CAMBIO CLIMÁTICO

Alcarrás, la transición ecológica desde la responsabilidad

Se quiere dar una falsa imagen de oposición del mundo rural versus energía solar que no es correcta

Planta de energía solar fotovoltaica.

Planta de energía solar fotovoltaica.

José Donoso

En el último año hemos visto de forma clara como el cambio climático nos ha alcanzado. Lo que habíamos pensado que iba a suceder en 15 años está ya aquí. Tenemos que avanzar rápido en la descarbonización, pero tenemos que hacerlo bien.

La Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) ha confirmado que el pasado mes de abril fue el más cálido y seco desde que hay registros. Las temperaturas medias han rondado los 14,9ºC, lo que supone que hayan estado 3ºC por encima del promedio (1991-2020) para esta época del año. En este contexto, hay territorios que están haciendo de esta necesidad una oportunidad: el presidente de Extremadura afirmó que la energía fotovoltaica ha convertido a su región en protagonista de la revolución industrial verde del siglo XXI. La energía fotovoltaica como elemento clave de las políticas de descarbonización, como factor de crecimiento económico, sobre todo en la España rural, y sus instalaciones en suelo como factor de conservación de la biodiversidad, son tres vectores que resumen el poder disruptivo de nuestra tecnología, en concreto de su aplicación en suelo.

Si hace unos años el carácter disruptivo de otra de nuestras aplicaciones, el autoconsumo, generó la oposición de los actores que se consideraban afectados por esta disrupción, hoy también aparecen otros opositores que, en nombre de una defensa del paisaje, o arrogándose la representatividad de la totalidad del mundo rural se oponen a la instalación de las plantas en suelo.

Se quiere dar una falsa imagen de oposición del mundo rural versus energía solar que no es correcta. En todo caso estaríamos hablando de una serie de colectivos con intereses económicos competitivos, como inmobiliarias, turismo, bodegas o cazadores, que compiten por el uso del suelo. Intereses sin duda también legítimos, pero que suelen ocultarse detrás de una máscara de defensa del paisaje.

A estos grupos se les añaden partidos políticos que ven en su oposición un posible nicho de votos, personas con planteamientos anticapitalistas que, sin importarles la necesidad de avanzar lo más rápidamente en la lucha contra la emergencia climática, consideran que las inversiones en este sector deben ser llevadas a cabo por cooperativas o ciudadanos individuales, cuando extrañamente esto no se lo plantean para ningún otro sector de la economía. O grupos que se autodenominan ambientalistas, preocupados solo por la transformación del paisaje, sin tomar en consideración que la mayor transformación del paisaje la está produciendo ya el cambio climático.

Grupos todos ellos a los que por sus planteamientos se les puede poner el adjetivo de neonegacionistas, ya que las consecuencias de sus actos tienen el mismo resultado que las de los negacionistas tradicionales.

Pero el que haya una necesidad imperiosa de avanzar cuanto antes en la transición ecológica o que las críticas sean mayoritariamente injustificadas no significan que se deban hacer los proyectos de energía solar en suelo de manera inadecuadas.

Desde un primer momento, al comenzar esta fase del desarrollo fotovoltaico, comprendimos la responsabilidad que asumíamos por el préstamo que la sociedad nos hacía de una parte pequeña de territorio (todo el PNIEC fotovoltaico necesita menos del 0,2% del territorio agrícola español) pero no por ello menos significativa.

Con esta idea desarrollamos unas líneas directrices consensuadas con los cinco grandes grupos ecologistas, que a modo de sugerencia orientaron el diseño de las plantas de forma que se convirtieran en si mismas en reservas integrales de la biodiversidad, así como en una oportunidad socioeconómica para sus zonas de implantación. Estas sugerencias han evolucionado a lo que hoy son nuestros Certificados de Excelencia. El hecho de ser aprobadas por unanimidad por nuestros asociados nos permite poder decir que somos un sector que quiere hacer bien las cosas, mejor dicho, excelentemente.

Una preocupación de nuestro sector son los largos periodos de tramitación administrativa, por ello hace unos meses presentamos un documento al Ministerio con posibilidades para racionalizarla. En las treinta páginas del documento no hay una sola línea que hable de la eliminación de requisitos medioambientales. Un buen Estudio de Impacto Ambiental, convenientemente evaluado, es la mejor garantía que tiene la sociedad de que las cosas se están haciendo bien frente a demandas irresponsables de moratorias, que bajo el eslogan tramposo de “energías renovables sí, pero no así”, eslogan que me recuerda a aquel otro del sector nuclear de “nuclear hoy, solar mañana”, lo que realmente quieren decir es que no quieren renovables.

En el debate actual hay mucha desinformación y atribuciones a nuestra tecnología de forma generalizad de problemas de otras. Pero hoy nadie medianamente informado se atreve a afirmar que somos una amenaza para la biodiversidad. La función de nuestra asociación es informar de manera rigurosa sobre las realidades de nuestra tecnología para que después políticosperiodistas o el conjunto de la sociedad tome las decisiones que considere adecuadas.

Pero no sería correcto terminar estas notas sin hacer también autocrítica. Es cierto que por parte de determinadas empresas ha habido comportamientos inadecuados por no comunicar el proyecto de forma adecuada y con transparencia tanto al Ayuntamiento como a la población local o por abusar de la fórmula de Declaración de Utilidad Pública. Comportamientos que queremos erradicar.

Nos gustaría que en la prensa se reflejara también las personas y municipios que están contentos con la instalación de plantas solares en sus territorios, especialmente de aquellos para los cuales la energía fotovoltaica se ha convertido en su esperanza de futuro. ¿Para cuándo un reportaje sobre la vida natural en el interior de una planta fotovoltaica?

El texto de la película Alcarrás la ha posicionado como un ejemplo de los conflictos entre el medio rural y la energía solar, pero sólo es una película y como tal un producto de ficción. El que en ella utilicen actores no profesionales hace que muchas personas la confundan con un documental. Pero la realidad es muy diferente. Es cierto que en Alcarrás se están desarrollando dos plantas fotovoltaicas, pero no van sobre campos de melocotoneros, si no sobre unos terrenos que se vienen utilizando como vertederos de purines de cerdos, y que pertenecen a un propietario único.

Lo que no es ya de ficción, sino que entra en el terreno de la ciencia ficción, es el hecho de que en Cataluña autorizaron una planta fotovoltaica en un campo de melocotones.

Somos un sector que asume trabajar desde la responsabilidad necesaria, pero en este momento es muy importante que también el resto de los actores involucrados en el proceso de transición ecológica, políticos, asociaciones ambientalistas, ciudadanía y medios de comunicación asuman también su responsabilidad.