El pepino de mar es un manjar muy apreciado en países asiáticos como China, donde la demanda es tan alta que su precio puede superar los 200 euros el kilo. Un producto de lujo que ahora podrá criarse en Canarias, ya que el Gobierno regional los ha incluido en el Listado de Especies de Interés para la Acuicultura, con el objetivo de que pueda generarse en las Islas una industria en torno a este animal que sirva para abastecer tanto la demanda nacional como internacional. En concreto, se han introducido en el listado canario tres especies locales de este equinodermo: la Holothuria sanctori, Holothuria mammata y Holothuria arguinensis.

Sin embargo, la autorización de Canarias se produce después de que las Islas hayan perdido la oportunidad de convertirse en el primer lugar de Europa en instalar una granja de producción de estos animales marinos. Durante más de dos años, Antonio Fernández intentó abrir aquí una explotación acuícola especializada en los pepinos de mar, pero la tardanza de su inclusión en este listado y los problemas burocráticos que retrasaban más y más el proyecto, le llevaron a tomar la decisión de montar su empresa, –Guatizamar–, en la Bahía de Cádiz, donde lleva dos años trabajando.

«Mi intención era instalarla en Lanzarote o Gran Canaria reutilizando salinas abandonadas, que son un lugar idóneo para esta actividad», explica este empresario gallego con raíces canarias. Solicitó la introducción de esta especie como de interés acuícola y comenzó su peregrinaje por diferentes administraciones para conseguir que su proyecto fuera autorizado. «No obtuve el apoyo necesario», lamenta y añade que la maraña de competencias entre las diferentes administraciones que existen en Canarias fue otro gran impedimento para poder montar en las Islas la primera granja de estas características de toda Europa.

La Consejería de Agricultura, Ganadería y Pesca del Gobierno canario reconoce que la petición de este empresario fue el primer impulso para sumar estas especies al catálogo, pero asegura que el potencial para desarrollar esta actividad en el Archipiélago va más allá. Así lo indica Carmelo Dorta, director general de Pesca, quien admite que los plazos para incluir a estos animales en el listado se demoraron más de lo previsto debido a la pandemia. «El trámite es bastante farragoso y nos llevó más tiempo del que pensábamos», señala. Sin embargo, quiso dejar claro que este no fue el único problema que ocasionó que Guatizamar terminara instalándose en Cádiz y recalcó la importancia de que se regulen este tipo de actividades nuevas y de que los trámites se hagan «con estudios al detalle» para evitar cualquier problema medioambiental.

El empresario que se vio obligado a trasladar su proyecto no cree que ahora que Canarias ha incluido este animal dentro del listado de especies de interés acuícola pueda arrancar una nueva iniciativa en las Islas. «Yo ha hecho mi inversión, nunca me cierro, pero sería muy difícil», valora.

Sondeos de empresas

Sin embargo, el director general de Pesca confirma que la actividad ha despertado el interés de otros empresarios. «Ha habido sondeos por parte de algunas empresas instaladas aquí, pero también de otras de fuera», aclara.

El Archipiélago tiene todas las condiciones necesarias para criar en cautividad a estos animales, que además son autóctonos, por lo que su presencia no supone una amenaza para el medioambiente. «Canarias tiene un tiempo estable y los ejemplares podrían crecer durante todo el año, en Cádiz, en invierno encogen porque bajan las temperaturas», explica Fernández. Destaca que es una producción «sostenible», ya que se trata de animales detrívoros, es decir, que se alimentan de materia orgánica en descomposición y contribuyen al reciclado de nutrientes.

Una de las posibilidades que se baraja en Canarias es hacer cultivos combinados de estos animales en las jaulas actuales de doradas y lubinas, de tal manera, que los pepinos pudieran aprovechar los desechos de estos peces. Aunque Dorta advierte que serán necesarias instalaciones paralelas para efectuar todo el ciclo de producción, ya que una de las principales dificultades de su explotación recae en la cría de las larvas.

El potencial económico

No existe ningún estudio que haya determinado el potencial económico que esta actividad puede generar en el Archipiélago, pero si las Islas lograran convertirse en exportadoras de este producto podrían beneficiarse de la gran demanda que existe en el continente asiático, donde se consume como una delicatesen en las grandes ocasiones y está muy vinculado a la salud, por lo que también se utiliza con fines terapéuticos por sus altos niveles de proteínas, minerales y componentes bioactivos.

El interés comercial de Antonio Fernández por el pepino de mar nació a raíz de sus viajes a China, donde pudo comprobar como allí era un producto muy apreciado. Sin embargo, la sobrecaptura ha esquilmado las poblaciones de estos animales en muchas partes del mundo. En Canarias su captura está prohibida de forma expresa por parte de la Consejería de Transición Ecológica, Lucha contra el Cambio Climático y Planificación Territorial. Por lo pronto, el Archipiélago se mantiene ajeno a la sobrecaptura irregular que se está produciendo en otros territorios y que ha llegado incluso a generar una actividad de tráfico ilegal.

«Estamos al margen, pero atentos, porque no queremos que ocurra lo mismo que en otras regiones de España», valora Dorta, quien también aclara que las concentraciones de estos animales son limitadas o se encuentran a mucha profundidad, «por lo que no sería tan rentable como en otros puntos».

De esta manera, la acuicultura se convierte en la única alternativa para producirlo y poder exportarlo hasta el continente asiático. El propietario de Guatizamar escogió producir la variedad Holothuria arguinensis porque es la más parecida a la que consumen en China. «No todas las especies de pepino son iguales», aclara y esta es la que tiene un mayor valor potencial en ese mercado, ya que «les gusta que tenga muchas papilas», es decir, una textura más rugosa y con pretuberancias.

Fernández advierte que este no es un negocio sencillo y que no puede verse como la nueva gallina de los huevos de oro. «Nosotros empezamos hace dos años y todavía no hemos vendido nada», explica, ya que el pepino de mar tiene un ciclo largo de crecimiento para alcanzar la medida demandada en Asia y cuando lo hace debe someterse además a un proceso de deshidratación para poder exportarlo.

Aún así «no todos los productos pueden decir que la demanda es superior a la oferta» y Fernández asegura que ya tiene lista de espera de compradores que quieren adquirir sus pepinos de mar, «me lo quitan de las manos». Su objetivo es dirigir toda su producción al mercado asiático, aunque no renuncia a vender a restaurantes de lujo en España que quieran contar con este ingrediente en alguno de sus platos. Sin embargo, no cree que su consumo pueda extenderse en España. «Ojalá, pero dudo que se abra aquí una vía de negocio y menos que se lleguen a pagar los precios que están dispuestos a dar en China», cuestiona.

Un manjar terapéutico

«El precio del pepino de mar no es tan elevado porque esté bueno, sino porque es sano». Esta es la verdadera razón que esgrime el empresario Antonio Fernández,–propietario de la única granja de pepinos de mar de Europa–, para explicar la alta demanda que tiene este producto en los países asiáticos. A diferencia de lo que ocurre en España, –donde solo se come el músculo interno de este animal al que se denomina espardeña–, en Asia se prepara entero, cocido y acompañado por diferentes salsas, pero «siempre vinculado a una comida sana». Por eso, sostiene que otra vía de negocio para este producto puede ser la terapéutica, ya que existen estudios que avalan su uso para tratar varias dolencias.