Desde la localidad pontevedresa de Mos, la enseña infantil Pili Carrera llegó a vestir a la realeza de España, Holanda o Bután. La covid ha sido la puntilla para una firma con una elevada estructura de costes y problemas de gestión. 

Apenas se escucha el eco de los susurros en la nave, ahora desierta, de Pili Carrera. Las máquinas están paradas y las telas se disponen a la venta para avispados en busca de gangas. Tan solo siete trabajadoras de esta marca gallega, que llegó a ser reconocida en todo el mundo, culminan la comercialización del stock. Lo hacen en la tienda outlet colindante en la localidad pontevedresa de Mos, en Galicia. Concurrida, en las últimas semanas, por compradores alentados por el reclamo de “grandes descuentos” que promulgan la firma en sus redes sociales.

La montaña de prendas que, sin paréntesis entre temporada y temporada, se tejía en las máquinas de esta fábrica, se evapora semana tras semana. La idea es, precisamente, esa: vender el inventario para amortizar la deuda. Y las siete empleadas que quedan aún en los pasillos del outlet y el almacén saben que no les espera nada distinto a sus compañeras. Aguardan, resignadas, el goteo de despidos, hasta que tan solo una o dos de ellas sean espectadoras de los últimos testigos de inventario.

Entre telas, tijeras e hilos han hecho, durante más de 20 años, de su oficio el corte y confección. A fin de cuentas, es el único modo de vida que conocen estas trabajadoras. Parte de ellas eran tan solo unas jóvenes de 15 años cuando entraron a trabajar en la producción textil de Pili Carrera. Justo después de haber terminado la escuela, lo que entonces se llamaba EGB. La empresaria tras la firma, Pilar Rodríguez, visitaba los colegios de la zona de Mos. Su reclamo para los jóvenes era que quien no encontraran el gusto en estudiar tendría trabajo en su centro de producción. Y cuando no era así, las interesadas visitaban directamente la fábrica en busca de un empleo. “Empezamos de niñas, no sabías. Le tenías tanto respeto a Pilar como a tu madre”, cuenta una exempleada. De esta forma, tan llana, estas mujeres encontraron en la marca el oficio de toda una vida.

Fue en 1963 cuando la enseña vio la luz. El matrimonio de Pilar Rodríguez y Bienvenido Carrera fue cuna de la firma de moda infantil. Él, bancario, se encargaba de las cuentas. Ella, del diseño la ropa. Se inspiraron en una moda que dejaba reminiscencias a los años 60 y se atrevieron, primero, con prendas para bebés. De alguna forma, el hecho de que la familia de Bienvenido Carrera fuera dueña de varias empresas del sector textil, supuso un revulsivo para la compañía. Era parte del grupo una tienda emblemática de Vigo. Garden, como se llamaba, comercializaba diferentes enseñas de moda infantil. En sus estanterías, encontraron el primer cobijo a las prendas de Pili Carrrera, según cuentan fuentes cercanas a la compañía.

Y quizás tuviera mucho que ver el contexto emergente de la moda gallega para la deriva de la compañía de Mos. El textil comienza a despuntar durante aquellos años en el territorio. Muchas mujeres gallegas habían encontrado empleo cosiendo en sus casas. Porque, en aquella época, los gallegos ya producían antes de aventurarse a diseñar, cuenta Fernando Franco, experto del sector que estuvo al frente de la comunicación de Galicia Moda. Pili Carrera empieza con el punto, complejo de trabajar y, sin embargo, tan habitual en la moda infantil de aquellos años.

En un momento en el que la mayoría cosía sus propios vestidos en su casa más por necesidad que por devoción, algunos se animaron a dar el salto y emprender. Con espacios de fabricación disponibles, Galicia se convierte en un hervidero de compañías de moda aspirantes a prosperar. Y lo es tanto para la moda infantil, con el nacimiento, en paralelo, de Nanos, como para gigantes del sector, con el germen de Confecciones Goa que terminaría convirtiéndose en Inditex, recuerda Alberto Rocha, secretario general de Cointega-Clúster Gallego Textil Moda.

