Entrevista

“España todavía protege poco y mal a su infancia en el ámbito socioeconómico”

“Las empresas han reforzado su responsabilidad social de forma estratégica, pero hay que ir más en serio, con mayor contribución”

El director ejecutivo de Unicef España, José María Vera.

El director ejecutivo de Unicef España, José María Vera.

Rubén D. Rodríguez

Un desastre natural, una guerra, una crisis sanitaria. Cuando más sufre el mundo, las organizaciones humanitarias más trabajan para paliar ese sufrimiento y, en especial, proteger a la infancia. ¿Pero están realmente protegidos los niños y niñas? Se lo pregunta José María Vera (Madrid, 1965), director ejecutivo de Unicef España, con una larga trayectoria en el ámbito de la cooperación internacional, quien mañana (Paraninfo del Rectorado, 19.30 horas) impartirá la conferencia ¿Se caen los retos sociales de la agenda de la sostenibilidad?, dentro del ciclo En Código Aberto de la Cátedra Inditex-UDC de Sostenibilidad.

¿Cuáles son los retos sociales inmediatos que tiene la comunidad internacional y, por tanto, las organizaciones humanitarias?

Con la infancia como eje, la lucha contra la pobreza infantil y la desigualdad; la respuesta al impacto del cambio climático por el calentamiento global, con crisis de calor extremo, sequías e inundaciones que llevan a la desnutrición y a la muerte de niños y niñas; los retos educativos, debido a que la pandemia causó un retroceso educativo de la vacunación y de la salud; proteger la salud mental... Y a ello hay que sumar la situación extrema que viven países frágiles afectados por conflictos bélicos, con Ucrania más visible, pero también Siria y Turquía por el reciente terremoto, los conflictos olvidados en las repúblicas centroafricanas, Somalia, Sudán del Sur, Yemen y Afganistán.

Algunos de estos escenarios son conflictivos desde hace mucho tiempo. ¿No ha habido avances y mejoras para la población infantil?

La mayor parte de los indicadores sociales de la infancia demuestran que en las últimas décadas, hasta la crisis financiera entre 2008 y 2012, ha habido avances en la reducción de la mortalidad infantil, en la eliminación de la poliomielitis, en tasas de vacunación, acceso a la educación primaria... Y esas mejoras son extrapolables a la población en general. Ha sido gracias a la cooperación internacional, al desarrollo económico y social, a la fuerza de comunidades y familias y a la infancia que vela por sus propios derechos y crece con energía.

En los últimos años hemos pasado por una pandemia y Rusia mantiene la guerra con Ucrania. ¿Cómo se ha visto afectada la infancia?

Desde aquella crisis financiera hemos visto un estancamiento en la mayor parte de estos indicadores de la infancia, las mejorías han sido mucho más lentas, y el mayor retroceso se produce en los últimos tres años. Por la policrisis: la combinación de cambio climático, el COVID y los conflictos bélicos, que en el caso de Ucrania deriva en crisis energética e inflacionaria que ponen contra las cuerdas a la infancia, en una situación de más vulnerabilidad y riesgo. Esta triple crisis hace que haya más niños que no acceden a las vacunas esenciales, que sufren retraso escolar y fragilidad del sistema educativo. Hay 100 millones de niños a los que la pandemia ha arrojado a la pobreza, ocho millones desnutridos en el cuerno de África, y 36,5 millones forzados a dejar sus hogares y campos de juego por el impacto del clima y de las guerras.

¿Estamos muy lejos en España para advertir todo esto?

Los retrocesos los estamos viendo en España también. Las tasas de pobreza infantil se han incrementado, y aún no hay datos del año inflacionario. La última encuesta de condiciones de vida que se refiere a datos de los años 2020 y 2021 habla de un aumento de la población infantil en riesgo de pobreza y exclusión del 1,7%, un incremento mayor que el riesgo de pobreza de la población total.

¿Es la triple crisis lo que castiga también a España?

El efecto del cambio climático es todavía bajo, aunque ya se nota el impacto del calentamiento y la contaminación sobre la salud infantil. El peso del COVID ha sido fuerte y ha dejado huella en la salud mental. Y la guerra ha causado una inflación que nota la población en el día a día. El factor que lo agrava todo no es tanto algo concreto sino nuevos sino una situación estructural. España todavía protege poco y mal a su infancia en el ámbito socioeconómico. En comparación con otros países europeos similares, la capacidad que tienen las transferencias sociales de reducir la pobreza son bajas. A la dificultad de acceder a una vivienda digna y a la precarización en el empleo, sobre todo en familias monoparentales de madre sola, no le acompaña una protección social suficientemente robusta.

¿Las grandes empresas han apostado por la sostenibilidad ante las crisis y han reforzado sus retos sociales?

En los últimos diez años se ha transformado la responsabilidad social de las empresas, con proyectos sociales y voluntariado de una manera estratégica y desde el corazón. Pero hay que ir mucho más en serio en estos asuntos. Hay que abordar los retos sociales con la misma intensidad, y no lo vemos, lo que vemos es un freno. Hay una necesidad de que haya una contribución mayor: aportaciones económicas, programas sociales, más conocimiento, tecnología, capacidad innovadora con repercusión en la conectividad de las escuelas a internet, nuevas vacunas, acceso al agua, adaptación al cambio climático... Todo un terreno en el que quiero lanzar el mensaje de que hay que hacer más.

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