El mercado ruso ha perdido peso para el sector turístico canario en los últimos años. Los 109.500 rusos que disfrutaron de vacaciones en las Islas en 2016 se quedaron en 2019 –el último año de normalidad antes del estallido de la pandemia– en menos de 74.000. En una situación tan crítica como la que atraviesa el motor de la economía regional, arañar un mayor número de visitantes de países con menos presencia en el Archipiélago puede compensar la pérdida temporal de británicos, alemanes o neerlandeses. Con más razón si se trata de un turista que, como el ruso, se caracteriza por un alto volumen de gasto durante sus vacaciones. Con las tensiones diplomáticas entre Turquía y Moscú, a Canarias se le abre ahora la posibilidad de robar turistas rusos al país euroasiático.

Turquía es un tradicional competidor de las Islas en el negocio turístico. No así en el mercado ruso, donde el país otomano tiene un histórico liderazgo. De hecho, Rusia es el principal suministrador de turistas a Ankara, hasta el punto de que en 2019 visitaron la península del Bósforo la friolera de unos siete millones de rusos. Sin embargo, el presidente turco, el controvertido Recep Tayyip Erdogan, ha mostrado su público apoyo al Gobierno de la antigua república socialista soviética de Ucrania, lo que ha levantado ampollas en el Kremlin. En respuesta a Ankara, el ministro de Relaciones Exteriores ruso, Sergei Lavrov, ha disparado hacia donde más daño puede hacer al Gobierno turco: el turismo.

Si el país otomano continúa con su política de apoyo a Kiev, Rusia levantará «más barreras» al flujo de turistas hacia Turquía. Y es ahí donde Canarias tiene una oportunidad de oro para reorientar ese flujo hacia el Archipiélago. Ya hay hoteleros del sur de Tenerife que han intensificado los contactos para aprovechar la tensión entre Ankara y Moscú, lo que tendría doble premio si las Islas logran, además, fidelizar al turista ruso y garantizar su regreso en el futuro.