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México

Obrador espolea el fracaso de Pemex con el mayor astillero privado de España

El presidente mexicano abre una crisis diplomática tras acusar al astillero vigués y a Repsol de participar en un “contubernio” para “saquear” el país

Andrés Manuel López Obrador.

El 16 de diciembre de 2013, Petróleos Mexicanos (Pemex) tomaba el control del astillero Hijos de J. Barreras en un litúrgico y catártico consejo de administración. Llegaba con la promesa de saturar las gradas de Beiramar durante dos años, con contratos por 300 millones de euros. El objetivo, según la petrolera, era el de “aprovechar la oportunidad para transferir tecnología y conocimiento al sector naval mexicano”. Pagó 5,1 millones por asumir el 51% del accionariado, en una operación aplaudida con todo el boato por la mayoría de la industria, organizaciones patronales y sindicales y administraciones. Del vergel de pedidos que figura en el Contrato de Inversión de Pemex –atuneros, barcos tanque y offshore–, Barreras solo construyó un buque hotel (flotel); de aquella “transferencia” de tecnología y know-how al país azteca nunca más se supo.

El proyecto fue no solo amparado por la entonces cúpula de Pemex (Emilio Lozoya, José Manuel Carrera Panizzo y Carlos Roa), sino también por el máximo mandatario del país, Enrique Peña Nieto. Su sucesor en el cargo, Andrés Manuel López Obrador, ha utilizado repetidamente esta inversión fallida para atacar la gestión del anterior Gobierno federal. Pero este miércoles fue más allá, y echó mano del fiasco de Pemex en Barreras como ejemplo del –dijo– “saqueo” de la empresa española en México. Ha pedido una “pausa” en las relaciones bilaterales; casi diez años después del desembarco de Pemex en Vigo, el astillero ha alimentado un tsunami diplomático.

 “Yo creo que nos va a convenir a los mexicanos y a los españoles [...] hacer una pausa en las relaciones, porque era un contubernio arriba, una promiscuidad económica-política en la cúpula de los gobiernos [...] México llevaba la peor parte, lo saqueaban”, exhortó el presidente en su rueda de prensa diaria. “Que no nos vean como tierra de conquista”. A continuación, solicitó la presencia, ante el atril, del actual director general de la petrolera, Octavio Romero Oropeza. “Platícales cómo nos iba con las empresas españolas. A ver, cómo nos fue con Repsol, o platícales de los astilleros”. Hasta le reprendió por ser demasiado sutil. “Nosotros hablamos para el pueblo, o sea, súbele, no bájale”.

Y Romero Oropeza empezó su retahíla contra la inversión en Barreras, en un acto retransmitido en directo por la prensa local y a través de redes sociales.

Según el relato de Romero Oropeza, “en alguna visita que hicieron las autoridades mexicanas [a Vigo] decidieron rescatar esos astilleros que estaban cerrados, estaban quebrados”. En aquel momento, en efecto, Barreras digería un proceso concursal y llevaba dos años y medio sin carga de trabajo, tras la entrega del ferri Volcán de Tinamar. Según explicó, el flotel Reforma Pemex –adjudicado en 2014– no lo ganó el astillero gallego en un concurso público de concurrencia internacional, como se anunció: “Se le invirtió dinero mexicano de parte de Pemex, pero no alcanzaba para echar adelante la actividad de los astilleros, entonces se les encargaron construir unos barcos para prestarle servicio a Pemex”.

Oropeza habló en plural de los contratos, pero Barreras solo hizo uno. El segundo lo construyó Navantia Fene, de capital público, que habría participado, por tanto –continuando con el relato del mexicano– en un proceso irregular armado entre México DF, Madrid y Santiago de Compostela, y a costes fuera de mercado.

“Cuando se terminaron de construir los floteles resultó que Pemex no los requería, no los necesitaba, se les habían encargado nada más para darles el negocio, para darles viabilidad [...] No solo fue un tema de que se les dio dinero, se les compraron acciones, sino que se les dio un trabajo, que se cobró a un sobreprecio y al final del día la empresa siempre producía pérdidas, Pemex nunca ganó un solo centavo”.

Todo cambió en la relación entre la gigante petrolera y Barreras, el mayor astillero privado de España, cuando López Obrador (AMLO, como se le conoce en México) llegó al poder. Se levantaron las alfombras y la Auditoría Superior de la Federación (ASF, la principal entidad fiscalizadora del país) emitió un informe demoledor que ponía en cuestión los motivos por los que Pemex había decidido invertir en una compañía de Vigo. Pidió al holding paraestatal que “realice las investigaciones pertinentes y, en su caso, inicie el procedimiento administrativo correspondiente por las irregularidades de los servidores públicos que en su gestión autorizaron invertir en el astillero Hijos de J. Barreras”. Y más aún: “Inversión que no correspondió a una actividad sustantiva (principal), situación que Petróleos Mexicanos no aclaró en virtud de que omitió información; en consecuencia, no quedó justificada la inversión realizada, la cual reportó pérdidas”.

Todos los gestores mexicanos implicados en aquella operación fueron detenidos o imputados por distintos casos de corrupción. Incluso el anterior mandamás de Pemex, Emilio Lozoya, arrestado en España y extraditado a petición de las autoridades aztecas por sobornos de la constructora brasileña Odebrecht. Carrera Panizzo, ex director corporativo de Alianzas y Nuevos Negocios, fue sancionado por otra inversión fracasada; gastó 760 millones de dólares por una factoría en desuso, Agronitrogenados. Los hilos de Odebrecht también atan a Carlos Roa, antiguo jefe de asesores de Lozoya. “Auguro un muy buen futuro en Vigo”, anunció el último tras sellar la inversión de Barreras.

Nada salió bien. Pemex dejó el accionariado el pasado verano, tras amagar con llevar el astillero a liquidación si no recuperaba todo su dinero.

“Vamos a darnos tiempo para respetarnos y que no nos vean como tierra de conquista. O sea, sí queremos tener buenas relaciones con todos los gobiernos, con todos los pueblos del mundo, pero no queremos que nos roben –zanjó López Obrador–. Así como los españoles no quieren que lleguen de ningún país, y hacen bien, a robarles, pues tampoco queremos nosotros. Entonces, vamos a esperar, porque era mucho”.

El ministro de Asuntos Exteriores, UE y Cooperación, José Manuel Albares, habló por teléfono a última hora de este miércoles con su homólogo mexicano, Marcelo Ebrard, con el fin de “aclarar” la propuesta de hacer una “pausa” en la relación bilateral planteada por el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador. Albares ya había manifestado previamente la “sorpresa” del Gobierno por las palabras del mandatario mexicano. En este sentido, el ministro adelantó que intentaría aclarar el “alcance” de las mismas y su significado.

Igualmente, dejó claro que el Gobierno de España “no ha hecho ninguna acción que pueda justificar una declaración de este tipo”, tras recordar que la relación entre ambos países es “estratégica” y que va “más allá de declaraciones verbales súbitas o palabras puntuales”. Asimismo, recalcó que el Ejecutivo siempre defenderá los intereses de España “en cualquier circunstancia y ante cualquier país”.

La vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital, Nadia Calviño, también admitió su “sorpresa” por las declaraciones del presidente de México. “Lo que tenemos es que analizar exactamente qué hay detrás de esas palabras y por qué en este momento, antes de pronunciarnos al respecto”, incidió. La ministra de Industria, Comercio y Turismo, Reyes Maroto, apuntó que no ve riesgo en la relación comercial “robusta” entre ambos países

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