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Mujeres rurales piden mejorar el acceso al agua, facilitar las ayudas y visibilizar sus productos

El Parlamento regional celebra un acto de reconocimiento a trabajadoras y empresarias del sector primario

Día de la mujer rural en el Parlamento de Canarias

Día de la mujer rural en el Parlamento de Canarias / María Pisaca

Santa Cruz de Tenerife

Mujeres rurales de Canarias reclaman a las administraciones un mejor acceso al agua para poder sembrar, visibilizar los productos locales, ayudas para abaratar los costes de producción, facilitar el acceso a las subvenciones, sin tanta burocracia, y mayor seguridad en las explotaciones para evitar robos.

Pero, sobre todo, solicitan un mayor acercamiento de los responsables de las instituciones a quienes se dedican a la agricultura, la ganadería, la pesca y otras actividades paralelas. Así se planteó en el encuentro que la presidenta del Parlamento de Canarias, Astrid Pérez, mantuvo con mujeres rurales en la mañana de este miércoles, 18 de octubre, con motivo del Día Internacional de este colectivo.

El problema del abastecimiento de las papas fue uno de los asuntos que se puso sobre la mesa. Milagros recordó que, "si no llueve, no se puede sembrar". Pero advirtió de que "esto es una Isla, y casi todos los productos vienen de fuera, como las papas". Lamentó que a los agricultores locales se les pague el kilo de papas "a 60 céntimos, si no a 40". Planteó la necesidad de inspeccionar más y mejor "lo que viene de fuera" y "no desvalorar tanto las cosas de aquí".

En opinión de la citada mujer, hay veces en que los ingresos no dan ni para comprar las semillas. Y, ante la actual realidad, también reclama un control de los precios que llegan de fuera.

Pilar Hernández López, de Turrones Maribel, de Tacoronte, recordó en la cámara que cada vez son menos las personas que se dedican a tal actividad. En estos momentos son seis las empresas que se dedican a hacer este producto alimenticio. Por eso solicitó más apoyo, ya que los turrones artesanos forman parte "de la tradición y de la identidad, que no se deben perder".

Liz Peña, gestora de productos gastronómicos, agradeció al Parlamento la invitación y que se dé visibilidad a esta parte de la sociedad. Cree que el producto local debe ser cada vez más difundido y que desde las administraciones se articule un Plan para garantizar el relevo generacional, en la medida en que el sector primario se halla cada vez más desfavorecido.

Candelaria Rodríguez Suárez, presidenta de la Cooperativa La Candelaria, de La Laguna, recordó que "la mujer siempre estuvo en un segundo plano respecto al marido, a pesar de que trabajaba igual o más que éste".

Frente a quienes otorgan una prioridad casi absoluta al turismo, Rodríguez Suárez recalcó que muchos turistas buscan consumir productos alimenticios locales y disfrutar de un paisaje con campos cultivados. Es decir, que reclamó la complementariedad de ambas actividades económicas y la relevancia de mantener el sector primario.

María de los Ángeles Chaparro Herrera se identificó ante sus compañeras y la presidenta de la Cámara como agricultora y apicultora. Denunció las distintas varas de medir a la hora de poner los productos en el mercado. "A la hora de hacer el envasado nos exigen determinados requisitos", pero después existen otras empresas o personas "que envasan y venden por debajo del precio de nuestros costes", comentó.

Una de las referencias al supuesto consumo de recursos por parte del turismo en detrimento de la agricultura fue expuesta por la agricultura Irene Barrera, de Tacoronte. Aseguró que hace tres meses que espera para poder sembrar, pero no ha podido hacerlo por carecer de agua, mientras que dicho producto nunca falta para llenar piscinas y regar jardines de complejos turísticos.

Como hija y nieta de agricultores se pregunta qué pasará si los visitantes no encuentran un paisaje agrario en activo o gastronomía en la que se emplee materia prima local. "El campo del norte se está secando", advirtió, y en su caso dijo que debe pelearse con los canaleros para poder regar sus huertas.

Y también le parece muy preocupante que algunos técnicos o autoridades políticas afirmen que "no es rentable" hacer infraestructuras para aprovechar las aguas de escorrentía, con la excusa de que, con el cambio climático, cada vez llueve menos.

En el Parlamento se escucharon testimonios de personas que mantienen sus empresas o que luchan como trabajadoras autónomas. Pero también se oyó el de una mujer que aseguró que tuvo que dejar de dedicarse a la agricultura, lo que realmente le apasionaba, por faltas de ayudas reales por parte del Gobierno canario y otras instituciones.

Dicha mujer, natural de Fuerteventura, invirtió todos sus ahorros en un proyecto agrario con invernaderos, para lo que compró una finca en el sur de Tenerife. Y para ello contaba con una subvención para menores de 40 años del Ejecutivo autónomo. Entre los muchos problemas a los que se enfrentó, mencionó un problema con el catastro que afectó a su propiedad. Después de muchos esfuerzos, se enfrentó a la realidad de que en el supermercado se vendían productos similares a los suyos por un precio inferior a los de sus costes.

Y, cuando impulsó otro proyecto de germinados ecológicos, halló "grandes dificultades" por parte de la Administración, en la medida en que no había precedentes de una iniciativa de ese tipo. Aunque pidió ayudas, nadie apostó por su iniciativa. Después de 11 años, decidió retirarse de esa iniciativa. Llegó a la conclusión "de que no podemos competir solas" y, además, se prometen ayudas que no se cumplen. Pero de esa experiencia ha sacado algo positivo. Siempre que tiene oportunidad relata su trayectoria para ayudar a otras personas.

