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El IPC eleva el gasto turístico a niveles precovid con 828.000 clientes menos

El desembolso de los visitantes extranjeros llega en mayo a su máximo histórico en ese mes espoleado por el encarecimiento generalizado de los precios

Un camarero atiende a una pareja de turistas en una terraza del Archipiélago. | | ANDRÉS GUTIÉRREZ

La facturación turística ya está en cifras prepandemia. En cambio, el número de visitantes aún está muy por debajo de las cifras de antes de la crisis. En lo que va de año han venido de vacaciones a Canarias 828.342 extranjeros menos que en el mismo período de 2019, el último ejercicio antes de la irrupción de la covid. La primera industria del Archipiélago factura más con menos clientes. Sin embargo, esta aparente buena noticia para el motor de la economía regional en realidad no lo es tanto. Es verdad que el gasto de los turistas foráneos ha crecido sobremanera en relación con los guarismos de antes de la pandemia, lo que se traduce en mayores ingresos para las empresas –los gastos de unos son los ingresos de otros–. Pero también es cierto que este incremento está relacionado de forma directa con la ola inflacionaria. Se han encarecido los billetes de avión, las tarifas de los hoteles, la visita al restaurante o a la cafetería y hasta los artículos de souvenir, así que el visitante paga más. Pero también se han encarecido en igual medida los costes de las compañías aéreas, de la planta hotelera o de los bares y restaurantes. Es el círculo vicioso de la inflación, por eso aunque la facturación turística ronde ya las cantidades precrisis, los beneficios siguen muy lejos de los números de antes de marzo de 2020, cuando estalló la pandemia en España. Facturar más no siempre es sinónimo de más beneficios, y esto es justo lo que le está pasando al turismo en la Comunidad Autónoma.

En mayo visitó las Islas un total de 883.472 extranjeros. Casi un 450% más que en el mismo mes del año pasado, una subida tan extraordinaria como poco relevante, ya que a estas alturas de 2021 el turismo seguía sufriendo las restricciones de la movilidad para contener el avance del coronavirus. La comparación más certera es, por tanto, con las cifras de 2019. En mayo de ese último año precovid vinieron a las Islas 5.305 foráneos más que en el mismo mes de 2022. Se trata de un pequeño paso atrás si se tiene en cuenta que en abril ya se contabilizaron más turistas que en los mismos 30 días de 2019, más turistas que en el último abril antes de la pandemia. No obstante, y aunque los registros de mayo empeoran los números de antes de la crisis, la diferencia, esos 5.305 visitantes, es muy pequeña. Con todo, lo más llamativo es que el sector factura más –de hecho bastante más– pese a contar con menos clientes.

Los casi 883.500 extranjeros que en mayo disfrutaron de unos días o semanas de vacaciones en Canarias gastaron poco más de 1.225 millones de euros. ¿Mucho o poco? Muchísimo. Basta con apuntar que los 888.777 que hicieron lo propio en mayo de 2019, aquellos 5.305 más, desembolsaron 1.070,3 millones. Es decir, unos 155 millones de euros menos. Es más, esos 1.225 millones facturados el último mayo son la cuantía más alta de toda la historia en un quinto mes de ejercicio. Y tres cuartos de lo mismo ocurre en términos anuales.

En lo que va de año, esto es, de enero a mayo, el gasto de los turistas extranjeros para sus vacaciones en el Archipiélago llegó a 6.921,4 millones de euros. En este caso es un poco menos que en el mismo período de 2019 –7.111,4 millones–, pero prácticamente lo mismo que en enero-mayo de 2018 e incluso más que en igual período de 2017 y 2016. De hecho, la media de gasto turístico en los cinco primeros meses de cada uno de los ejercicios de ese último cuatrienio prepandemia (2016-2019) es de 6.712,8 millones, inferior a los 6.921 facturados este año.

Los ingresos del sector en 2022 han recuperado así los niveles previos a la crisis, y ello pese a que los 4,84 millones de turistas extranjeros contabilizados hasta mayo son 828.342 menos que en 2019. Es aquí donde se perciben con claridad los efectos de la inflación, que dispara los precios –también, claro, los que pagan los visitantes– y que eleva el gasto de manera artificial. No será hasta que la inflación vuelva a la senda de la moderación cuando pueda calibrarse con precisión el gasto turístico.

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