¿Existe una receta mágica para conseguir que nuestros hijos se porten bien? Durante el verano muchos padres y madres se sienten desbordados, ya que pasar más tiempo en familia suele ser sinónimo de más conflictos y más retos educativos. Los encontronazos, las peleas o que no nos hagan caso son algunas de las situaciones que pueden llegar a sacarnos de quicio, pero ¿cómo podemos abordar estos retos sin acabar agotados física y emocionalmente?

Vamos a ver distintas situaciones que se nos pueden presentar y cómo podemos gestionarlas con los consejos de nuestros expertos:

 

1. ¿Cómo actuar ante los comportamientos desafiantes?

Muchas veces nos tomamos ciertos comportamientos de nuestros hijos como un ataque personal hacia nosotros y nos sentimos desafiados. Sin embargo, como explica María Soto, experta en Disciplina Positiva, “no hay que pensar que nuestro hijo actúa de una determinada manera para molestarnos, sino porque le pasa algo”. Como dice la fundadora del Proyecto Educa Bonito, “nuestros hijos se portan mal porque no saben expresar lo que les pasa de otra manera, los malos comportamientos son malas decisiones que nos hablan de una necesidad. Y ante su necesidad mal expresada, muchas veces solo tenemos en cuenta cómo lo expresan, no lo que sienten de verdad”.

 

Por eso, María Soto nos propone utilizar la teoría del iceberg. Para hacerlo, primero imaginemos un iceberg. El bloque de hielo no es solo la parte que se ve, la que sobresale del agua, sino que hay una parte sumergida que es mucho más grande, y que los barcos deben tener muy en cuenta a la hora de navegar. María Soto explica el comportamiento de los niños de la misma manera: “Imaginaos que mi hijo mayor pega a mi hija pequeña y yo le castigo para penalizar su conducta (parte visible del iceberg). Sin embargo, no miro en la parte no visible del iceberg para entender qué le está motivando a pegar a su hermana. En este caso lo hace porque tiene celos. Mañana, en vez de pegarle, le esconderá los juguetes. Yo volveré a castigarle. Su creencia errónea (pensar que yo quiera más a su hermana) seguirá ahí”. Para gestionar estas situaciones cuando surgen, la coach para familias Raquel de Diego nos aconseja seguir estos consejos:

  • “Salir” emocionalmente por un momento de la situación, y darte cuenta de que no es un enfrentamiento directo hacia ti. Necesita soltar ese atasco emocional que no sabe cómo canalizarlo, y algo le ha saltado como alarma para que estalle con esa actitud que muestra.
  • No avivar el conflicto o la conducta con reproches o castigos en ese momento. Deja que se enfríen las llamas, simplemente dile de forma muy firme sin perder el amor que sientes por él o ella en las formas ni las palabras, que esa no es la manera. Que puede contar contigo para estar de otra manera más tranquila.
  • Escuchar sin juicios, mantener la calma, y ofrecerle contención. Si te percibe con una actitud conciliadora podréis retomar lo ocurrido más adelante. Hablándole con cariño y realizando otra actividad agradable juntos, puede confiar en contarte qué le ocurre de forma voluntaria.

 

2. ¿Qué hacer cuando les invade el aburrimiento?

Otra de las situaciones que nos cuesta gestionar, especialmente durante el verano, viene precedida por esa frase que a tantas madres y padres nos aterra: “Me abuuuuurroooo”. Cuando estas palabras salen de la boca de nuestros niños, muchas veces corremos a salvarles de la terrible sensación de aburrimiento, pero… ¿les estamos haciendo un favor actuando así?

Solemos vivir el aburrimiento de nuestros hijos como un fracaso personal, tal vez porque nos encontramos en una sociedad obsesionada por hacer y no parar. Pero rescatar a nuestros hijos del aburrimiento no es bueno, porque como dice el psicólogo Alberto Soler “no les estamos dando la oportunidad de pensar ellos solitos cómo llenar ese vacío. Si nunca pueden decidir qué hacer con su tiempo libre, ¿cómo van a aprender a gestionarlo?”. Alberto considera que somos los adultos “los que proyectamos en ellos nuestra intolerancia al aburrimiento. Esa intolerancia se ha agudizado desde que tenemos el telefonito inteligente. Nos ha invadido un horror al vacío en el que no podemos estar más de medio minuto sin estar ocupados en algo”. Entonces, ¿qué podemos hacer para ayudarles a gestionar su aburrimiento?

