La larga agonía de la apicultura
El sector apícola en Canarias registró en 2024, y por segundo año consecutivo, un descenso en el número de colmenas censadas.

Un apicultor con sus abejas. / Lp

El sector apícola en Canarias registró en 2024, y por segundo año consecutivo, un descenso en el número de colmenas censadas. En la actualidad existen 33.733, un millar menos que el año pasado. Un suma y sigue, o más bien una resta desde las casi 35.000 de 2022. Las sequías, la introducción de abejas foráneas o las enfermedades apícolas son algunos de los motivos de esta larga agonía.
Introducción de la abeja foránea
El pasado año Gran Canaria perdió 793 colmenas, La Gomera, 285; La Palma, 78 y Fuerteventura, 8. El Hierro, sin embargo, ha aumentado su censo de abejas desde 748 abejeras a 913, un 22,1% respecto al año anterior y un 49% más que en 2022. ¿Un milagro? Más bien la introducción de la abeja buckfast, procedente de Inglaterra, que es más resistente a las enfermedades y con un grado mayor producción de miel. El Cabildo de la isla promueve su importación debido, precisamente, a la productividad del insecto. El problema es que las nuevas ‘residentes’ desplazan a la abeja negra canaria y acaban con las colmenas. La paradoja ha acabado en los tribunales. La Asociación de Apicultores de Gran Canaria (ApiGranca) llevó en noviembre ante la justicia a la corporación insular.
Una denuncia que el portavoz de ApiGranca, apicultor y biólogo, Antonio Quesada, hace extensible al Gobierno canario al que le pide «paralizar, cuanto antes, la sangría de la introducción de abejas foráneas con el fin de evitar nuevas enfermedades en las autóctonas».
Obligados a vacunar
En Gran Canaria el descenso de colmenas radica, entre otros motivos, en «la presencia de tres enfermedades importadas que son muy peligrosas y muy graves para las abejas negras canarias». Se trata de la nosemosis, un mal que les afecta al aparato digestivo; la loque americana, una bacteria que mata a las larvas, y la varroosis, un ácaro que afecta a las larvas o a las crías. Solo para esta última, tal y como explica Quesada, «hay un plan sanitario integral que obliga a los apicultores, una vez al año, a aplicar medicamentos en las colmenas así como de recoger los residuos derivados de la aplicación de los medicamentos como jeringuillas desechables o el material quirúrgico con el que se aplica». Igual que en una pandemia.
Alimentar a las abejas
«Estamos pasando por una crisis», resalta Quesada. A las razas importadas se les une la falta habitual de precipitaciones –las lluvias caídas estos últimos días son inusuales– y el abandono del sector. «Hemos tenido que alimentar a las abejas para que sobrevivan debido a la escasez de alimento que tienen fuera de la colmena al no haber floración porque todo ha estado seco», comenta. Un proceso manual que, si hubiera floración y agua suficiente, realizaría la abeja por sí misma.
El apicultor gomero, Antonio Herrera, explica que cada 15 o 20 días «se les suministra un jarabe cuya mezcla consiste en un kilo de azúcar por cada litro de agua», a lo que se añade un pienso apícola, «una pasta rica en glucosa y tortas protéicas que se colocan sobre los panales» y que sirven de alimentación para las colonias.
Sin embargo, como la pescadilla que se muerde la cola, esta situación de alimentación ‘artificial’ provoca que las abejas no produzcan miel. «Le das comida a ellas, las alimentas, pero no producen miel porque tienen que hacerla ellas mismas a través de un néctar de flores y un polen que no tienen», aclara el apicultor.
Más tradición que rentabilidad
Ya «no es rentable mantener las colmenas, lleva mucho sacrificio», señala Herrera. En su caso, ha pasado de 200 a 100 abejas aunque señala que, de esas 100, «muchas están bastante tocadas y en riesgo de morir». Una situación que le ha llevado a replantearse seguir con el cuidado de las colmenas. «Si sigo es más por una cuestión sentimental que por rentabilidad».
En esto también coincide el apicultor y presidente de la Asociación de Apicultores de Tenerife (Apiten), Pablo Pestana, que afirma que «muchos apicultores tinerfeños las mantenemos por tradición familiar».
Rapidez en la recuperación
A Pestana le ha sorprendido «la rapidez con la que se ha recuperado el sector en la zona afectada por el incendio». En El Sauzal, uno de los municipios del norte tinerfeño más afectados por las consecuencias en el verano de 2023, han logrado recuperar prácticamente la totalidad de lo perdido. En parte, gracias al apoyo económico de las instituciones que permitió «adquirir material, como cajas nuevas, y comenzar a recuperar las colonias perdidas en el incendio».
Tenerife concentra el 60% del sector apícola del Archipiélago pero Pestana advierte: «no todo es positivo y esperamos un receso este año porque, aunque no perdamos colonias, no hay floración».
Producción en peligro
Los apicultores confían en que «el agua de estos días dé un poco de respiro este año y la producción vaya algo mejor». Sin embargo, las cifras no son nada halagüeñas. En Tenerife en 2012 se cosecharon 140 toneladas de miel y el año pasado apenas se llegó a siete. En el caso de Gran Canaria, el vocal de ApiGranca lamenta que, a pesar de «lograr abastecer en torno al 25% de la demanda total en las Islas», han tenido que rechazar «un mercado internacional potente de miel gourmet por falta de producción».
Actualmente el precio de 500 gramos de miel oscila entre los ocho y diez euros, una cuantía que señala Pestana «ha incrementado en los últimos años como consecuencia, además de la escasez, de los altos costes de producción que acarrea.
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