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Energía

La guerra de Ucrania abre el debate sobre las interconexiones energéticas internacionales

El Gobierno y Bruselas ponen el acento en impulsar los flujos de electricidad entre Francia y España más allá de un gasoducto

Construcción de un gasoducto.

La guerra de Ucrania ha reabierto el debate sobre las interconexiones internacionales, el conjunto de infraestructuras que permiten el intercambio de energía entre países vecinos. Entre sus bondades: mejorar la seguridad de suministro al facilitar el apoyo entre sistemas e impulsar los intercambios comerciales que llevan a precios más baratos. En el caso de España y su conexión con Francia, y por tanto, con el resto de Europa, la necesidad de reducir la dependencia del gas ruso y la enorme capacidad de regasificación de gas natural licuado (GNL) de este país han centrado el tono mediático en impulsar sus conexiones de gas, aunque el Gobierno y la Comisión Europea ponen el acento en los intercambios de electricidad.

Para hacerse una idea, Europa importa de Rusia unos 150.000 millones de metros cúbicos anuales. España tiene seis regasificadoras (un tercio del total de la Unión Europea) que permitirían traer hasta 60.000 millones de metros cúbicos de GNL por barco desde Estados Unidos o cualquier otro país y convertirlo en material gaseoso para enviarlo (unos 20.000 millones de metros cúbicos, tras restar la parte para uso propio y de Portugal) por tubo al resto de continente. Pero falla el último escalón de este proceso, pues los dos conductos que actualmente hay entre Francia y España (Larrau–Alçay y el Irún–Biriatou) tienen capacidad limitada para 7.000 millones de metros cúbicos.

“Europa tiene que buscar una independencia energética de Rusia. Y el proyecto más viable y factible es la construcción del gasoducto Midcat", ha insistido en varias ocasiones la patronal catalana Foment del Treball, defensora de este proyecto nonato de principios de los años 2000 que suponía la primera parte (la unión entre Francia y España) de un tubo más extenso hasta el centro de Europa para duplicar la capacidad de interconexión y que no salió adelante por el bajo interés comercial y los altos costes. “Esto pondría a España como el país sobre el que pivota una de las tomas de decisiones más importantes de la UE en estos momentos”, defiende el parlamentario europeo José Ramón Bauzá (Ciudadanos).

Desde el Gobierno ponen tres condiciones para reactivar este gasoducto, valorado en 3.000 millones de euros: que no sea financiado por los consumidores españoles; que esté habilitado para transportar biogás y otros gases renovables, como el hidrógeno verde, y que se realice en coordinación con Francia, entre otras cosas porque en la actualidad no hay canalización de gas desde los Pirineos hasta el núcleo de gasoductos centroeuropeos, por lo que reactivar solo la conexión entre España y Francia no resolvería la situación, según defienden.

Una forma de financiarlo sería a través de Europa. La Comisión Europea se pronunciará dentro de dos semanas en el llamado plan Repower EU, la hoja de ruta del continente para sustituir el gas ruso. Aunque la comisaria de energía, Kadri Simson, enfrió esta semana esta posibilidad al asegurar que ya hay “distintos gasoductos financiados con fondos de la UE que pueden ayudar a los estados miembros para que acaben con las importaciones de gas ruso” y añadir que Bruselas dará prioridad a las renovables “cuando se pueda cambiar el gas por las renovables porque eso reduce las importaciones". “Hay que recordar cuáles son nuestros objetivos para 2030 y 2040”, afirmó Simson durante una sesión plenaria del Parlamento Europeo al ser preguntada por esta interconexión.

Antes de final de año

"Lo del gas es una urgencia y aunque al principio uno mira a lo que tiene más cerca, puede que con el tiempo se innoven soluciones como las plantas de gas natural licuado flotantes o la reducción de las necesidades de gas para la economía. Mientras, las interconexiones eléctricas tienen sentido estructural porque permitirá integrar mejor las renovables", explica el director general de Transición Energética de la Comunitat Valenciana, Pedro Fresco.

La Comisión Europea recomendó en 2002 que todos los países miembros tuvieran en 2020 una interconexión eléctrica de al menos el 10% de su capacidad instalada de producción eléctrica. Esa meta se revisó en 2014 y se elevó hasta el 15% para 2030. Pero a día de hoy, España cuenta con tan solo cinco enlaces eléctricos con Francia que suman un total de 2.800 megavatios de potencia y suponen el 2,8% del total de la capacidad energética del país (100.000 megavatios).

El Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC), que marca el camino español a 2030 no incluye gasoductos y sí la construcción de dos nuevas interconexiones eléctricas a través de los Pirineos (una por Navarra y otra por Aragón), además de proyecto de línea submarina por el Golfo de Vizcaya que sumarían unos 5.000 megavatios. Y en este caso el Gobierno sí pide celeridad: “Estas dos interconexiones deben contar con un proyecto serio y solvente antes de final de año”, aseguraba la vicepresidenta Ribera hace unas semanas. El miércoles, durante su intervención en el Cercle d'Economía, añadió que Francia que siempre había sido reacia, había cambiado de parecer después de tener que importar energía al tener durante varios días el 50% del parque nuclear parado.

“No es un debate simple porque cada país tiene una realidad energética condicionada por su energía y el gobierno que tiene en cada momento que no hace de la energía una cuestión de estado sino una cuestión ideológica”, explica el profesor de la Universidad de Barcelona, Mariano Marzo.

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