No hay mayor prueba de que la banca es un sector en reconversión sin final a la vista que sus cifras de empleo desde hace doce años y sus sombrías perspectivas laborales para los siguientes. Las entidades de depósito españolas recortaron 94.016 puestos de trabajo desde el máximo histórico que alcanzaron en 2008 hasta el cierre de 2019, según las últimas cifras oficiales del Banco de España. La rentabilidad no remonta y la absorción de Bankia por Caixabank dibuja un panorama que puede provocar hasta 800 salidas entre las plantillas de los tres grandes –Santander, CaixaBank y BBVA– en las Islas.

BBVA no se ha reunido más que una sola vez –el pasado viernes– con los representantes de los trabajadores. Los analistas estiman que el ajuste dejará en el camino al 10% de los trabajadores y en el Archipiélago son hoy 783, según fuentes sindicales. La aplicación lineal del porcentaje deja en 78 el recorte en Canarias.

El principal problema en este sentido vendrá de la mano de la nueva CaixaBank, porque la recién adquirida Bankia se nutrió entre otras de La Caja de Canarias. Al 15,5% de reducción de personal que se estima no le caben muchos paliativos dado el alto índice de redundancia de oficinas. Serán alrededor de 415 los trabajadores de los que prescinda el banco.

Banco Santander es el que más avanzado tiene este proceso. En la provincia de Las Palmas ya han salido 81 empleados dentro del reajuste que ha puesto en marcha. En Santa Cruz de Tenerife son 51. Al final del proceso serán 293 en toda Canarias, si bien unos 90 serán recolocados en una empresa externa gestada por la propia entidad que comanda Ana Patricia Botín.

En todos los casos, se comenzará por las ya habituales salidas pactadas que permitan desligarse a aquellos que tengan cerca la edad de jubilación. Pasarán a la edad de retiro siempre que la pérdida de ingresos por la anticipación no les dificulte su futuro.

Retornando al panorama nacional, el sector financiero cerró 2019 con 176.839 empleados, un 34,7% menos que al inicio de la anterior crisis y el octavo mínimo consecutivo desde que el organismo público lo empezó a medir en 1981.

De 2020 no hay cifras oficiales, pero los doce mayores bancos (Santander, BBVA, CaixaBank, Bankia, Sabadell, Bankinter, Unicaja, Liberbank, Abanca, Ibercaja, KutxaBank y Cajamar, que suponen el 90% del empleo del sector en España) redujeron sus plantillas en otros 2.988 trabajadores.

El dato, con todo, puede resultar engañoso. La banca limitó las salidas en 2020 principalmente por la mala imagen que le habría reportado en plena pandemia lanzarse a hacer eres. Pero ello ha provocado que ahora prepare, solo con las operaciones ya en marcha, un recorte de más de 17.000 trabajadores para ejecutarlo entre este ejercicio y principios del próximo, nivel solo superado en 2013, el peor año hasta ahora para el empleo bancario (18.398 salidas).

Sabadell (1.800) e Ibercaja (750) también han pactado ya los ajustes en todo el país con los representantes de sus trabajadores. El impacto en las Islas será residual, pero también contribuirá al adelgazamiento del personal. Lo mismo ocurrirá con la fusión de Unicaja y Liberbank (se prevén entre 1.000 y 2.000). Si se cumplen las previsiones más pesimistas, podrían superarse las 19.000 salidas, y ello a falta de sumar las del resto de bancos.

¿A qué se debe este ajuste sin fin? La respuesta está en una tormenta perfecta de factores coyunturales y estructurales. Entre los primeros se cuentan la anterior crisis con su dura digestión de los excesos de la burbuja inmobiliaria, los posteriores tipos negativos del Banco Central Europeo, buenos para reactivar la economía del euro pero penalizadores para la rentabilidad del sector, y la actual crisis del coronavirus, que provocará un incremento de la morosidad y las consiguientes e inevitables pérdidas.

El mar de fondo es también inquietante para los trabajadores: el mayor uso de los canales digitales hace que los clientes cada vez visiten menos las sucursales, lo que aboca a muchas al cierre (51% desde el máximo de 2008) en un proceso sin final conocido.

“La banca se enfrenta a un cóctel explosivo cuya consecuencia es la baja rentabilidad: tipos de interés por los suelos, presión de la regulación que supone un coste, competencia no bancaria –banca en la sombra y bigtech–, etcétera. Y en 2020 se añade el impacto del covid, que ha llevado números rojos a la cuenta de resultados.

Como los tipos seguirán bajos mucho tiempo y la competencia de las tecnológicas es una amenaza, hay que mejorar la eficiencia, reduciendo costes y apostando por la digitalización. No hay más remedio que seguir cerrando oficinas y aligerando las plantillas. “Más de la mitad de los gastos de explotación son de personal, por lo que para reducirlos la plantilla debe ajustarse”, alega Joaquín Maudos, catedrático de Análisis Económico de la Universidad de Valencia y director adjunto de investigación del Ivie.

Desde el sector se apunta en la misma línea. “El adelgazamiento de las estructuras comerciales es un fenómeno extendido por toda Europa, que en España se intensificó durante los años de crisis, especialmente por la desaparición de muchas cajas de ahorros”, argumenta José Luis Martínez Campuzano, portavoz de la patronal bancaria AEB.

Justificado o no, el recorte pasa factura a los empleados. “Las plantillas han quedado muy tocadas por la crisis financiera. Los desahucios o las preferentes afectaron al ánimo. En algunos de los últimos recortes, nos ha sorprendido incluso la salida voluntaria de gente joven. Hay personas a las que no les compensa estar en el sector”, apunta José María Martínez, secretario general de la federación de servicios de CCOO.