Migración

Talento emigrante: demasiado valioso, muy poco aprovechado

Ingenieros, médicos y otros muchos profesionales ultracualificados, formados en el extranjero, se “pierden” al llegar a Galicia en un tedioso camino que solo termina cuando homologan sus títulos

Talento emigrante: demasiado valioso, muy poco aprovechado.

Talento emigrante: demasiado valioso, muy poco aprovechado.

Jorge Garnelo

Si ya es complicado dejar atrás una vida, como lo hacen tantas personas que diariamente emigran a España, más lo es para muchos encontrar una nueva oportunidad. El perfil del extranjero se ha vuelto ultracualificado, repleto de formación y experiencia, pero acaba ensombreciéndose ante la excesiva burocracia que predica nuestro sistema. ¿El resultado? La mayoría terminan perdiendo un tiempo valioso, como el país recursos, por un papel que en ocasiones ni llega... Todo ello con desastrosos efectos colaterales que dejan médicos, abogados, arquitectos o ingenieros en el camino. Ese camino, una senda tediosa, empieza cuando ponen un pie aquí. Entonces ya no son licenciados, son foráneos con títulos no homologados. Entonces es su problema hacerse valer. Son ellos quienes deben luchar para recuperar parte de la vida que dejaron atrás. Luchar por un trabajo, y no cualquier trabajo.

Esa es la odisea que han vivido y siguen viviendo profesionales como Alejandra Feo, que documenta parte de su dilatada trayectoria académica, también laboral, a FARO DE VIGO, del grupo Prensa Ibérica. Coordinadora de logística, jefa de gestión de información o corresponsal de normalización son algunos de los cargos que ha ostentado esta ingeniera industrial que cuenta con dos másteres y cuyo último empleo fue en la gerencia de planificación estatal de la Corporación Eléctrica Nacional de Venezuela. De allí partió hasta Galicia, motivada por la crisis que tiene sumida a la nación de Nicolás Maduro, hace cuatro años.

Llegó de la mano de su marido, gallego retornado que conoció mientras estudiaba en la universidad, pero la vida fácil que habían cosechado en el país que toma a Caracas como capital se desvaneció. Ante la urgencia de marcharse, tras sufrir un intento de secuestro, solo tuvo tiempo de llevarse su titulación superior (como la carrera y los posgrados que había hecho) pero no la elemental (como bachillerato). Es precisamente esta última la que ahora, pese a tener títulos mayores que acrediten haberla pasado con creces, la que no le permite homologar los mismos. Una verdadera incongruencia.

“Para mí se han truncado los sueños, poder crecer, porque no tengo cómo. Aquí lo único que he hecho es trabajar de lunes a domingo para poder sacar a mi familia adelante”, afirma Alejandra, que ante las trabas que se ha encontrado durante todo el proceso se ha visto forzada a dedicarse a otras actividades, en su caso como cuidadora a domicilio. “Mi cabeza está muy agotada. Sobre todo es la parte psicológica, aunque tu cerebro lo vaya entendiendo. Yo misma me doy aliento”, agrega. Y aun reconociendo que no pretende cambiar las leyes, considera que es una injusticia: “Me da rabia no poder poner mis capacidades al servicio de la gente por no tener un papel”.

En posición similar está Juan Carlos Torres, médico que lleva desde 2021 en Galicia tras huir de Colombia, donde trabajaba como cirujano en una prisión de máxima seguridad, luego de formarse en diferentes especialidades como pediatría, en el Miami Children´s Hospital, y viajar a distintos países del mundo como Rusia, Alemania o China para ampliar su experiencia profesional.

Dentro del centro penitenciario, los problemas llegaron cuando el Gobierno de Iván Duque aprobó una medida para liberar a algunos internos mayores de 60 años con ciertas patologías y así evitar contagios de coronavirus en las prisiones. En el pabellón en el que trabajaba, donde confluían jefes de guerrillas y cabecillas del narcotráfico “muy influyentes”, pronto comenzaron a presionarlo para que diagnosticase a su favor y pudiesen salir de la cárcel fácilmente. Ante su negativa, los reos dieron con otra fórmula y consiguieron que entraran sanitarios externos sin su autorización, que finalmente les abrieron las puertas. A él le envenenaron y casi lo matan. Tuvo que acabar pidiendo asilo, dejó su puesto y terminó viniendo a España.

“Hay mucha burocracia por un papel y se pierde mucho profesional. Hay gente muy preparada, y con muy buena disposición a trabajar, a la que le toca vivir de las ayudas. Y eso no tiene sentido. Hay ingenieros muy buenos, médicos superespecializados y se pierde esa mano de obra tan valiosa. Ese conocimiento que traen los extranjeros”, resalta Juan Carlos.

Él, que lleva sin encontrar trabajo casi dos años, subsiste como puede gracias al dinero que lleva su mujer a casa, enfermera que ahora también trabaja, al igual que Alejandra, como cuidadora a domicilio. “Tener la opción de producir pero no poder producir genera mucha impotencia”, señala, a la espera de que homologuen su titulación, algo que previsiblemente se resolverá este año.

Un avión desesperante

“Se suben al avión con una carrera y se bajan del avión sin cualificación. Eso es una realidad”, expone Jorge García, responsable territorial de operaciones de Acción Laboral Vigo, destacando que antes lo habitual era encontrar extranjeros con escasa formación, pero el perfil ha cambiado. “Hoy en día hay muchísimos licenciados. Profesionales que tenían negocios que han malvendido para escapar de sus países y que aquí sobreviven haciendo tareas que solo haría gente sin estudios”, añade.

En el mejor de los casos, años mediante, acaban homologando sus titulaciones y encuentran trabajo. En los peores, más frecuentes de lo que uno se esperaría, no logran homologar esos títulos y terminan trabajando de cualquier cosa por necesidad. Con todo, recuerda el especialista en orientación, son personas que pese a lo vivido echan de menos a sus tierras, “paradójicamente regiones que nos dieron de comer a nosotros hace 50 o 60 años, como Argentina, Colombia, México o Venezuela”.

Galicia duplicó sus afiliados colombianos en un lustro y multiplicó por siete los venezolanos

Buena parte del músculo laboral –cada vez más– llega a cuenta del exterior, y los últimos datos de afiliaciones de la Seguridad Social en la comunidad –relativos a diciembre de 2022– dan cuenta de ello, con grandes protagonistas como Portugal. El país luso es el que más trabajadores aporta a Galicia. De nuestro estado vecino son originarios 8.511 profesionales de la autonomía (unos 1.300 más que hace cinco años), pero los mayores incrementos se quedan fuera de la península ibérica y tienen su origen al otro lado del charco. Colombianos (3.677) y venezolanos (7.084) son dos de las nacionalidades que más han crecido, duplicándose y multiplicándose por siete sus trabajadores aquí respectivamente. Otros territorios con gran peso entre los afiliados extranjeros de Galicia son Brasil (3.082), Rumania (2.768) y Marruecos (2.727), casi a partes iguales. También Italia (2.384), Cuba (1.645) y Senegal (1.443). Asimismo, hay el doble de extracomunitarios (34.965) que de comunitarios (16.410). Dicha brecha entre trabajadores europeos y no europeos se ha hecho más grande en la comunidad a lo largo de los últimos cinco años. Si en el 2017 los trabajadores extranjeros procedentes de países de la Unión Europea representaban el 44,2% del total, ahora solamente suponen el 31,9%. De los afiliados extranjeros, hay más de 8.500 autónomos, así como cerca de 3.000 personas vinculadas al sector agrario y pesquero.

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