Como requería la costumbre del momento, el primer periodo de expansión de Pili Carrera se apoyó en el canal multimarca. No sería esta enseña la única en ganar diferenciación y reconocimiento a nivel nacional aplicando tal hoja de ruta. “Aprovechó que había un nicho de mercado y esto le permitió crecer y ser una empresa reconocida en España”, explica Rocha. Los 80 se articularon como una década en la que la firma gana masa crítica y tamaño.

Y luego vino la década de los 90. La marca pontevedresa aprovecha su impulso y lanza su canal de venta propio. La estrategia ganadora se basa en la apertura establecimientos propios, en las principales vías comerciales de las provinciasgallegas que sirven, a la par de escaparate y de estrategia de publicitaria. Así eran los 90. Y mientras la firma se encamina a su momento de apogeo, deja en un segundo plano el canal multimarca, a excepción de los grandes almacenes, como El Corte Inglés.

Pili Carrera despliega sus alas y esto se deja sentir en su centro de producción de Mos. El trabajo era duro, según reconocen sus empleadas. Las horas de más sin pagar se convierten en un habitual y el carácter de la empresaria no dejaba indiferente a la plantilla. Solo después de haber probado, trasteado y dominado todas las secciones de la factoría textil, una encontraba su sitio. Podían empezar realizando tareas de corte y terminar en el almacén o en la plancha. Si es cierto que dependía de la sección en la que una fuera más diestra pero la idea era que, de paso, fueran “polivalentes”. A fin de cuentas, el modelo colaborativo dictaminaba que quien acababa su proceso debía echar una mano en otra sección.

“La jornada empezaba a las 7.30 pero tú entrabas antes para poner la máquinaria a funcionar. Si a las 15.30 quedaban cosas por hacer ayudabas”, cuenta una exempleada. La idea era producir, cuanto más, mejor. Y para tal menester un sistema de incentivos premiaba a las trabajadoras cuando se superaban los objetivos marcados. De alguna manera, esa pertenencia a una empresa familiar se enraíza en la estructura vertical de la compañía. Lo que hoy quizás se tacharía de relación tóxica, tan propia de los bastidores del textil: la presión, los minutos contados para cualquier menester que no sea trabajar o las inconcebibles bajas médicas.

La que era una marca nacional de moda infantil se lanza a por nuevos mercados a finales de la década de los 90. La marca de los niños vestidos con punto y trajes tradicionales quiere incorporar innovación en sus líneas, tejidos y modelos, quiere diversificar su negocio y entrar en el segmento de decoración de niños, de zapatos, de bolsos. Tenían una compañía que sabía confeccionar bien, que hacía buen patronaje y un buen equipo. Pretendían adaptarse a las nuevas tendencias y seguir la estela de los diseñadores que refuerzan su imagen, explican fuentes cercanas a la compañía. “Siempre con una apuesta por el reconocimiento de la marca”, analiza Rocha.

Así es que los hijos de las realezas europeas empiezan a pasearse con los diseños de Pili Carrera por las páginas de las revistas de moda y del corazón. La diseñadora saltó a las portadas internacionales cuando las princesas de Holanda –Amalia, Alexia y Arianne– lucieron sus famosos vestidos amarillos en la entronización de sus padres. Más tarde la escena se repetiría con Leonor y Sofía de España, Isabella y Josephine de Dinamarca, Leonore y Estelle de Suecia o los reyes de Bután. Sin pretenderlo, las Casas Reales se convierten en embajadores de la marca gallega y Pili Carrera en la diseñadora de las princesas, reiteran los titulares. Lo que no deja de ser una estrategia tramada desde la central de Mos, que vio en la oportunidad de acercarse a la Familia Real española y más allá de las fronteras nacionales para ganar relevancia, aseguran fuentes próximas a la enseña.

Las revistas y los desfiles de moda infantil encumbraron a la diseñadora por un tiempo. Las turbulencias no tardaron en llegar, en parte derivadas de problemas estructurales. Si la intención era ampliar la fábrica, la marcha de personas clave en el equipo y la costosa estructura financiera de la enseña empieza a pasar factura a Pili Carrera.

