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ENTREVISTA

Antón Costas: “Con la subida de precios, tiene sentido plantearse subir el salario mínimo”

“Hay un incremento, pero no preveo un proceso inflacionario sostenido” | “El auge del extremismo es el reto más importante”

Antón Costas, en la vivienda de su padre en Matamá, parroquia de Vigo. PABLO HERNÁNDEZ GAMARRA

Además de elaborar dictámenes sobre todos los anteproyectos de ley del Gobierno, el Consejo Económico y Social, presidido por el vigués Antón Costas, examina los grandes retos de España a través de sus informes. El último trata sobre el papel de la mujer en el mercado laboral en España en el contexto posterior a la pandemia. El organismo va presentar y debatir este estudio en Marín el próximo 13 de septiembre con el Consello Económico e Social de Galicia y con la asistencia del presidente del Ejecutivo autonómico, Alberto Rueda.


A un año largo de incorporarse a la presidencia del Consejo Económico y Social, el vigués Antón Costas hace un balance “estimulante y positivo” de su etapa al frente del organismo. Se trata de unos meses, eso sí, que han visto cómo surgían desafíos de primera magnitud a lo largo de todo el mundo.

¿Hasta cuánto pueden subir los precios sin que el malestar social se convierta en calles llenas de manifestaciones?

Vale la pena distinguir entre crecimiento de algunos precios e inflación. El crecimiento de algunos precios se está dando como consecuencia de fenómenos inesperados. La inflación es un proceso recurrente a lo largo del tiempo de crecimiento de precios y salarios. Yo creo que estamos asistiendo a un incremento de precios, pero no veo aún un proceso inflacionario sostenido a lo largo del tiempo en la economía española ni en la europea. Creo que tenemos que desarrollar compromisos dentro de cada país y en el ámbito europeo para evitar que ese incremento de precios se pueda convertir en un proceso inflacionario. Dicho esto, yo creo que estamos ya viendo reducciones muy importantes en los precios de la mayor parte de las materias primas básicas y, en ese sentido, lo lógico es anticipar que la subida de precios se va a ir conteniendo o bajando y en el año 2023 creo que las previsiones de inflación serán muy moderadas y que probablemente en noviembre estará un poquito por debajo del 8%.

Antón Costas en la vivienda paterna en Matamá. PABLO HERNÁNDEZ GAMARRA

En cualquier caso, ¿el malestar que sí que está habiendo puede llevar a protestas importantes?

Sí es cierto que va a permanecer en la sociedad un malestar, en parte por la prosperidad perdida por muchos grupos de clase media y de trabajadores y en parte por el miedo a que en el futuro esos grupos no sean capaces de acceder a las clases medias. Deberíamos prestar más atención a este fenómeno en los próximos años porque de ahí se pueden derivar conductas sociales conflictivas y se puede llegar a un apoyo a expresiones o liderazgos políticos de tipo autoritario. Esto sí que es un gran reto. Mayor que el de la propia inflación.

¿Seguirá en aumento el extremismo?

Ese es el reto más importante que tenemos delante. Mi análisis de las sociedades occidentales es que hay nuevas ansiedades. Hay resentimiento, hay ira, hay hasta odio en una gran parte de la sociedad. Eso viene de la pérdida de la prosperidad que se tuvo en las últimas décadas y el miedo a que esa pérdida de prosperidad continúe. Hay una ansiedad en gran parte de nuestras sociedades ante el temor de no poder tener una vida de clase media, que significa poder adquirir una vivienda, darle educación a los hijos, tener un coche, tener unas semanas de vacaciones al año y una cierta capacidad para ahorrar. Este reto es especialmente importante no en las grandes metrópolis, como Madrid o Barcelona, sino en las ciudades pequeñas, en los pueblos de tamaño medio y en el mundo rural. Por lo tanto, para mí el objetivo prioritario tiene que ser crear buenos puestos de trabajo para más gente en más lugares del país. ¿Quién crea buenos empleos? Las buenas empresas. Tenemos que fortalecer la capacidad de las empresas para ganar productividad y crear buenos empleos.

¿La subida del SMI de la que habla Yolanda Díaz ayudará a contener los precios?

En un escenario de crecimiento de precios como el de este año, tiene sentido plantearse subir el salario mínimo de acuerdo con la recomendación de la Carta Social Europea, que señala que debe ser, al menos, el 60% del salario medio de cada país. Además, este es un compromiso del Gobierno de coalición: llegar al final de la legislatura habiendo conseguido ese 60%. Cómo hacerlo, cuándo y cuánto creo que corresponde a la mesa de diálogo social. Yo tengo la esperanza de que en la mesa se comprenderá la razón de ajustar el salario mínimo.

