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Las utopías y el nuevo REF

Salvador Miranda Calderín

Hace veinte años, en los Amigos del País de Gran Canaria, planteamos el estado de la economía y de la sociedad en un ciclo de conferencias que tras interesantes debates tuvo como resultado la publicación del libro Canarias, s. XX. De la emigración a la inmigración. Un análisis económico (Las Palmas, 2002). Algunas de las conclusiones a las que se llegó fueron: la fragilidad de la economía canaria, que las soluciones económicas llegaron siempre de fuera en los peores momentos, y la utopía que suponía el desarrollo industrial en Canarias y la agricultura como simple adorno del paisaje.

Ahora en 2022 encontramos un REF en constante evolución, que cada seis o siete años hay que adaptarlo a las directrices de ayudas de estado europeas, que a su vez van a ser revisadas en Bruselas en 2023 para ver si se adaptan o no a la realidad. En la sociedad canaria, la adaptación del REF para 2022-2027 aún no se ha planteado por la gravedad de los últimos acontecimientos vividos, pero la revisión de las ayudas por la UE el año que viene es una magnífica oportunidad para que al menos sepamos lo que queremos. Para ello hay que ser conscientes de dos realidades: el espectacular desconocimiento que existe en el Archipiélago y en instancias funcionarias sobre el REF –déficit aún no solventado–; y el mantenimiento del turismo como principal industria regional, que exige un esfuerzo en calidad, infraestructuras y paisaje.

Los sucesos más relevantes que han ocurrido en estos veinte años se agrupan, como ensayos de pruebas de laboratorio, en los dos últimos: la pandemia, la erupción del volcán de La Palma y la guerra de Ucrania, hechos que obligan a plantear muchas cuestiones: ¿qué consecuencias extraemos de un cero turístico en Canarias?, ¿hemos de seguir importando absolutamente de todo, pudiendo generar algunos productos aunque sea a costes más altos?, ¿estamos abocados a que los terrenos agrícolas queden sin uso y supongan una perenne cicatriz en el paisaje?, ¿sigue siendo el paisaje uno de los atractivos de las Islas? Ante tantos interrogantes se alzan la tozuda realidad de la fortaleza del turismo, el paradigma del eficiente consumo de productos kilómetro cero puesto en práctica por varias cadenas de distribución alimentaria, y el mantenimiento de algunas industrias que abastecen el mercado local e incluso logran exportar sus productos.

Otro devenir que ha sido constatable recientemente es que no hace falta que el REF contemple medidas excepcionales para casos tan dramáticos como los vividos, pues el Marco Temporal de ayudas de la Unión Europea ha dado respuesta satisfactoria y con prontitud a las perentorias necesidades del tejido empresarial ante tanta adversidad. Los más de mil millones de ayudas covid-19 recibidos así lo atestiguan. Adicionalmente, sí es conveniente que el REF contribuya con medidas que ayuden a fortalecer y avanzar a la economía canaria, y hacer más reconocible a los trabajadores y ciudadanos en general el efecto positivo de ellas. Para ello quiero incidir en el desconocimiento que existe del fuero histórico, y para contribuir a paliarlo, en una reciente ponencia organizada por el Colegio de Economistas de Las Palmas planteé su contenido en base a un recorrido rural: El camino de Los Dragos, en Gran Canaria, que parte de los bancales de piedra seca de El Pagador, costa norte –en la actualidad sin plataneras, y que a principios del siglo XX constituían la riqueza principal de Moya– y zigzaguea ganando altura hasta los altos de una meseta en activa explotación agrícola. Las ideas principales que pretendo explicar con el sugerente recorrido son dos. Por un lado, la necesidad de fomentar la inversión en terrenos agrícolas para que no haya que importar de todo, con la consecuente dependencia absoluta del exterior, al menos en cuanto a alimentos, y que no luzcan terrenos desiertos, como cicatrices en el paisaje de unas islas que reciben del turismo sus principales ingresos. Y por otro, la necesidad de fomentar la conservación del paisaje con el mantenimiento de los caudales ecológicos en los barrancos.

Prosiguiendo el camino de Los Dragos, una vez en lo alto de la empinada ladera se llega a un extenso falso llano con preciosas fincas de plataneras, zanahorias y hortalizas, custodiadas por altos, gallardos y antiguos muros de piedra. A su término, se cruza la carretera general para comenzar una nueva subida de gran desnivel hasta el barrio de Trujillo, exponente principal de la arqueología del agua en la isla, con su acueducto, presa y muchos estanques de piedra. Desde el casco de Moya, tras saludar el busto de Tomás Morales, se baja por la carretera principal hasta Cuartería, lugar desde el que se accede a dos variantes pedestres que llevan al fondo del barranco de Azuaje. En su escarpado cauce, el agua, el verde de papiros, ñameras y ejemplares de laurisilva elevan el espíritu y reconfortan el alma, preguntándonos: ¿estamos en Gran Canaria?

Cauces como el de Azuaje se repiten en Los Cernícalos y hasta hace poco en el barranco de La Mina, que recoge las aguas del Ancón de la Mina, que discurrían desde los altos del barrio de La Culata (Tejeda) hasta el valle de San Nicolás de Tolentino, pero que en 1510 los regidores del concejo o ayuntamiento de la isla solicitaron a los Reyes Católicos desviarlas del oeste al este, hacia el real establecido en la desembocadura del Guiniguada, hoy Las Palmas de Gran Canaria. Se logró el trasvase gracias a la excavación de un histórico túnel, la Mina de Tejeda, que facilita que el codiciado líquido mueva las ruedas de los molinos de la degollada de dicho nombre, y que hasta hace poco años discurrían las aguas cantarinas entre sauces y cascadas que hacían las delicias de la fauna, flora y los muchos visitantes de la zona. El agua se encauzó, derecho legítimo de la heredad de aguas propietaria, sin llegarse a un acuerdo para que así no se hiciera, cuando se me antoja fácil la solución si se tasa cuál es la pérdida de volumen que experimenta la heredad si las aguas discurren libres y se le compensa económicamente.

La protección del paisaje a través del fomento de la agricultura y el mantenimiento de los cauces ecológicos en los barrancos es una necesidad en un territorio cuya fuente principal de ingresos es el turismo, y debemos decidir si esta protección es necesaria o no. En caso que sea así, el REF puede contribuir a ello con algunos retoques en la normativa actual: en el artículo 27.4 de la Ley del REF, ampliando la materialización de la RIC en suelo agrícola, siempre que se mantenga en funcionamiento al menos diez años, y en la disposición adicional tercera, para que las compensaciones económicas que reciban en su caso las heredades de agua por el caudal ecológico no tributen como tampoco lo hacen los ingresos por sus aprovechamientos acuíferos. El acomodo de las dos medidas que propongo se encuentra o hay que insertarlo en el articulado de la ley: en el artículo 3 bis, principios derivados de la consideración de Canarias como región ultraperiférica; artículo 14 bis, precio del agua; artículo 19, promoción turística; artículo 24, medidas en favor del sector primario; y artículo 27.5, elementos patrimoniales que contribuyan a la mejora y protección del medio ambiente.

Pretendo con estas propuestas simples salir del tecnicismo que representan las medidas que atañen a nuestro fuero, y explicar de una forma más sensible y didáctica que el REF es mucho más que los incentivos fiscales que reciben las empresas si invierten en Canarias, cuyos efectos positivos llegan a toda la sociedad sin que desgraciadamente se aprecien por ella, y que los acontecimientos recientemente vividos hacen que las utopías puedan convertirse en realidades.

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