La salud del mercado laboral marca la senda de la realidad socioeconómica. Si, como es el caso de Canarias, la tasa de paro (25,4%) es la más elevada del país, la existencia de problemas de calado es segura. Por ejemplo, en lo que respecta a la posibilidad de que los jóvenes tomen las riendas de sus vidas y den forma al proyecto que han soñado. Según datos del sindicato UGT, el 78% de los isleños menores de 30 años no han podido independizarse aún y residen en la vivienda de sus padres.

Como era de esperar, la crisis económica que ha desatado la pandemia de coronavirus aviva las llamas que calcinan los sueños de quienes están llamados a tomar ya el relevo y convertirse en los nuevos protagonistas del tejido productivo. El Observatorio de Emancipación del Consejo de la Juventud de España cifraba el porcentaje de jóvenes isleños que moraban en una vivienda propia (comprada o alquilada) en el 15,6% en el año 2019.

En periodos de crisis, y siempre, tienen más posibilidades de sufrir pérdidas aquellas personas que poseen algo. Ahora bien, dificultades económicas como las que atraviesa la práctica totalidad del planeta levantan un muro infranqueable ante quienes aspiran a mejorar una situación que no les es propicia. Es decir, si difícil estaba abandonar el nido antes de que el covid habitara entre nosotros, más lo es ahora.

La Encuesta de Población Activa (EPA) correspondiente al primer trimestre de 2021, conocida el jueves de esta misma semana, señala que el 61,3% de los canarios que aún no han estrenado la treintena y aspiran a trabajar no hallan dónde hacerlo. Solo cuatro de cada diez lo consiguen. Lo de Extremadura es ya un drama y su tasa de paro juvenil es cinco puntos menor (55,9%); la media del país queda a más de 21 (39,5%).

Sin diques

La situación actual se deriva del escaso aprovechamiento que se hace de los tiempos de estabilidad –ni siquiera ya de bonanza– para poner diques que frenen el avance de los problemas estructurales. La conjunción de una legislación laboral que promueve la precariedad en el empleo y el modo timorato en que hasta hace escasos meses se ha conducido la clase política para abordar el espinoso asunto de la vivienda se han convertido en acelerantes del padecimiento de la juventud canaria.

En lo que respecta a la posibilidad de encontrar morada, el Parlamento autonómico aprobó –con apoyo de todos los colores políticos– en las últimas semanas del año pasado el Plan de Vivienda de Canarias 2020-2025. Cuenta con un presupuesto de 664 millones de euros y, entre otras cuestiones, contempla la edificación de 5.971 casas de protección oficial y destinadas al alquiler.

Un soplo de aire que tiene obligado llegar, no solo para incrementar las posibilidades de emancipación de los jóvenes, sino también para dinamizar un sector, el de la construcción, que ha aguantado en pie el embate del parón económico, pero cuya resistencia se ha agotado.

En todo caso, por baratos que sean esos alquileres, hay que pagarlos cada mes y para eso es necesario contar con unos ingresos regulares que lo permitan. En definitiva, es necesario tener un puesto de trabajo medianamente sólido, y esa es una de la grandes carencias a las que se enfrenta la juventud del Archipiélago.

«Ni siquiera el 10% tiene una vivienda en propiedad», advierte la secretaria de Igualdad de UGT-Canarias, Mirna Ortega. No es porque se esté buscando convertir a los aspirantes a dejar el hogar familiar en compradores, pero la escasez del dato da idea de la situación. Sería del todo irreal, atendiendo a la radiografía laboral, esperar que la solución estribe en la adquisición de inmuebles.

Sobre todo, porque, como señala Esther Martín, secretaria de Acción Sindical, Mujer y Juventud, de CCOO-Canarias la tasa de paro juvenil del Archipiélago «es la mayor de toda la Unión Europea». Algo que, en su opinión, se deriva de «la precarización del empleo que se ha observado desde la anterior crisis» –la financiera y soberana de 2008 y siguientes– y el empeoramiento provocado por la pandemia actual.

Prácticamente todos los sectores y tramos de edad han padecido el golpe que se intenta ahora revertir. «El problema con los jóvenes es que, de los que estaban trabajando antes de la llegada del coronavirus, el 80% lo hacía en el sector servicios», detalla Martín. Y si hay grandes perdedores en estos momentos, precisamente son el sector alojativo, la hostelería y el comercio, tres de los grandes pilares del empleo en las Islas.

