servicio de las tropas aún gobernadas por el dictador Franco. «Las fotos que hice fueron para mí; jamás con un objetivo militar», reitera.

De vuelta a casa retomó de una manera profesional el mundo de la fotografía. Nunca abrió un estudio, pero se hizo autónomo y empezó a ganarse la vida un día aquí y el otro más allá... De vez en cuando alguien contactaba con él para que le hicieran un álbum, que no un book fotográfico. Eso vino más tarde. Una colección de imágenes que luego se insertaban en una especie de libro anillado y de tapa dura. Seguro que todos hemos tenido uno de esos. Así, casi por inercia, fueron cayendo algún bautizo, una comunión y, sobre todo, bodas. En las ceremonias que terminan con un «sí, quiero» y la emoción evaporable de un «... y fueron felices y comieron perdices», [al menos por un tiempo] encontró una oportunidad de negocio. «Hacía dos y a veces tres al mes», aclara como si nada. Y es que no sé si ya han caído en la cuenta, pero teniendo en consideración la población que existe en El Hierro las probabilidades de que Juan Ramón haya sido testigo del nacimiento de un matrimonio en cada una de las familias autóctonas son bastante altas. Entonces ya era uno de los suscriptores que el periódico EL DÍA tenía en la Isla y, a su vez, estrecho colaborador de José Padrón Machín, el periodista más conocido en la que en su momento fue rebautizada como Isla del Meridiano. Puede, incluso, que alguna foto de los bodorios que cubrió entonces acabara dentro de un sobre con rumbo a Tenerife para su publicación en la sección de Ecos de Sociedad del rotativo que cuatro décadas después se ha integrado en el grupo de comunicación Prensa Ibérica

A la vera de Padrón Machín

Antes de dar un sólo paso más sería conveniente explicar en un par de líneas quién fue José Padrón Machín. Nacido en El Pinar mucho antes de que tomara forma como el tercer municipio del terruño, el reportero piñero (1905) encontró los medios adecuados para divulgar al exterior asuntos locales asociados con la cultura, el folklore y sus tradiciones. Los que lo conocieron dicen que «buscaba noticias debajo de las piedras» y Juan Ramón da buena fe de ello. «Su inquietud era enorme y siempre estaba inventando algo... No podía quedarse quieto y lo contaba todo, alguna de ellas con un halo de cierta exageración... Él se sentaba delante de la máquina de escribir, rellenaba unos cuantos folios y los metía en un sobre, a veces acompañado con alguna de mis fotografías... El siguiente paso era llevarlo al puerto para que lo metieran en la valija [cuando empezaron las conexiones áreas se varió el sistema de envío] y pudiera estar disponible para el periódico», recupera de la rutina que siguió Padrón Machín durante décadas.

«La revolución digital me cogió viejo y me eché a un lado; no invertí un euro en una cámara nueva», admite el vecino de Valverde nacido hace 87 años

El cronista se había formado en la academia de Valverde bajo la supervisión de Dacio Darias Padrón y llegó a vivir durante una larga temporada en Las Palmas de Gran Canaria. La firma de José Padrón Machín se convirtió en un mensaje incómodo para los golpistas de 1936 [sus escritos aparecían de manera regular en el semanario El Socialista y en los periódicos Avance, de Tenerife, y La Voz Obrera y Rebelión, en el caso de Gran Canaria] y no es necesario que les cuente que estuvo perseguido por los palmeros del General Franco. Tras sobrevivir a esos años de cacería se convirtió en un colaborador habitual de Radio Nacional de España (RNE) y Televisión Española enCanarias (TVE-C). Era la voz saltarina que contaba para todo el Archipiélago las cosas que sucedían en el espacio que José Ramón seguía fotografiando.

Buena parte de ese material gráfico era deportivo, luchadas en las que empezaba a despuntar un joven de proporciones gigantescas al que llamaron Pollito de La Frontera y bregaba en el Productos de El Hierro; un puntal A que agitó el deporte vernáculo hasta rescatar los años dorado de otro héroe local: Juan Barbuzano. Sí. El mismo al que Los Sabandeños mencionaron en una de sus estrofas como una pieza imbatible. Entre cáncamo y cáncamo, Ayala Padrón salió adelante económicamente. Nada del otro jueves, pero lo justo para resistir sin apreturas. «¿Cómo se ganaba la vida un fotógrafo en El Hierro? Si te caían un par de bodas al mes estabas resuelto», admite mientras ya se divisa el final de una actividad laboral que dio un giro de 180 grados con el arranque de la era digital. 

«Llevo leyendo el periódico 50 años. Siempre en papel. Luego, se lo alcanzo todas las mañanas a unos amigos de los bares más próximos». Hoy le toca a él ir «retratado» en una de las páginas de El DÍA. «¿Sabe una cosa?», desafía en la última parte del diálogo. «En cuanto se complicó todo lo dejé. La revolución digital ya me cogió viejo y me eché a un lado;no invertí un euro en una cámara nueva», concluye. Así cerró su larga actividad fotográfica Ramón. n

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