El multimillonario Elon Musk ya es el dueño de Twitter. Después de medio año de uno de los mayores culebrones recientes públicos y legales de la industria tecnológica, el acuerdo de compra por 44.000 millones de dólares se ha cerrado finalmente este jueves según han adelantado numerosos medios estadounidenses, aunque en el momento de escribir estas líneas no ha habido una confirmación oficial por parte de la compañía ni del propio Musk, que ha estado tuiteando sobre Space X, otra de sus compañías.

La llegada del hombre más rico del mundo a la red social ha sido todo lo arrolladora que se podía anticipar tratándose del fundador de Tesla: según fuentes anónimas citadas también por la prensa estadounidense, uno de sus primeros movimientos ha sido despedir a varios altos ejecutivos, incluyendo el consejero delegado, Parag Agrawal, el responsable financiero, Ned Segal y la mujer que estaba a la cabeza del departamento jurídico y de políticas, Vijaya Gadde, así como al principal abogado, Sean Edgett. Los dos primeros, según Reuters, estaban en la sede de San Francisco cuando se ha cerrado el acuerdo y han sido escoltados para abandonarla.

Musk ya había cambiado su perfil en su cuenta el miércoles para calificarse de “Tuitero jefe”. El miércoles visitó esa sede, a la que entró con un lavabo y donde según algunas informaciones explicó a los empleados que no piensa despedir al 75% del personal como se había publicado recientemente, aunque habrá seguro cientos de despidos. Y volvió este jueves, cuando también ingenieros de Tesla se reunieron con líderes de producto de Twitter para “analizar” el código de la compañía. Este viernes está previsto que se dirija a la plantilla.

Futuro incierto

Lo que viene ahora para la red con 230 millones de usuarios es incierto. Musk ha prometido cambiarla combatiendo spam y bots, haciendo público el algoritmo o fomentando servicios de pago. Ha escrito que será también “un acelerador para crear X, la aplicación para todo”.

Pero hay también una transformación más profunda que puede llegar de la mano de alguien que se ha declarado a sí mismo “absolutista de la libertad de expresión”. Y su filosofía puede significar que se relajen los parámetros de moderación de contenidos, o sufran reveses esfuerzos implementados a lo largo de los años para intentar reducir el abuso en la plataforma.

Este jueves Musk había lanzado un mensaje para tratar de tranquilizar a anunciantes. “La razón por la que adquirí Twitter es porque es importante para el futuro de la civilización tener una plaza pública digital común, en la que se puede debatir un amplio abanico de creencias de forma sana, sin acudir a la violencia”, escribió. También aseguró que la red “no se puede convertir en un infierno de barra libre donde cualquier cosa se puede decir sin consecuencias”.

En sus planes está restaurar algunas cuentas que fueron suspendidas por violar las normas de la red, ninguna más destacada que la del expresidente Donald Trump. Y el republicano ha emitido un comunicado felicitando a Musk en su compra y aprovechando para criticar a los antiguos gestores por haber estado “demasiado preocupados con la agenda woke”. Trump también asegura que se le ha dicho que su cuenta se reinstaurará el lunes (y ha aprovechado el mensaje para destacar a Musk, nacido en Pretoria, como un africano-americano).

Tras los seis meses de drama, amenazas de juicio y cambios de opinión la operación se ha consumado aparentemente unas horas antes de que se agotara a las cinco de la tarde hora local del viernes el plazo dado por un tribunal. Los accionistas recibirán los 54.20 dólares por título prometidos en el anuncio inicial, Twitter pasará dejará de cotizar en bolsa y pasará a operar como una compañía privada.