En Soto del Real

El certero presagio del expresidente de Pescanova Fernández de Sousa: “Iré a la cárcel”

Causó el mayor concurso no inmobiliario de España en su carrera desbocada hacia el número 1 mundial

Fernández de Sousa, en una sesión del juicio en la Audiencia Nacional.

Fernández de Sousa, en una sesión del juicio en la Audiencia Nacional. / EFE

Lara Graña | @lara_grana

Manuel Fernández de Sousa-Faro (Mérida, 1951) supo que terminaría en prisión en la primavera de 2013, cuando la Audiencia Nacional le retiró el bastón de mando de Pescanova SA. Había logrado amarrar el respaldo de la mayoría del consejo, pero no había conseguido negociar una quita con acreedores y encontrar al “fondo pirata” –según sus propias palabras– que le acompañase en la compra de créditos para una posterior capitalización. Confiaba en esa doble vía –quita inferior al 30% e incorporación de un fondo distressed– para salvar la empresa sin consecuencias penales para él.

Pero no hubo alfombra capaz de tapar tanta basura contable, ni milagrosa y oportuna lluvia de millones para compensarla. A personas de confianza, como pudo certificar FARO por comunicaciones privadas del propio Sousa y a cuya divulgación ha contado con autorización expresa, le fue confiando sus presagios: “Cuando alguien como yo se enfrenta a pena de cárcel...” Ya imputado, lo asumía de forma constante, llegando a anticipar incluso la fecha de reclusión. “Este será mi último mensaje en caso de que mañana dicten auto de prisión contra mí”. No fue tan pronto –ese mensaje es del 14 de octubre de 2013–, pero Manuel Fernández de Sousa ha terminado entre rejas. Diez años después de sus primeros vaticinios: “Será un gran escándalo [...] Me siento en la mierda”.

Diez años, también, de que aflorase un engaño sideral que derivaría en el mayor concurso de acreedores no inmobiliario de la historia empresarial de España, con un pasivo superior a los 3.650 millones de euros. Lo hizo este martes en el Centro Penitenciario Madrid V, comúnmente conocido como Soto del Real. Allí, a expensas de eventuales reducciones en la pena o de pasar a tercer grado, pasará seis años por un delito continuado de falsedad en las cuentas anuales, falseamiento de información económico-financiera y alzamiento de bienes. Tras un extensísimo juicio, atropellado además por las restricciones durante la pandemia, Fernández de Sousa fue de inicio condenado a ocho años de cárcel por la Audiencia Nacional

El Tribunal Supremo rebajó el castigo a seis años, pero no aceptó la reclamación final de la defensa del empresario, ejercida por el incisivo Gonzalo Martínez Fresneda, que aludía a que no se había probado la “modalidad continuada” en el falseamiento de las cuentas y que le correspondían quince meses menos de encarcelamiento. No lo consiguió: en ambas sentencias se incide en que las triquiñuelas dentro de Pescanova SA (o vieja Pescanova) empezaron a correr en 2007 por las venas de la multinacional. Hasta que emponzoñó todo el grupo. Quería convertir la empresa –fundada por su padre, José Fernández López– en la número uno del mundo, y el fin justificaba los medios. Y las falsedades.

“La prensa ya creó el estado de opinión de que soy el culpable y el villano de esta historia porque las cuentas estaban mal y hay muchos perjudicados –relataba al mismo confidente, despojado ya de su poder en la compañía–. No he sido capaz de comunicar. No han dicho que con todo ese dinero se ha construido el quinto grupo del mundo de seafood (productos pesqueros) y hay 10.000 personas que tienen trabajo gracias a ello. Son 37 años de mi vida en los que lideré la construcción del grupo partiendo de un muy pequeñito equity y empresa. Tendré que ser capaz de decir que de los 37 años no se pueden ignorar los muchos años de aciertos”.

El expresidente de Pescanova, durante su declaración.

El expresidente de Pescanova, durante su declaración. / FdV / LG

Lo intentó durante el proceso judicial, depositando en la banca y la auditora la responsabilidad del colapso. Consiguió minorar de forma notable el parte de daños –el auto de apertura de juicio oral pedía para él tres décadas de prisión– y, sobre todo, su máxima obsesión: evitar que su hijo Pablo y su hermano Fernando, los dos consejeros, acabasen también entre rejas. Fueron absueltos, como la auditora BDO.

Pasará sus primeras horas en Soto del Real en el módulo de ingresos con un interno de apoyo, y será evaluado después por un equipo técnico que habrá de asignarle plaza dentro del complejo penitenciario. No tendrá teléfono móvil, aunque dispondrá de televisión y biblioteca. Pasará a engordar la lista de ilustres caídos del mundo empresarial que han sido hospedados en este centro a los pies de la sierra madrileña. Defenestrados del aura del poder como Gerardo Díaz Ferrán, Luis Bárcenas, Rodrigo Rato, José María Ruiz-Mateos o Mario Conde.

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