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La producción de harina y aceite de pescado esquilma el mar de Mauritania

La ONG Zaika denuncia el uso de peces aptos para el consumo humano en la industria harinera

Un barco desembarca su captura de pequeños pelágicos en el suelo del puerto de Nuadibú. E. D.

Mauritania se ha convertido en la meca de la harina y aceite de pescado. Nuadibú, su capital comercial, concentra 34 fábricas de estos productos y Nuakchot, otras 18. Sin embargo, lejos de ser una fuente de riqueza para la economía local, esta industria está diezmando la reserva pesquera mauritana debido a la sobrepesca de especies como la sardina, el jurel, la caballa o la sardinella. La principal materia prima de este sector son los deshechos del pescado –cabeza, espinas y vísceras– después de que la carne pase por procesos de congelación o enlatado. Pero esta ecuación se ha invertido en Mauritania. «Machacan cada año unas 875.000 toneladas de pequeños pelágicos frescos aptos para el consumo humano», denuncia Mansour Boidaha, presidente de la ONG Zakia, por lo que se desaprovecha como alimento.

Esta práctica tiene graves consecuencias para la seguridad alimentaria de una región donde la población cuenta con escasos recursos económicos y la calidad de vida es muy baja. El Banco Mundial, apunta Boidaha, calcula que cada tonelada de pequeño pelágico puede crear una oportunidad laboral. De esta forma, se podrían haber generado más de 800.000 empleos en un país con 4,6 millones de habitantes, de los que 400.000 están desempleados. «Cada año miles de jóvenes ponen su vida en peligro para emigrar a través de la ruta atlántica y buscar una vida mejor en Europa. ¿Cuántos de ellos habrían cambiado de idea si hubieran tenido oportunidades en su país?», se pregunta el presidente de la ONG mauritana. 

La escasez de pequeños pelágicos ha devastado pueblos que antes vivían de la pesca

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En los últimos cinco años, las capturas de Mauritania se han visto reducidas en un 15%, con el impacto que esto supone para la economía y la vida de los pescadores. «Hay pueblos enteros que han sido devastados por esta industria. Las pequeñas embarcaciones que salían antes a faenar cada día, ahora pasan semanas sin ver peces», lamenta Boidaha. La sobreexplotación de la pesquería mauritana no solo afecta al país, sino que tiene un impacto en toda la subregión porque el stock de pequeños pelágicos –que transitan a pocos kilómetros de la costa– está compartido con Senegal, Gambia, Guinea Ecuatorial, Guinea Bissau y Marruecos.

Salmón come sardina

Para elaborar una tonelada de harina y 160 litros de aceite se necesitan cinco toneladas de pescado fresco. La acuicultura es la principal consumidora de harina de pescado, seguida por la ganadería porcina; y el aceite es muy demandado por la industria farmacéutica. La producción mauritana de estas elaboraciones se exporta principalmente a China, país de procedencia de más del 60% de las empresas harineras instaladas en Mauritania, según Zakia. Pero también se envía un alto porcentaje de la mercancía a Dinamarca y Noruega, grandes cultivadores del salmón.

Imagen aérea de las fábricas harineras de Nuadibú. LA PROVINCIA / DLP

Las empresas harineras se han aliado con una flota de más de 60 barcos turcos que se estableció en Mauritana en 2016. En la mayoría de países, las zonas de pesca –artesanal, costera e industrial– se determinan según factores como la potencia, la tara o las líneas de propulsión de los barcos, pero la legislación mauritana solo tiene en cuenta la eslora de las embarcaciones. «Modificaron sus buques industriales para que no superaran los 40 metros de largo, el máximo para poder pescar en la costa, pero mantuvieron su potencia», señala Boidaha, quien añade que los barcos turcos llevan embarcaciones anexas que les ayudan a cerrar el cerco. Estos pesqueros no cuentan con un sistema de refrigeración a bordo para que el pescado llegue ligeramente podrido a la costa y así deje de ser apto para el consumo humano. Después se desembarca a través de tuberías que van hasta las factorías, se hornea y se machaca. 

