El Banco Central Europeo (BCE) sorprendió a finales de julio con una subida de los tipos de interés para combatir la espiral inflacionista de 0,5 puntos, es decir, el doble de lo que había anticipado en su reunión de junio. Pero la decisión no estuvo exenta de discusión interna. Aunque la medida fue apoyada por un "número muy grande" de participantes, "algunos miembros" de su consejo de gobierno apostaron por ceñirse al alza de 0,25 puntos que el propio organismo había adelantado unas semanas antes, según se ha desvelado este jueves con la publicación de las actas de la reunión.

La presidenta del banco central del euro, Christine Lagarde, lo dejó entrever en su comparecencia posterior al encuentro, al reconocer que el mayor alza de tipos en más de dos décadas (y primera en 11 años) había sido adoptada por "consenso". Es decir, no por unanimidad. La publicación de las actas ha permitido conocer los motivos de esta división. "Con los riesgos de recesión acechando, un aumento de 25 puntos básicos era visto como más acorde con una normalización gradual de la política monetaria", recoge el documento respecto a la posición minoritaria.

La mayoría de consejeros, sin embargo, impuso su criterio de que el BCE "tenía que demostrar que estaba dispuesto y en condiciones de responder" a una inflación más alta y persistente de lo augurado en junio. Una subida de 50 puntos básicos, añadieron, "brindaba más claridad" al mercado. Tras una larga discusión, los miembros del consejo "expresaron su disposición a unirse a un consenso" para subir los tipos en medio punto, recogen las actas. Es decir, optaron por transmitir un mensaje de unidad pese a sus discrepancias. 

Reequilibrio de fuerzas

Detrás de este debate subyace un tímido cambio en el equilibrio de fuerzas en el consejo de gobierno, que solo el tiempo dirá si ha sido puntual o más estructural. Desde la llegada a la presidencia de Mario Draghi en 2011, los consejeros que defienden una interpretación flexible y amplia del mandato del BCE que tenga más en cuenta la situación económica ('palomas') han sido mayoritarios frente a aquellos que abogan por ceñirse a su objetivo de lograr la estabilidad de precios ('halcones'). El pasado julio, sin embargo, se impusieron las tesis de los segundos en lo relativo a los tipos.

En lo que sí hubo unanimidad, y unas semanas antes parecía improbable, es en la aprobación del Instrumento para la Protección de la Transmisión (TPI, por sus siglas en inglés) de la política monetaria, es decir, el mecanismo excepcional de compras de deuda para evitar subidas descontroladas de las primas de riesgo, pensado especialmente para Italia, pero también para España, Grecia y Portugal. Los 'halcones' habían expresado reticencias antes del encuentro, pero finalmente lo apoyaron porque entendieron que ha sido diseñado con las suficientes salvaguardas para evitar que los Gobiernos descuiden sus finanzas públicas.

Las actas demuestran que los consejeros del BCE estaban más preocupados por la persistencia y extensión de la inflación que por una posible recesión: "Se argumentó que incluso una recesión no disminuiría necesariamente los riesgos al alza (del IPC), especialmente si estaba relacionada con un corte de gas (ruso a Europa) u otro 'shock' de suministro que implicara un mayor aumento de la inflación". También mostraron su preocupación por la caída del euro frente al dólar, un "cambio importante en el entorno que implica mayores presiones inflacionistas en la zona euro", ya que las importaciones de materias primas energéticas se pagan en dólares.