  • No sacar el salvavidas: nadie muere de aburrimiento y no es muy positivo que les rescates de esa sensación. Y por salvavidas nos referimos a tus dotes de animador sociocultural, tu catálogo de soluciones o incluso las pantallas.
  • Ver el lado positivo del aburrimiento.Si vivimos el aburrimiento como un problema o como una pesadez, tal vez nuestros hijos verán el aburrimiento como un problema difícil de solucionar. Sin embargo, si les transmitimos que el aburrimiento es una oportunidad para pararse y pensar qué quiero y puedo hacer con mi tiempo, seguramente lo verán de otro modo.
  • Transmitir confianza en que podrán encontrar algo interesante que hacer. Muchas veces vivimos el aburrimiento de nuestros hijos como la obligación de sacarlos de ahí y, por lo tanto, los sobreprotegemos. Pero si pensamos que son ellos los que saben, mejor que nadie, qué hacer con ese tiempo y cómo divertirse, si les transmitimos el mensaje de que ellos pueden gestionar su tiempo, seguro que sentiremos menos presión y haremos a nuestros hijos más autónomos.
  • Vivirlo como una oportunidad para conectar y ser creativos. La unión hace la fuerza, y también contra el aburrimiento. Seguro que juntos se os ocurren muchos juegos, muchas actividades que realizar juntos o mucho por inventar.

 

3. ¿Cómo conseguir que me obedezcan?

Otro de los grandes retos que tenemos madres y padres es conseguir que nuestros hijos se porten bien y nos hagan caso sin tener que repetir las cosas cincuenta veces o sin acabar gritando y perdiendo los nervios. Pero ¿cómo podemos conseguirlo?

  1. Para empezar, revisemos nuestras expectativasComo nos decía Alba Castellví en esta ponencia, “¿hay alguien ahí que cuando dé una orden a sus hijos estos responden de inmediato?”. Si entendemos que es normal que nuestros hijos e hijas no hagan caso a la primera, tal vez no nos tomemos tan a pecho este comportamiento.
  2. Toca también revisar nuestro método: ¿Hemos pedido algo a nuestros hijos desde otra habitación, levantando la voz, mientras ven la tele? No parece el método más eficiente para comunicarse, ¿verdad? Alba, en cambio, nos propone ”ir hacia donde está vuestro hijo y no hablarle de arriba abajo, mirarle a los ojos y darle un mensaje muy breve sobre lo que esperáis en aquel momento y con la voz lo más baja posible”.
  3. Es importante, sobre todo, revisar nuestro objetivo a la hora de educar. ¿Queremos hijos se porten bien y que obedezcan o queremos hijos responsables que sepan tomar decisiones? Por ejemplo, si antes le pedíamos mil veces a nuestro hijo a gritos desde la cocina que viniera a cenar y nos enfadábamos si no venía porque queríamos que obedeciera, ahora podemos poner el foco en la responsabilidad y darle a elegir, diciéndole, como propone Alba: “¿Qué prefieres: venir a cenar pronto y así hay tiempo para el cuento o venir más tarde? Ten en cuenta que si vienes tarde no nos va a quedar tiempo para el cuento antes de irte a la cama”.
  4. Os proponemos también revisar qué hacer después. Una vez hemos hablado con ellos y hemos llegado a un acuerdo (por ejemplo, cenar después de sus dibujos favoritos y suprimir el cuento), hay que ser firmes con esas consecuencias de la decisión que hemos tomado pero amables con las emociones: “Entiendo que te enfade no seguir viendo la tele, pero dijimos que cenaríamos tras tu serie favorita”. “Ya veo que te frustra no tener ropa limpia. No había ropa tuya en el cesto de la lavadora”.

Respecto a este tema, os recomendamos visualizar esta maravilloso webinar impartido por Amaya de Miguel: “¿Quieres que tus hijos te obedezcan? Dales amor”, en el que nos da muchísimos consejos y ejemplos de cómo actuar en determinadas situaciones y conseguir que nuestros hijos e hijas nos hagan caso.