Si los jóvenes no pueden acceder a la vivienda, tendrán menos hijos. Si tienen menos hijos, se agravará la crisis demográfica. Si se agrava, vendrá una económica. Si viene una económica, los jóvenes del futuro no podrán acceder a la vivienda. ¿Cómo se rompe este círculo?

Especialmente con dos políticas. Una es una política de vivienda que permita efectivamente la emancipación de los jóvenes y la formación de una familia. Sin una oferta de vivienda social asequible, no es posible afrontar ese problema que tenemos en España, que es único yo creo que en el mundo: que prácticamente dos tercios de los jóvenes españoles de entre 18 y 30 años no están emancipados. La segunda gran medida que yo defiendo es la gratuidad y la universalidad de la enseñanza preescolar. Si los hogares jóvenes no tuviesen que pagar mensualmente las guarderías, estarían libres de un peso financiero tremendo. Les ayudaría a formar hogares y a tener niños, sabiendo que ese componente, durante tres años, va a estar cubierto. Aumentaría la oferta de trabajo por parte especialmente de las mujeres y aumentarían los ingresos públicos por la vía del IRPF que pagarían estos nuevos trabajadores.

¿Está en riesgo la viabilidad del sistema de pensiones?

No tengo ningún temor porque las pensiones públicas lleguen un día a estar en entredicho. Otra cosa es que introduzcamos también, como se está haciendo, lo que se llaman pensiones de empresa. Y esto tiene mucho sentido en un escenario de incremento de precios como el que estamos viviendo porque un trabajador puede aceptar en los próximos meses una cierta contención en la subida del salario si a la vez hay algún mecanismo de pensión de empresa que permite pensar que lo que ahora no va a recuperar a través del incremento del salario lo va a recuperar en el futuro mediante esa pensión.

¿Los líderes mundiales están entendiendo la magnitud de la crisis medioambiental?

Yo creo que hoy por hoy sí que hay una conciencia global, y en los líderes también, del problema medioambiental. Se podría decir que no hay un acuerdo unánime sobre cuáles son las causas, pero sí que hay un acuerdo unánime sobre la importancia, la gravedad y la urgencia de ese reto. Es cierto, sin embargo, que hasta ahora no ha habido una acción conjunta a escala global para afrontar el cambio climático y proteger el medioambiente, que es realmente un bien público global, en el sentido de que lo que beneficia a uno beneficia a todos y lo que perjudica a uno perjudica a todos.

¿Qué lectura hace de la respuesta de la UE a la crisis del COVID?

Sorprendentemente positiva. Por un lado, la respuesta sanitaria fue la decisión de que la UE se hiciera compradora europea única de las vacunas y se encargara de la distribución dentro de los países; esto fue un paso excepcional. El otro paso sorprendente y muy positivo fue la creación de los fondos Next Generation. Si el día anterior a ese acuerdo me hubiesen preguntado si se conseguiría la puesta en marcha de los fondos, habría dicho que probablemente no.

¿Van los fondos europeos a transformar realmente la economía?

Si dudamos, no lo harán. Si estamos seguros de que sí, lo harán. Los fondos son como un viento favorable que puede llevar al objetivo que quieres si tienes rumbo. Ese rumbo es el plan de Recuperación y Transformación, que es un acuerdo de modernización institucional y de transformación productiva como probablemente no hay otro en la historia de España de los últimos 150 años. ¿Lo podemos conseguir? Yo creo que sí. Ya hay cosas que están funcionando muy bien, como el kit digital.

El COVID evidenció el peligro de depender de terceros para los productos sanitarios y la guerra de Ucrania evidencia ahora el riesgo de depender de terceros en materia energética.

Venimos de 30 años de un optimismo extraordinario en la idea de que el comercio nos iba a llevar a una paz mundial y de que los flujos de comercio nunca se pondrían en peligro. Es un optimismo excesivo. Ya éramos conscientes antes de la pandemia de que había riesgo en confiar de una manera absoluta en que las cadenas nunca fallarían y comenzábamos a ser conscientes de que, además de la eficiencia, teníamos que buscar un segundo objetivo en la gestión de la economía y las empresas: la seguridad de los abastecimientos, de que siempre se pueda garantizar que las cosas van a seguir funcionando al margen de lo que ocurra en el mundo. Eso es lo que nos lleva hoy a hablar de que tenemos que tener autonomía estratégica, de que en Europa y en España tenemos que tener capacidad propia para poder atender a las necesidades que se puedan presentar en determinados momentos como consecuencia de un shock inesperado.

“España y Europa tienen que tener autonomía estratégica”

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¿Cuánto se tardará en lograr esa autonomía estratégica?