De paraíso a zona de guerra

La flota costera local está completamente parada. «En el Puerto de Las Palmas hay varios barcos mauritanos que fueron para una reparación y se quedaron allí porque los armadores no tenían dinero para retomar su actividad», explica el presidente de Zakia. Las embarcaciones que se dedican a la pesca artesanal en Mauritania no se han visto muy afectadas, porque suelen dedicarse a la captura de otro tipo de pescado, pero esta industria sí ha tenido un grave impacto en los pequeños pescadores de Gambia, Senegal y Guinea Ecuatorial, quienes dependen en gran medida de la captura de pequeños pelágicos. 

Nuadibú, la capital comercial mauritana, concentra 34 fábricas y Nuakchot, otras 18 factorías

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El proceso de elaboración de la harina y el aceite de pescado es muy rudimentario. En las 52 factorías instaladas en el país trabaja menos de medio millar de personas, según datos la ONG. Además de suponer un impacto económico negativo, la industria harinera también es muy nociva para el medio ambiente. Las fábricas están ubicadas en la orilla de un área de Nuadibú denominada La Puntilla. «Hace una década esa zona era un paraíso, con aguas limpias y dunas como las de Maspalomas, hoy se parece más a una zona de guerra», destaca el presidente de Zakia. Las factorías bombean el agua hervida que utilizan en su proceso industrial hacia la bahía y desemboca en el mar a una gran temperatura. «La llegada del agua caliente ocasiona un grave impacto en la flora y la fauna marina pero, además, va cargada de químicos», relata Boidaha.

La salud de la población mauritana también se ha visto afectada por la industria harinera, según denuncia la ONG. «El olor es repugnante e insoportable y los gases y polvo que emiten provoca muchos problemas respiratorios, especialmente en los bebés», señala el presidente de Zaika, quien detalla que es «muy alarmante» la cifra de recién nacidos que padecen asma en los últimos años, a pesar de que no tienen antecedentes familiares. Hay personas que han tenido que abandonar Nuadibú porque la vida en la ciudad se hace complicada para quienes desarrollan patologías respiratorias.

Corrupción gubernamental

La capital comercial del país, con unos 120.000 habitantes, sufre problemas de suministro de agua potable. Las deficiencias de la red de abastecimiento y los frecuentes cortes de agua potable obligan a las familias a comprar cisternas. A esto se suma que la industria harinera consume entre el 30 y el 40% del agua que llega a la ciudad. «En las subastas de las cubas, la industria siempre gana a los ciudadanos y, además, contribuye a elevar el precio del agua en el mercado», denuncia Boidaha.

Zaika señala al anterior Gobierno mauritano, liderado por Mohamed Uld Abdelaziz, como principal impulsor de la instalación de las factorías harineras en el país. Abdelaziz llegó al poder tras un golpe de Estado en agosto de 2008 y las empresas comenzaron a instalarse en 2009. «Detrás de todo esto hay una gran parte de intereses personales y de corrupción», revela el presidente de la ONG, quien se muestra esperanzado ante las restricciones que está imponiendo al sector el nuevo Ejecutivo del país.

Cisternas el Puerto de La Luz

La Autoridad Portuaria de Las Palmas aprobó este lunes la adjudicación del uso de 7.053 metros cuadrados de suelo público portuario a la compañía Stormalda para la instalación de una planta distribuidora de aceite de pescado. El centro estará ubicado junto al muelle Cambulloneros sur del Puerto de La Luz y de Las Palmas. La empresa recibirá el producto procedente de varios países africanos, entre ellos Mauritania, para analizarlo y clasificarlo antes de reenviarlo a las granjas de salmón del norte de Europa. La mayor parte de la planta, 6.030 metros cuadrados, estará ocupada por un máximo de 25 depósitos de entre 200 y 1.900 metros cúbicos de capacidad donde se almacenará el aceite de pescado. Stormalda también construirá una nave almacén y un edificio de oficinas que acogerá el laboratorio en el que se realizarán las pruebas de calidad de la mercancía. La compañía, liderada por Héctor Cabrera y Solveig Samuelsdottir, prevé ejecutar las obras en tres etapas e invertir más de 11 millones de euros en la construcción de las instalaciones. La primera fase podría estar finalizada en 2024. Con este subproducto de las harinas de pescado se pueden producir derivados funcionales para bebidas dietéticas o fortificantes, galletas y hasta 800 productos comestibles, tanto en la alimentación humana como en los piensos para mascotas o animales de granja. | I. D.

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