Alba Pérez Alonso tiene 26 años, es ganadera y recientemente obtuvo el Premio Mujer Rural en el Ayuntamiento de La Laguna. Admitió que siente "amor" y sigue luchando por el cuidado de sus cabras, algo que le inculcó su abuelo. Pero, de forma paralela, tiene "pena y tristeza" por el subsector ganadero.

Considera que las administraciones, en vez de subvencionar a ganaderos o agricultores a diestro y siniestro, lo que deben hacer es aportar ayudas para reducir los precios de los forrajes (alimento de los animales). Recordó que "es duro llegar a fin de mes"; que "ilusión y ganas sí hay, pero hay que ayudar más".

Alba Pérez se dedica a producir queso fresco. Y para complementar su actividad como ganadera, también debe trabajar como camarera en la hostelería. Una paca de paja pequeña, de entre 20 y 30 kilos, cuesta unos 16 euros. Si se trata de una de 300 kilos de regrás, entonces el precio sube a los 140 euros. Y es un producto de más calidad, ya asciende a los 200 euros.

Teresa Hernández López gestiona, junto a sus hermanas Mary y Pilar, la firma Turrones Maribel. Ellas son la cuarta generación que se dedica a elaborar este producto. Una nieta de Teresa, de 21 años, puede que se convierta en la quinta. Sus turrones se hacen con leña de brezo, aclara.

Su madre, que murió hace un año, dejó mucha clientela. Venden en los puestos de las fiestas populares. Pero también están aquellos consumidores que contactan con ellas por teléfono, con mensajes de whatsapp o a través de la página de Facebook, por ejemplo. Y también se adaptan a las nuevas demandas del mercado. Por ejemplo, realizan productos para bodas, bautizos o comuniones por encargo.

Según Teresa Hernández, la actividad está declarada Bien de Interés Cultural (BIC), pero lamentan la falta de ayudas para abaratar costes.

La presidenta de la cooperativa La Candelaria, Candelaria Rodríguez Suárez, es ganadera y se ocupa de la gestión de la citada entidad. Recuerda que la vaca basta, la especie bovina canaria, es útil para la producción de leche y carne, así como para el trabajo de las tierras. Explica que su padre, que tiene 81 años, todavía labra las tierras con este ganado.

Frente a las críticas que se realizan desde algunos sectores vinculados a la protección de animales, Rodríguez defiende que, "gracias a las romerías y las competiciones de arrastre se mantiene" dicha raza. La tradición familiar viene desde su abuelo.

Recuerda que uno de los mayores honores para un criador de vacas es poder lucir sus ejemplares en una romería o en una fiesta. Con apenas 13 años, ella experimentó esa vivencia en la Romería de San Marcos. Por aquella época estaba mal visto que una preadolescente o una señorita llevara una yunta en un acto público. Pero fue ella quien le pidió hacerlo a su progenitor. Y este consideró que, si como mujer trabajaba para alimentar o limpiar las vacas, también debía disfrutar del orgullo de pasearlas en un acto festivo.

Araceli de León y su madre, Exaltación, vecinas de La Esperanza, también representan a las mujeres rurales que cultivan para el autoconsumo. Según Araceli, "si a los agricultores profesionales les faltan ayudas, imagínense a nosotros", dijo tras el acto en el Parlamento. Ambas mujeres tomaron un protagonismo singular durante el incendio forestal que comenzó en agosto pasado en Arafo y se extendió por diversos municipios de Tenerife.

Ambas se dedicaron a hacer comida para llevar a los profesionales y voluntarios que participaron en las tareas de extinción y en las actividades de seguridad. De forma altruista, llevaron alimentos por la mañana, a mediodía y por la noche a agentes de la Guardia Civil, miembros de las Brifor, bomberos de Tenerife, integrantes de AEA y otros recursos. Ese apoyo clave lo hicieron en el punto de corte situado frente al Mercadillo de La Esperanza como en el cruce de acceso a Las Raíces. Su labor ejemplar fue mencionada el pasado 12 de octubre por el general Juan Hernández Mosquera, jefe de la Guardia Civil en Canarias, en la Plaza de la Basílica de Candelaria.

Exaltación tuvo que ir a recoger pinocho al monte desde que tenía siete años. Durante los duros años de la posguerra, esta mujer, que hoy tiene 77 años, iba con un caldero a la zona donde los soldados hacían ejercicios prácticos para pedirles lo que le sobraba de su comida. Con esos productos podía comer ella y sus hermanos menores. El gesto del pasado agosto fue una manera de compensar aquella ayuda impagable que ella recibió cuando era una niña en tiempos durísimos.

Esperanza Macarena Suárez es agricultora profesional y presidenta de la Asociación Sabores y Saberes del Nordeste, que gestiona el Mercadillo de Tejina. Cultiva productos tropicales, diversos tipos de verduras, higos picos y de leche o plataneras, por ejemplo. En su caso, no tiene problemas de agua, ya que dispone de abastecimiento garantizado.

Suárez explica con claridad que "yo no pido subvenciones", pues prefiere apostar por la autofinanciación y llegar hasta donde pueda. Lamenta que en la actividad agraria "hay mucha economía sumergida", por ejemplo de quienes tienen en la agricultura un segundo ingreso complementario. Al igual que Alba Pérez, considera que las administraciones deben subvencionar el producto, para que el coste al ganadero o al agricultor sea el menor posible.

Esta mujer también denuncia que a los productores locales se les exigen muchos requisitos, mientras que desde terceros países entran esas mismas mercancías sin tantas exigencias. Opina que el Gobierno de Canarias tiene que "hacer mucho trabajo si de verdad quiere un relevo generacional".

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