En algunos bienes yo creo que es más rápido que en otros. En los bienes alimentarios, la UE ya ha aceptado que España produzca más de lo que hasta ahora autorizaba. Esto puede ser relativamente rápido. En otros bienes, como la energía, los tiempos pueden ser más largos. Y en otros en los que notamos una falta de capacidad estratégica, como los microchips, probablemente Europa va a necesitar más tiempo e inversiones estratégicas muy importantes para recobrar una cierta autonomía. Pero creo que hay un esfuerzo por tener mayor autonomía estratégica sin que por eso renunciemos al comercio mundial. Yo creo que lo que tenemos delante no es un retorno al proteccionismo comercial, sino que ahora vamos a hacer un esfuerzo para equilibrar: por un lado, tener mayores capacidades propias de producción a la vez que, por otro, mantenemos el comercio mundial como elemento muy importante de creación de riqueza para todo el planeta.

“La mayor fuente de energía futura es reducir el despilfarro que hacemos”

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En el caso de la energía, ¿qué pasos hay que dar para conseguir esa autonomía?

El primer paso es evitar que los elevados precios del gas se trasladen de forma automática a la producción eléctrica y de ahí a las empresas y los hogares. A corto plazo, este es el esfuerzo que están haciendo los Gobiernos. En segundo lugar, el gran desafío es reducir el despilfarro energético. Para mí, la mayor fuente de energía futura es reducir el despilfarro que hacemos; y esto es posible sin duda. Ocurrió en la crisis energética de los años 70. Si vemos cuánto gastábamos de energía en el año 73 para producir una unidad de producto y la comparamos con cuánto gastábamos a final de la década para la misma unidad, la reducción fue del orden del 30-40%. Por lo tanto, la eficiencia aumentó. Y, en tercer lugar, yo creo que es importante acentuar las inversiones en fuentes de energías renovables. Son estos tres pasos: uno a corto, otro a medio y otro a largo plazo.

“Las guerras pueden ayudar a crear sociedades mejores”, afirma Costas

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Más allá de la energía, ¿en qué lugar ha puesto a Europa la guerra de Ucrania?

Las guerras son sucesos dramáticos en la historia que tienen unos costes humanos y económicos tremendos. Dicho esto, cuando llegan, las guerras son un elemento de transformación muy poderoso de nuestras sociedades. Recordemos la Segunda Guerra Mundial. Cuando se acaba, da lugar a 30 años que probablemente han sido los 30 mejores de la historia de los países occidentales, los “30 gloriosos”, como los llamamos en economía. El Estado de bienestar, es decir, la sanidad pública, las pensiones públicas, los seguros de desempleo o la educación universal gratuita, fue consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, por lo tanto, las guerras pueden contribuir a crear sociedades mejores, sociedades más éticas. La guerra de Ucrania, después de los grandes costes humanos y económicos que provoca, creo que tiene muchas posibilidades de construir una sociedad europea mejor.

Antón Costas. PABLO HERNÁNDEZ GAMARRA

“No veo una recesión propiamente dicha este año”

¿Habrá finalmente la temida recesión a partir del otoño o el invierno?

Yo creo que el pesimismo tiene demasiada buena prensa. No he visto a lo largo de mis años ni a lo largo de los años de la historia que he estudiado ninguna recesión que haya sido tan anunciada como esta que, al parecer, ha de venir. Pero es que en economía, por definición, una recesión es algo inesperado, no anunciado. Realmente, si llega a venir una recesión, a lo mejor es que la hemos provocado nosotros hablando continuamente de ella.

Una profecía autocumplida.

Exactamente. Una especie de recesión autoproducida. Tenemos que tener claro si, cuando hablamos de recesión, hablamos de cosas como las que ocurrieron en 2008 –una caída dramática de la actividad productiva, del empleo y del ingreso de las familias– o como lo que ocurrió en 2020 –con una caída muy fuerte de la actividad económica, aunque afortunadamente hicimos mejor las cosas–. Si recesión lo llamamos a eso, lo que tenemos delante no es una recesión. Que Estados Unidos o Alemania puedan en los próximos trimestres tener una caída en su actividad económica de un 0,1% o un 0,3% es lo que llamamos una recesión técnica. Pero realmente, ¿qué diferencia hay entre crecer un 0,1% o decrecer un 0,1%? Ninguna. Yo no veo una recesión en ese sentido, una recesión propiamente dicha, porque para eso tendría que caer el consumo y la producción de una manera espectacular. Yo lo que veo en nuestras economías es la llegada de grandes programas de gasto público. Lo estamos viendo en Europa con los fondos Next Generation, que siguen vigentes hasta el año 2028. Lo estamos viendo, aunque no nos guste, con los nuevos programas de gasto militar, que van a dar trabajo a muchas ciudades españolas donde hay astilleros. Lo estamos viendo también con los grandes programas de gasto que acaba de aprobar Joe Biden en Estados Unidos, que son espectaculares. También lo va a hacer China… Yo lo que contemplo es que en los próximos años vamos a tener programas de gasto que no me llevan a pensar en una recesión. Vuelvo a lo mismo: creo que el pesimismo tiene demasiada buena prensa.


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