La competencia se vuelve feroz con la entrada en escena de grandes competidores como Neck&Neck y un cambio de estilo en la moda infantil. La crisis del 2008 no hace sino apuntalar una crisis interna que se venía gestando desde hacía tiempo. “Nunca es solo un error, es un cúmulo de circunstancias”, reflexiona Rocha. La estrategia de tiendas propias vehiculando la producción interna conlleva una gran cantidad de costes fijos. Un revés insalvable a no ser que la empresa tenga un gran volumen de ventas.

Esta enorme estructura de costes fijos y poca flexibilidad ha lastrado a muchas compañías del sector, recuerda Rocha. La clave está en poder adaptarse a la demanda fluctuante del mercado: “si creces puedes subcontratar lo necesario y sino va bien subcontratas menos”, razona Rocha aplicando una fórmula muy socorrida en el sector de la moda. Al final, el hecho de tener tiendas propias en el extranjero y producción propia, puede llevar a la compañía contra las cuerdas si no es capaz de generar caja por encima del umbral de rentabilidad. Porque gestionar tiendas a nivel internacional requiere de un volumen determinado. “Lo que le pasa a todas las cadenas que se quedan a medio camino es que no crecen lo suficiente y no tienen músculo para responder a todos los costes fijos. A los que ahora habría que sumar el canal online, que implica digitalización de las ventas, del inventario y logística”, reflexiona Rocha.

En este escenario resulta complicado remontar la enseña. Más encima si en el centro de producción de Mos no se vivieron sino bandazos organizativos. Los intentos de fichar a profesionales que reflotaran la empresa no dieron muchos frutos. Una etapa que las empleadas describen como de mala gestión, en la que no se organizaban bien los pedidos y no se cumplían plazos con los proveedores, que a su vez devolvían la producción a fábrica y, en ocasiones, rescindían su relación con la marca. “Muchos distribuidores se perdieron por la mala gestión”, cuentan las empleadas.

Con Salomé Carrera al frente de la enseña de moda infantil desde 2015, llega la esperanza de que aterrizara un directivo que situara a Pili Carrera en la senda de la recuperación. No fue así, y chocó de lleno con la realidad en 2018. La firma se declara en concurso de acreedores La empresa pasó a manos del administrador concursal, Alberto Pombo, el mismo que lleva el plan de liquidación de la marca desde el pasado enero. Hasta 40 empleados perdieron su puesto en el centro de producción en aquel momento. Pese a que la enseña se salva de la debacle, lo que le espera no es sino una serie de tropiezos a los que el coronavirus, y la escasa demanda de moda, asesta el golpe de gracia.

El mensaje llegó a la maquinaria de Mos en enero. Sin previo aviso. Las trabajadoras pensaban que la reunión sería para informarlas de la ampliación los ERTE, la reunión fue para comunicarles que Pili Carrera entraba en liquidación. “Ojalá”, zanja una exempleada, “haya comprador y pueda haber una segunda vida para todos”.

La diseñadora de las princesas

María Pilar Rodríguez se casó a los 21 años con Bienvenido Carrera. La conjunción del nombre de la primera y el apellido del segundo, sería el origen la marca de moda infantil, un equipo conformado por el perfil empresario y vendedor de él y la visión de diseñadora de ella. Según cuenta Pilar Rodríguez en sus entrevistas, su suegra la regaló una máquina de coser con la que luego daría rienda suelta a su inventiva textil. Era el tercero de sus sueños de pequeña, el primer oficio imaginario al que aspiraba era monja. El segundo, médico. En 1967 la empresa crece hasta contar con 20 empleadas en Mos. Sin embargo, no fue hasta 1991 cuando la enseña de moda infantil abrió su primera tienda propia en Vigo, que crearía un imperio que llegó a tener presencia en 16 países y sumar 800 puntos de venta entre establecimientos propios y canal multimarca. Su hija Salomé Carrera, nacida al tiempo que la firma de moda infantil, fue la última en llevar las riendas de la compañía.