El Hierro

La Reserva Marina de La Restinga: fruto de la perseverancia de los pescadores

La protección de la vida submarina potenció la sostenibilidad socioeconómica de la zona

Fondos de la Reserva Marina de La Restinga.

Fondos de la Reserva Marina de La Restinga. / CARLOS SUÁREZ (OCÉANA-EFE)

Francisco de Zárate

Santa Cruz de Tenerife

Sin personas no hay sostenibilidad posible. Así lo entendió la Asamblea General de Naciones Unidas, cuando en 2015 estableció los 17 objetivos de desarrollo sostenible (ODS), y así lo entendieron los pescadores de la isla de El Hierro, cuando en 1996 llegaron a un acuerdo para crear una reserva que preservara la vida marina de la zona y garantizara, a la vez, su desarrollo social y económico.

Al principio no fue fácil convencer a los pescadores, dice Alberto Brito, que como catedrático de Biología de la Universidad de La Laguna figuró entre los promotores de la que se conoce como la Reserva Marina de La Restinga (su equipo diseñó la reserva y negoció la sectorización de usos). Entre otros motivos, porque la pesca era abundante y no parecía necesario aplicar medidas especiales de conservación.

Hasta que un par de temporadas con menos bonitos de los habituales (Katsuwonus pelamys) tuvo como consecuencia una preocupante sobreexplotación «tanto de marisco como de pesca de bajura», explica. Fue entonces cuando volvió la idea de delimitar espacios dentro del Mar de las Calmas con tres niveles distintos de protección: una reserva integral, a la que solo se podría acceder con fines justificados de investigación; una zona de amortiguamiento, para buceo limitado y pesca muy artesanal; y una tercera área de pesca y buceo con menos restricciones.

Rendimiento económico

Circulaba la idea de que una reserva marina iba a reducir el rendimiento económico de la pesca, recuerda Brito, pero la realidad demostró lo contrario. «Al mejorar los recursos en las zonas protegidas, todo el ecosistema se recuperó, porque los depredadores del fondo, como pueden ser los meros o los abades, son los que controlan la estructura del ecosistema, y al aumentar su población en la reserva integral, aumenta la capacidad de reproducción y se produce una dispersión de larvas y también un desplazamiento de esos carnívoros hacia las zonas colindantes, en las que se va regulando así toda la biodiversidad», explica.

Por no hablar de las posibilidades de desarrollo de actividades económicas complementarias. En El Hierro, el buceo figura entre las principales ofertas turísticas gracias a lo «estupendamente conservada» que está la zona, dice Brito, «lo que ha generado a su vez una demanda de apartamentos, de comidas en restaurantes, de clubes de buceo, que también son ingresos y trabajos para la gente de la isla». «Con el nombre de Reserva Marina se generó toda una economía, pero por supuesto que para eso la naturaleza que se había puesto en valor tenía que ser de mucha calidad, porque si el que visita la isla se decepciona, no vuelve y tampoco lo cuenta por ahí».

Y es que los océanos son tan fundamentales para nuestra vida como la tierra sobre la que vivimos. No solo por el alimento que nos proporcionan. También nos ayudan descomponiendo residuos; suavizando temperaturas; mitigando con sus ecosistemas costeros el daño que podrían provocar las tormentas; y capturando una cantidad gigantesca de dióxido de carbono.

Alineación

La Reserva Marina de La Restinga, como la de La Graciosa y como la de La Palma, están completamente alineadas con el objetivo de desarrollo sostenible número 14 de la Agenda Canaria 2030 para la protección de la vida submarina. Y en especial, con varias de sus metas: la 14.2, creada para gestionar y proteger los ecosistemas marinos y costeros; la 14.4, para reglamentar eficazmente la explotación pesquera; la 14.a, para desarrollar la capacidad de investigación y transferir tecnología marina; y la 14.b, para facilitar el acceso de los pescadores artesanales a los recursos marinos.

La Reserva Marina de Interés Pesquero de la Restinga desmiente el clásico error de pensar que el desarrollo económico es incompatible con la conservación medioambiental, ya que en los hechos ha significado un aumento en las capturas, antes que una disminución. Como dice la antropóloga de la Universidad de La Laguna Raquel de la Cruz Modino, también ha tenido un segundo efecto virtuoso y se refiere a la promoción de la «capacidad organizativa para otros momentos críticos».

Esa capacidad se demostró en 2011, cuando frente a las costas de El Hierro entró en erupción un volcán submarino. La existencia de la zona protegida fue un factor que ayudó a la recuperación de la fauna, dice De la Cruz Modino, pero también que los límites que los pescadores se impusieron a sí mismos fueron incluso más estrictos que los exigidos por la reserva.

«Cuando hay una experiencia exitosa de organización para gestionar el recurso marino, como en este caso había sido el propio proceso de creación de la reserva marina, es más fácil plantear soluciones y llegar a acuerdos en momentos críticos como este», explica.

Recuperación de la actividad

Pese a que muchos de ellos se jubilaron a lo largo de los años siguientes, los pescadores pudieron mantener la actividad cuando se recuperó la zona y hasta mejoraron vías de comercialización abriendo un canal entre la cooperativa local (Cooperativa La Restinga) y la Cooperativa Islatuna, en Tenerife, que según De la Cruz Modino «permitió dar salida a especies de túnidos que no se pescaban antes con la misma intensidad».

Bióloga y empleada de Cooperativa La Restinga, Marta Guerra da fe de los daños que causó el volcán submarino en una zona, «que durante tanto tiempo había sido muy cuidada», y donde de repente comenzaron a aparecer peces muertos flotando en la orilla. «Allí no quedó nada, pero se hizo un esfuerzo, se contó con ayudas de Europa y se acordó hacer un paro biológico de un año», recuerda. «Incluso hubo barcos que podían salir y decidieron no salir porque de verdad no se sabía lo que iba a pasar, pero el resultado fue muy positivo, la pesca se recuperó y ahora hay incluso más que antes».

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