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"La tecnología discrimina y aísla a las personas mayores"

La digitalización de la sociedad complica la vida de los más veteranos

Un señor mayor realiza una operación en un cajero en la calle Domingo J. Navarro. | ANDRES CRUZ

Sacar dinero, comprar una entrada de cine o leer la carta de un restaurante son acciones del día a día que con la digitalización se han convertido en todo un reto para las personas mayores que, por su edad y su dificultad para el aprendizaje, se ven cada día más aisladas en una sociedad imperiosamente tecnológica. Así lo defiende Adelina Jaén, secretaria general de los pensionistas de CCOO, quien asegura que el avance de la tecnología "discrimina y aísla" a este grupo de personas vulnerables que con la brecha digital han visto lastimada su autonomía y su autoestima.

La pandemia provocó, entre otras muchas cosas, que los plazos hacia la digitalización se adelantaran. De un día para otro los ordenadores, móviles y tablets se convirtieron en los protagonistas de todas las gestiones. El cara a cara desapareció y la telesociedad se impuso a un ritmo frenético que según Jaén, "sale del control de los mayores". "Todo se ha hecho de hoy para mañana y no podemos exigir que la generación analógica se adapte al mismo ritmo", defiende la sindicalista de 65 años. Para ella la adaptación es muy complicada porque la edad avanzada implica que "disminuya la capacidad de aprendizaje"

En las últimas semanas, Carlos San Juan, un médico jubilado de 78 años de Valencia, ha librado un pulso al sector bancario con la campaña Soy mayor , no idiota, un lema con el que protestaba por la falta de atención humana en los bancos. La campaña -con más de 600.000 firmas digitales- parece haber llegado a buen puerto, pues entidades financieras están tomando medidas para mejorar la atención a los mayores.

"Pretenden que la gente mayor memoricemos procesos complicadísimos en un abrir y cerrar de ojos", asegura Blas Padilla, Portavoz de la Plataforma por la defensa de las Pensiones Públicas en Gran Canaria, quien en más de una ocasión ha tenido que pedir ayuda en el banco para realizar procesos en el cajero. "El personal sale y te lo explica a toda velocidad pensando que al día siguiente cuando vuelva uno se va a acordar de todos los pasos", lamenta. Padilla reconoce que la digitalización ha supuesto que a sus 75 años tenga que ir acompañado por un familiar en muchas ocasiones lo que le resta autonomía. "Siempre tengo que pedir ayuda y no quiero que nadie se entere de mis movimientos bancarios, he perdido hasta el derecho a la intimidad por ser mayor", lamenta.

Y Padilla es uno de los afortunados que puede pedir ayuda pero lo cierto es que no todos los mayores cuentan con familiares que puedan echarles una mano cuando lo necesitan. "Muchos viven solos y cuando van a un banco no se fían de los desconocidos ni de las máquinas, por lo que el aislamiento es mayor", explica Jaén. Alejandro Alonso, jubilado implicado en varias organizaciones políticas como el Partido Demócrata Social de Jubilados Europeos y Unión Europea de Pensionistas, asegura que la ayuda de los empleados a las personas mayores en los bancos es indispensable porque "muchos ciudadanos se aprovechan de su vulnerabilidad" para robarles con la excusa de ayudarlos. Además, insiste en que "un error" en una operación bancaria puede "destrozarle la vida" ya que son personas que cuentan con los "ingresos mínimos".

Jaén asegura que precisamente la falta de medios económicos es una de las causas de la brecha digital entre jóvenes y mayores ya que muchos carecen de acceso a internet, móviles u ordenadores conectados a la red. "Las pensiones son muy bajas para permitirse estos lujos", aclara la sindicalista quien asegura que las mujeres son las "peores paradas" debido a que tradicionalmente cuentan con "menos educación" y además muchas viven solas porque "su esperanza de vida es mayor". La discriminación aquí es doble, "por ser mayor y por ser mujer", aclara.

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