Por tanto, entre los que aún mantienen viva su relación laboral son mayoría quienes están afectados por expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE). Es decir, ni siquiera pueden plantease en este momento su emancipación, y sobre los que habían dado ya el paso planea la posibilidad de tener que desandar el camino para retornar al hogar de su infancia y adolescencia, con toda la carga de frustración que conlleva afrontar esa derrota.

«Están en el primer nivel de riesgo de perder sus trabajos», afirma Mirna Ortega. Según sus datos, solo un tercio (33,5%) de los canarios menores de 30 años tiene empleo en la actualidad. De ellos, un 29% corre el serio peligro de perderlo «si no se adoptan medidas que impidan que los ERTE terminen por convertirse en ERE», advierte la sindicalista de UGT.

«La aparición de los ERTE como un factor discriminante en el mercado de trabajo ha introducido una nueva dimensión en las desiguales condiciones de la población joven emancipada y no emancipada», explica el Observatorio de Emancipación del Consejo de la Juventud de España. Por regla general, teniendo todos trabajo, los emancipados gozan de mayor nivel de actividad, empleo, contratación indefinida «y realización de jornadas a tiempo completo».

En las Islas, «y no de forma voluntaria», señala la secretaria de Igualdad de UGT-Canarias, «el 67% de los jóvenes que trabajan lo hacen a tiempo parcial». Ya es demoledor, pero lo que viene a decir ahora el observatorio es que la obligación de poner en marcha los ERTE ha igualado las condiciones económicas de los que están emancipados y de los que aún residen en casa de sus padres.

La traducción es que en toda España perdieron el empleo o lo vieron recortado «unas 220.000 personas que ya no convivían con su familia», lo que se traduce, siempre según el observatorio en una «fuerte incertidumbre acerca de sus ingresos y su trayectoria profesional».

En este punto, el documento dedica unos párrafos específicos a Canarias: «Fue una de las comunidades autónomas en las que la población joven padeció en mayor medida los efectos de la crisis económica derivada del coronavirus, dado que buena parte de los puestos de trabajo ocupados por población joven eran estacionales dentro del sector turístico en el periodo estival. La tasa de actividad interanual descendió en ocho puntos porcentuales en el segundo trimestre de 2020, para situarse en el 45,9%. En el segundo trimestre de 2020, apenas tres de cada diez personas jóvenes tenían un empleo, de las cuales el 40,7% se vio afectada por un ERTE».

No es solo eso. El Archipiélago encabezó la lista de población menor de 30 años que no trabajó ninguna hora en su empleo, con un 49,3% frente al 32,6% de promedio estatal. Además, el 76,5% de los desempleados había trabajado antes del estado de alarma.

Todo ello, dentro de un contexto pretérito «con una precariedad inaceptable», recalca la secretaria de Juventud, Mujer y Acción Sindical de CCOO-Canarias. Un mundo en el que abundaban el trabajo disfrazado de prácticas formativas, «los falsos autónomos, el fraude en la contratación y la economía sumergida», enumera Martín. Claro que en este caso, como apunta Mirna Ortega, ni siquiera el mundo del dinero negro se mueve como lo hacía antes.

El catedrático de la ULPGC y experto en Psicología Social, José Antonio Younis, se refiere precisamente a esta precariedad como lastre para concretar la salida del hogar familiar. Si ya era difícil con la realidad laboral anterior al primer estado de alarma, ahora los problemas para conseguirlo «han aumentado muchísimo más».

Younis refiere tres tipos de emancipación especialmente afectados: tener una casa, un empleo que ofrezca unas garantías mínimas y poder formar una familia. Quienes se encuentran dentro de los tramos de edad en los que se aspira a alcanzar esos hitos son los que más padecen ahora. La frustración de los más jóvenes viene, por contra, de los obstáculos que las restricciones sanitarias colocan entre ellos y la vida social que desarrollaban habitualmente.

El pasado año, ya con meses de pandemia a cuestas, José Antonio Younis realizó un estudio en el que pudo comprobar que también las ansias de emancipación arrojan diferentes resultados atendiendo al sexo de los integrantes de la muestra. «Las mujeres jóvenes están menos satisfechas con las distintas emancipaciones, especialmente la laboral», señala el catedrático.

¿Por qué? ¿Tiene sentido? Como casi siempre las realidades constatadas tienen una explicación. «Probablemente la presencia de ellas [en proporción sobre el total de mujeres trabajadoras] es mayor que la de ellos en el sector servicios», desvela Younis. Y como ha quedado claro, es precisamente en este sector en el que más estragos ha ocasionado la pandemia.

