Pere Condom-Vilà (Siurana, 1962) lleva 25 años hallando caminos para que el conocimiento de los centros académicos e investigadores llegue a la economía y a la sociedad. Mañana participa en el encuentro ‘on line’ titulado ‘De la investigación científica a la actividad económica innovadora: lecciones por aprender’. Estima que Canarias cuenta con ingredientes suficientes para generar un ecosistema innovador a largo plazo. 

Lo mismo esta pregunta resuelve toda la entrevista, aunque sospecho que no existe una fórmula mágica. ¿Cómo se logra que el conocimiento pase al proceso productivo?

Llevo 25 años tratando de responder a eso, le he dedicado tesis doctorales y en mi reciente libro (Ciencia, tecnología y startups) también abordo esta cuestión. No hay fórmula mágica. Mi conclusión es que Europa desde hace décadas tiene un problema. En 1995 se hizo famoso El libro verde de la innovación, en el que se abordaba la paradoja europea.

¿Que era o es?

Todavía hablamos de ella. Se invierte mucho dinero en investigación, pero ya en 1995 se consideraba que Europa era poco eficiente convirtiendo esa inversión en actividad económica. Ese debate lo había tenido Estados Unidos décadas antes. La humanidad ha abordado el problema cuando ha surgido y ha establecido mecanismos para que la investigación llegue a la sociedad y la economía.

¿Por qué incluye a la sociedad en el eje de definición?

Por las soluciones que aporta la ciencia a los grandes retos que tiene la humanidad. Lo mejor que nos ha traído la pandemia es la demostración de que en solo un año hemos sido capaces de llevar cien vacunas hasta el proceso de desarrollo. Somos capaces de conseguir enormes impactos positivos en todos los seres humanos a base de ciencia.

¿Y sin pandemia? ¿Qué se necesita para cerrar el círculo?

Ante todo, ciencia. Parece una perogrullada, pero en España lo olvidamos a menudo. La crisis de 2008 inició una enorme disminución del dinero dedicado a la ciencia. Presupuestos aparte, la ciencia ha de tener un carácter emprendedor. Tenemos camino recorrido, pero se necesita más.

¿Qué es tener una mentalidad emprendedora?

Tener claro que el cargo recibido de la sociedad no es para crear únicamente conocimiento, sino que este debe convertirse en cosa práctica. Las OTRI (Oficinas de Transferencia de Resultados de Investigación) españolas están generando centenares de startups, 500 patentes cada año..., estamos en el buen camino. Sin olvidar que necesitamos una ciencia potente y hoy es débil.

Habla de país y pienso en Barcelona o Madrid. ¿La periferia, Canarias incluida, puede aspirar a jugar esta partida o seguiremos asistiendo a una eterna fuga de talento?

Por desgracia el talento no se marcha por la ineficiencia, sino por la debilidad del sistema. La Universidad de Stanford tiene un presupuesto anual que supera los seis millones de euros y 16.000 estudiantes. Las 70 universidades españolas en su conjunto tienen 1,3 millones de alumnos y disponen de una cantidad que no llega ni a duplicar la que tiene Stanford. Evidentemente, los investigadores tienen condiciones mucho mejores allí que aquí.

¿El dinero lo puede todo?

La falta de dotación económica define cuestiones muy importantes, como la pérdida de talento investigador, pero hay otras cuestiones importantes como la burocracia, excesiva en nuestro caso.

¿Puede medirse la eficiencia?

Perfectamente, y es otro elemento clarificador. El sistema español genera una invención por cada tres millones de euros invertidos, exactamente igual que el estadounidense. El proceso de conversión no está mal, pero aquí la ciencia es mucho más débil y mucho peor que hace 20 años.

¿Peor?

La inversión de I+D sobre el PIB español marca una línea descendente hace muchos años, y de forma más intensa desde 2010. Hoy estamos en un 1,25%, muy por debajo del porcentaje de 2000.

¿Es una tendencia global?

No. Portugal, muy afectado por la crisis, ha iniciado una recuperación desde 2015 y hoy están por delante, 1,4%. Hasta Grecia o Polonia nos han superado, algo no se hace bien.

Retorno al caso canario. Si esto es así, ¿las posibilidades de subirse al carro son nulas?

Hablaba de grandes números, pero cuando se baja al detalle, se observan enormes frutos. Barcelona en los últimos 20 años ha sacado un jugo al campo bio. En ese biopolo hay casi mil empresas. En 2014 había seis inversores internacionales en Cataluña en ese ámbito y hoy son más de 70. A pesar de no tener un sistema como los grandes países, apostar por la ciencia da resultados económicos y sociales.

¿Y Canarias?

No lo conozco como Cataluña pero en 25 años de experiencia tengo ciertas conexiones. Teniendo en cuenta las grandes limitaciones que estamos sufriendo todos, hay una buena apuesta. No va a surgir un resultado económico inmediato, pero el talento que se concentre generará una actividad que a largo plazo dará frutos.

¿Es lo que llaman generar un ecosistema innovador?

Exacto. A finales de los 90 no había en Barcelona suficiente gente, ni perfiles capaces de gestionar empresas biotechs. Se requieren grandes sumas y ciclos de madurez largos.

Admitimos que no hay receta mágica, ¿pero sí ingredientes esenciales, básicos?

Desde luego. Centros de investigación y tecnológicos, y Canarias los tiene: Oceanográfico, universidades, observatorios astronómicos... Luego, el talento, que es cuestión de formación. Y el clima. Una foto de un centro investigador con la playa al lado seduce a los científicos del norte de Europa.

¿Funcionan igual las startups de internet?

No. Los tiempos se acortan. Ahí lo que se requiere es puro talento, no décadas de investigación.