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Campanadas (casi) sin relojeros

Los profesionales de los relojes, al «borde de la extinción» por la falta de apoyo institucional

Daniel Mato, presidente de la Asociación en Defensa de los Relojes Públicos. E. D.

Los relojes públicos son los protagonistas de la noche más mágica del año pero su supervivencia peligra. Pocas administraciones asumen su mantenimiento y escasean quienes los pongan en hora.

Concentran todas las miradas la noche más mágica del año pero nadie quiere mantenerlos ni restaurarlos, por lo que están abocados a la desaparición. Esta es la realidad de los relojes públicos de Canarias, que viven con el fin de año su noche más agridulce donde el protagonismo se mezcla con la tristeza. Así lo explica Daniel Mato, uno de los últimos relojeros especializados en los relojes públicos del Archipiélago, quien asegura que el «oficio desaparecerá por la falta de interés de las distintas administraciones isleñas que no se esfuerzan en mantenerlos vivos».

La imagen icónica de las campanadas se repite cada 31 de diciembre y personalidades de todo tipo guían el ritual de las 12 uvas en los medios de comunicación ante millones de espectadores. Una imagen que, según los expertos, contrasta con el desconocimiento de la sociedad sobre estas máquinas del tiempo y sobre los profesionales que las ponen en marcha. «Es tal que hasta se confunden palabras tan utilizadas como carillón, que es el grupo de campanadas que al ser golpeadas conforman una melodía, con la palabra carrillón que es errónea», defiende el relojero.

Otro de los problemas a los que se enfrenta este oficio es la falta de relevo generacional. Uno de los motivos, según palabras de Mato, es que la profesión no está reconocida por los oficios artesanos de Canarias, ni avalada por el Ministerio de Educación para su homologación como Formación Profesional. Para el experimentado relojero, otro de los obstáculos es el «egoísmo» de los profesionales. «Muchos se han ido a la tumba con el oficio y no han entregado a la causa ni una uña por miedo a enseñarle al vecino y que luego se convierta en competencia», explica.

En Canarias no existe un registro de todos los relojes públicos de las Islas, por lo que se desconoce la cifra total de estas piezas, a pesar de que el Archipiélago cuenta con un patrimonio «único». Mato, tras 36 años en la profesión, preside desde hace diez la Asociación en Defensa de los Relojes Públicos de Canarias (Adrecos-Canarias) y asegura que los obispados de las Islas, responsables de estas maquinas, «no dan los permisos de acceso para poder realizar las catalogaciones».

Desde la Asociación solo han logrado acceder a los relojes de Tenerife, La Palma y Lanzarote. Islas que cuentan con piezas únicas como la del Cabildo tinerfeño de 1953, único reloj del mundo que toca tajarastes canarios.

Según explica el experto, los relojes públicos los compraban los vecinos de los pueblos y los donaban a los ayuntamientos. Estos solicitaban el permiso a los obispados para colocar los relojes en las torres más altas de las iglesias para que se viera desde todos los puntos del lugar. Según Mato los obispados ponían dos condiciones: por un lado, que el reloj pasara a ser de su propiedad, y por otro, que el mantenimiento corriera a cargo del ayuntamiento.

El relojero explica que actualmente son tres las administraciones que forman parte de la vida de estos relojes. Los cabildos, aportan el dinero para restaurarlos; las iglesias, son las responsables de emplear ese dinero en restaurarlos; y por último, los ayuntamientos, los encargados de mantenerlos. «Ninguno de los tres cumple con su cometido», critica Mato, quien ya ha trasladado sus quejas a todas estas las administraciones y no ha obtenido respuesta.

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