Aun antes de aparecer la enfermedad en China, esa realidad laboral ya proporcionaba ingredientes para que las mujeres se mostraran más disconformes con su situación. Es precisamente la enorme presencia de los servicios en la economía canaria la que provoca que la media salarial de las Islas sea la más baja de España. Hoteles o comercios, entre otros negocios, demandan mano de obra intensiva y escasamente especializada, lo que se traduce en nóminas escasas. De hecho, «también son las mujeres las que consideran más afectada su salud mental por estas circunstancias que estamos viviendo», detalla el catedrático de la ULPGC.

La secretaria de Igualdad de UGT-Canarias introduce un dato esperanzador en el número, pero frustrante en la realidad presente. «El 24% de nuestra población joven es universitaria y eso nos coloca cuatro puntos por encima de la media europea».

El problema llega cuando los egresados se encuentran con que todo su esfuerzo y todos los conocimientos adquiridos no tienen encaje en el mercado laboral de las Islas. Como tienen que vivir, «terminan en puestos de trabajo para los que están sobrecualificados y, en ocasiones, a las órdenes de superiores que tienen conocimientos muchos más limitados; ahí aparece una lógica frustración», continúa Ortega.

«Está claro que con el turismo, son los jóvenes los que más han sufrido los ERTE», añade José Antonio Younis. También lo está que muchos de los que trabajaban en dicho sector están preparados para afrontar retos más exigentes y acordes con su formación. ¿Y ahora qué?

En primer lugar, Esther Martín alerta de que es necesario evitar la «fuga de talento» que se produjo en la anterior crisis económica. Se refiere de ese modo a todos esos jóvenes en cuya formación se invirtió y que terminaron «suponiendo un valor añadido» para otros países «en los que sí encontraron una oportunidad laboral». En su opinión, si no se actúa con rapidez, puede repetirse el error.

Para que no suceda, es necesario generar las condiciones laborales que les seduzcan. A Canarias están destinados alrededor de 4.000 millones de euros de esos fondos que la UE ha previsto para la recuperación de sus países miembros. A cambio de enviarlos ha exigido al Gobierno de España la asunción de algunos compromisos, como el de reducir la excesiva temporalidad en el empleo.

Primer punto a favor de dibujar un escenario más amable con quienes están por incorporarse al mercado laboral. Además, ese dinero debe servir para generar un cambio cualitativo en la economía, girándola hacia la sostenibilidad. Eso se traducirá en una alta demanda de perfiles más técnicos. Un joven canario no tendrá que emigrar al mar del Norte para poner en marcha un parque eólico marino porque eso sucederá también junto a su casa.

El desastre ya ha ocurrido y llevará tiempo recoger el destrozo. Sin embargo, sobre la mesa hay soluciones que a medio plazo deberían ayudar a los jóvenes a desarrollar sus proyectos de vida.

El extraño caso del repunte en 2019

El Observatorio de Emancipación del Consejo de la Juventud de España señala que durante el año 2019 la tasa de jóvenes de las Islas que abandonó el nido familiar avanzó 2,4 puntos porcentuales. ¿Acaso hubo un cambio en las condiciones de vida de los canarios de menos de 30 años? No, fue la población migrante la que propició el crecimiento y así lo constata el propio documento. Canarias se ha propuesto ser atractiva a los ojos de ese colectivo mundial de trabajadores que desarrollan su labor con un ordenador desde cualquier lugar del planeta. La llegada de cualquiera de ellos con una residencia fija supone un joven emancipado. Más aún si pertenece a ese otro tipo de migración que viene para instalarse. Ha ocurrido en los últimos siete años con los italianos, la colonia de trabajadores extranjeros más numerosa en la actualidad y, en muy alta proporción, generadores de, al menos, su propio empleo. «Dado que recibimos mucha población extranjera, joven, que es de lo que estamos hablando, son los jóvenes migrantes los que más emancipación residencial refieren», confirma el catedrático de la ULPGC José Antonio Younis. Eso sí, por esta vía no parece que vaya a continuar creciendo la tasa de emancipación. La Encuesta de Población Activa (EPA) publicada el pasado jueves puso de relieve que más de 38.000 extranjeros habían hecho las maletas entre enero y marzo. Las restricciones sanitarias han supuesto en muchos casos un muro infranqueable para otros tantos negocios. Bien como propietarios, o bien como asalariados, las persianas se han bajado para siempre y esos jóvenes que llegaron desde otros puntos del planeta han buscado refugio, en su mayoría, en sus lugares de origen.